sábado, 15 de diciembre de 2012

III Domingo de Adviento.




Queridos amigos:
Una vez más la Iglesia nos propone a Juan el Bautista como modelo de lo que tenemos que hacer en Adviento. Lo que él hizo nos lo cuenta el evangelio de hoy (Lc 3, 10-18), que lo resume diciendo: exhortaba al pueblo y le anunciaba el evangelio. Al pueblo le exhortaba a ser caritativo, justo y no violento. Y, ante su sospecha de que Juan pudiera ser el Mesías, le decía que él no era el Prometido, que el Mesías vendría con un bautismo de fuego por el Espíritu Santo, mientras que su bautismo era sólo de agua, como un rito para prepararle y reclutarle seguidores para cuando apareciese.
Juan pone de relieve la necesidad de vivir y practicar la caridad, la justicia y la paz.
Qué debemos hacer le preguntan, y la respuesta es certera y honda. Compartan, dice, compartan comida, vestidos, lo que tengan. Y ayuden a los demás. Es sin duda lo que haremos en Navidad, pero es también lo que debemos hacer siempre, especialmente en este tiempo de Adviento. Hoy la caridad se llama compartir. En relación con la justicia y la paz, Juan ve, como nosotros, la estrecha relación que hay entre estas dos virtudes. No puede haber paz sin justicia. Y viceversa.
La enseñanza tan actual de Juan sobre las virtudes, desemboca en la aclaración sobre el bautismo que realiza y que él llama de conversión. Su bautismo de conversión mediante el signo agua, no sólo es esencialmente distinto del bautismo que hará el Mesías sino también infinitamente inferior en valor y eficacia. No obstante, Jesús pedirá ser bautizado por Juan -y lo será- con agua del Jordán, pero no porque tenga que convertirse de algo. Lo hará por solidaridad con Juan. Por su parte, el Padre Dios y el Espíritu Santo premiarán el gesto de solidaridad y de humildad de Jesús, manifestándose y manifestando quién realmente es él, en lo que llamamos la epifanía del Jordán; Tú eres mi Hijo… (Lc 3, 21-22).
Lo dicho debe llevarnos a revalorizar nuestro bautismo, que es lo más grande que nos ha ocurrido en la vida. Debe llevarnos también a reavivarlo en nosotros, como la mejor manera de hacer algo en el Adviento y de prepararnos para la Venida del Señor. Les invito a repetirse cada día: ¡Soy un bautizado y debo actuar como tal! Les invito también a celebrar cada año su cumplebautismo como celebran su cumpleaños. Lo que a lo mejor les obliga a tener que averiguar y memorizar la fecha en que fueron bautizados. Sería una muy buena tarea suya y de los suyos en este Adviento.

Fuente: P. Antonio Elduayen, CM

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