Queridos amigos:
En
la víspera de la Nochebuena, el evangelio (Lc 1, 39-45) nos presenta la Fe como
la puerta para entrar en la Navidad. La Fe, de la que además se nos dice que es
una bienaventuranza y que es caridad y misión. Ante todo, el relato nos
presenta a María e Isabel dialogando sobre la Fe… Sólo están las dos y cada una
con su niño en su seno. No deja de ser asombroso y significativo que, en el
umbral de la nueva historia del mundo, que va a iniciarse en la Navidad, haya
sólo dos mujeres gestantes. ¡Misterios del Proyecto de Dios!, que, por hoy,
prefiero sólo señalar y admirar, sin comentar.
Bienaventurado
tú que crees, porque lo que te ha dicho el Señor se realizará. Estas palabras
que Isabel le dice a María, valen también para ti (y para mí y para todos los
creyentes). Son, por otra parte, un ejemplo de cómo Dios se revela y premia a
los humildes y sencillos, simplemente porque le agrada la Fe que le tienen (Lc
12, 21-22). En el caso del evangelio mencionado, el Padre Dios nos revela el
Misterio de la Encarnación de su Hijo en María, por obra del Espíritu Santo. Lo
que implica algo muy importante y que nos atañe muy de cerca, a saber, que, de
alguna manera, el Hijo de Dios se ha encarnado en la raza humana -de la que María
forma parte-, y en ti y en mí, que somos también parte de esa raza y seres
humanos. ¡Reconozcamos nuestra dignidad!
Como
dije antes, a Dios no sólo le agrada la Fe que le tenemos sino que también la
premia. La Fe de María es un SÍ (Fiat) absoluto, valiente y gozoso a Dios
Trinidad, y el premio a esa Fe, premio singular y maravilloso, consistirá en
que el Padre Dios la elige para ser la Madre de su Hijo Jesús; el premio a la Fe
de Isabel, también firme y gozosa, consistirá en que Dios la elige para ser la madre
de un hijo que será… “el Precursor” del Mesías Jesucristo; finalmente, el
premio a nuestra Fe será el de poder llamarnos y ser hijos de Dios (Jn 1,12),
si con Fe firme, coherente, productiva y gozosa, nos abrimos a Jesús y lo
recibimos de todo corazón, de modo que encuentre en él un lugar mejor que el
encontró en Belén.
La
Visita de María a Isabel para ayudarla (Lc 1, 39-40) ejemplariza dos elementos
que no pueden faltar en la Fe: la caridad y la misión. Son dos dimensión
esenciales de la Fe, que el Papa Benedicto XVI recoge y explaya en su Carta
Apostólica Porta fidei (nn. 7, 12, 14). Ante todo, la Fe sin obras es muerta (St
2, 14-18). “La Fe sin la caridad no da fruto, y la caridad sin Fe sería puro
sentimentalismo siempre a merced de la duda”, dice el Papa (PF 14). Es por
ello que “María Fe” va presurosa (misión) a ayudar a Isabel (caridad) en cuanto
se entera de que su pariente va a dar a luz. Es el amor de Cristo el que llena
nuestros corazones y nos impulsa a evangelizar: “el amor de Cristo nos apremia”,
enseña San Pablo (2 Cor 5, 14).
Fuente: P. Antonio Elduayen, CM
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