viernes, 31 de agosto de 2012

San Juan Bautista enseña que la Verdad no se negocia.




En su Catequesis de la Audiencia General celebrada esta mañana en Castel Gandolfo, ante miles de fieles de distintas partes del mundo, el Papa Benedicto XVI afirmó que el martirio de San Juan Bautista, cuya muerte la Iglesia recuerda este 29 de Agosto, enseña a los cristianos de hoy que la Verdad no se negocia y que seguir a Cristo exige el "martirio" de la fidelidad cotidiana. Explicó que:

  “Celebrar el martirio de San Juan Bautista nos recuerda también a nosotros, cristianos de nuestro tiempo, que no se puede descender a negociar con el amor a Cristo, a su Palabra, a la Verdad. La Verdad es verdad y no hay componendas. La vida cristiana exige el martirio de la fidelidad cotidiana al Evangelio, es decir, el valor de dejar que Cristo crezca en nosotros y sea Él quien oriente nuestro pensamiento y nuestras acciones. Sólo si somos capaces de una vida de oración fiel, constante y confiada, será el mismo Dios quien nos dará la capacidad y la fuerza para vivir de modo feliz y sereno, para superar las dificultades y testimoniarlo con valor.
  San Marcos nos habla de su dramática muerte, en el Evangelio de hoy. Juan el Bautista comienza su predicación en la época del emperador Tiberio, en el 27-28 D.C. Y la clara invitación que dirige a las personas que acudían a escucharlo, es la de preparar el camino para acoger al Señor, allanando los senderos y nivelando los caminos disparejos de la propia vida, a través de una conversión radical de corazón. San Juan no se limita a predicar la penitencia, sino que, reconociendo a Jesús como ‘Cordero de Dios’, que vino para quitar el pecado del mundo, tiene la profunda humildad de indicar a Jesús como verdadero Enviado de Dios, haciéndose a un lado, para que Él pueda crecer, ser escuchado y seguido.
  Como último acto, el Bautista testimonia con su sangre su fidelidad a los mandamientos de Dios, sin desmayar o dar marcha atrás, cumpliendo hasta el fondo su misión. San Beda, monje del siglo IX, en sus homilías, dice así: ‘Por Cristo dio su vida, a pesar de que no recibió la orden de renegar a Jesucristo, sino sólo la de callar la verdad. Y puesto que no calló la verdad, murió por Cristo, que es la verdad’. Precisamente, por amor a la verdad, no pactó y no tuvo miedo de dirigir palabras fuertes a los que habían perdido el camino de Dios.
  Juan es el don divino que sus padres, Zacarías e Isabel habían invocado durante mucho tiempo, un gran don, humanamente inesperado, porque ambos eran de edad avanzada e Isabel era estéril, ‘pero nada es imposible para Dios’. El anuncio de este nacimiento se produce precisamente en el lugar de la oración, en el templo de Jerusalén, es más sucede cuando a Zacarías le toca el gran privilegio de entrar en el lugar más sagrado del templo para hacer la ofrenda del incienso al Señor. También el nacimiento del Bautista está marcado por la oración: el canto de alegría, de alabanza y de agradecimiento que Zacarías eleva al Señor y que rezamos todas las mañanas en los Laudes, el ‘Benedictus’, exalta la acción de Dios en la historia e indica proféticamente la misión del hijo Juan: preceder al Hijo de Dios hecho carne para prepararle los caminos.
  Toda la existencia del Precursor de Jesús está alimentada por la relación con Dios, en particular, el período transcurrido en regiones desiertas, que son lugar de la tentación, pero también lugar en el que el hombre siente su propia pobreza porque está privado de los apoyos y las seguridades materiales, y comprende que el único punto de referencia sólido es Dios mismo. Pero Juan Bautista no es sólo hombre de oración, de contacto permanente con Dios, sino también una guía hacia esta relación con Dios. El Evangelista Lucas refiriendo la oración que Jesús enseña a los discípulos, el ‘Padrenuestro’, anota que la petición es formulada con estas palabras: ‘Señor enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos’".
  Para concluir, el Papa Benedicto XVI hizo votos para que "San Juan Bautista interceda por nosotros, a fin de que sepamos conservar siempre la primacía de Dios en nuestra vida".

Vaticano, 29 Agosto 2012
Fuente: Extractado Aciprensa

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