sábado, 4 de agosto de 2012

Domingo 18° Tiempo Ordinario.



Queridos amigos:

Creer en Jesucristo es lo que Dios quiere que hagamos por encima de todas las cosas. Es la obra que Dios pide de nosotros -opus Dei (la obra de Dios por excelencia) (Jn 5,29)-, entre las muchas obras que pudiéramos hacer para agradarle y para servir al prójimo. La expresión gustó tanto a S. Juan María Escribá de Balaguer que la puso de nombre a la institución que él fundó. Jesús la dijo pensando en El como Pan de Vida y en la eucaristía, que estaba anunciando a la gente y que había anticipado en el signo de la multiplicación de los panes, que vimos el Domingo pasado. El evangelio de hoy (Jn 6, 24-35) es como un puente que une el evangelio del domingo pasado sobre la multiplicación de los panes (Jn 6, 1-15) con el evangelio del próximo domingo (Jn 6,41-51). Los tres juntos, constituyen el nervio del discurso de Jesús en Cafarnaúm sobre la eucaristía.
El puente que es el evangelio de hoy (Jn 6, 24-35), nos hace pasar, por la fe, del pan que sació el hambre corporal de la gente, al pan que es el mismo Jesucristo, y que dará la vida eterna. En esto la fe juega un papel preponderante. Sólo por la fe podemos creer que el pequeño pan que el sacerdote muestra después de la consagración es Jesucristo. ¡Misterio de fe!, decimos. Y que el pequeño pan que se nos da en la comunión es la santa hostia: cuerpo, alma, espíritu y divinidad de Jesús, Jesucristo en persona. Desde luego Dios da al creyente la gracia de creer esto, pero ¿lo creemos de verdad? ¿O es sólo un hábito? El hábito de ir a comulgar.
Cuando uno ve a tantos comulgando y a tan pocos adorando luego al Señor, si quiera hasta que el sacerdote se retira del altar al terminar la misa, uno piensa que se va a comulgar por comulgar… Lo mismo cuando uno ve lo poco que aparentemente la comunión cambia nuestras vidas... Sabemos que, a diferencia del pan ordinario que asimilamos en nuestro cuerpo, el pan de la eucaristía nos asimila a Cristo, nos hace (debiera hacernos) parecer más a Jesucristo. Cuando uno ve cómo Jesús llama opus Dei, la obra magna de nuestra vida, a la acogida que le damos al Señor en la eucaristía, nos apena el poco empeño y diligencia que le ponemos por llegar a tiempo y participar. ¿Podemos llamar trabajo duro por el Señor (opus Dei), al esfuerzo que hacemos por tener una buena eucaristía? Puntual, atenta y participada, con adoración después de la comunión.
Para terminar y abundando en lo dicho, quiero citar dos textos del evangelio, que Jesús dejó para cuantos creemos que Él es el Pan de Vida y que quien lo come tiene la vida eterna. “Trabajen no por el alimento que se acaba sino por el alimento que permanece y da vida eterna” (Jn 6, 27). “El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed” (Jn 6, 35).

Fuente: P. Antonio Elduayen,  CM



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