El Papa Benedicto XVI en su habitual Catequesis de los
Miércoles ante miles de fieles en el Aula Pablo VI, y continuando con el tema
del Año de la Fe, alentó a instaurar todo en Cristo que se ha revelado con un
plan de Amor para toda la humanidad, porque Él es la roca de la vida para toda
persona.
“Cuando el hombre permite que Dios ingrese en su vida,
todo esto lleva a un cambio fundamental del modo de relacionarse con la entera
realidad, todo aparece en una nueva luz, se trata entonces de una verdadera
"conversión", Fe y un cambio de mentalidad, porque el Dios que
se ha revelado en Cristo y nos ha dado a conocer su designio, nos aferra, nos
atrae hacia Él, se convierte en el sentido que sostiene nuestra existencia, en
la roca en la que ésta encuentra estabilidad.
En el Antiguo Testamento encontramos una densa
expresión sobre la Fe, que Dios confía al profeta Isaías para que la comunique
al rey de Judá, Acaz. Dios afirma ‘si no creyesen –es decir si no se
mantienen fieles a Dios– no permanecerán firmes’.
Existe entonces, una relación entre estar y
comprender, que expresa bien cómo la Fe es un acoger en la vida la visión de
Dios sobre la realidad, dejar que sea Dios quien nos guíe con su Palabra y los Sacramentos
en el comprender qué cosa debemos hacer, cuál es el camino que debemos
recorrer, cómo vivir. Pero al mismo tiempo, es propiamente comprender según
Dios, ver con sus ojos que mantiene firme la vida, que nos permite ‘estar en
pie’, no caer.
El Adviento, el tiempo litúrgico que acabamos de
iniciar y que nos prepara para la Santa Navidad, nos pone frente ante al
misterio luminoso de la venida del Hijo de Dios; frente al gran ‘designio de
benevolencia’ con el que quiere atraernos a Sí, para hacernos vivir en
plena comunión de alegría y paz con El y nos invita una vez más, en medio de
tantas dificultades, a renovar la certeza de que Dios está presente, de que ha
entrado en el mundo, haciéndose hombre como nosotros, para llevar a la plenitud
su designio de amor.
Y Dios nos pide que también nosotros seamos una señal
de su acción en el mundo. A través de nuestra Fe, nuestra esperanza, nuestro
caridad, Él quiere entrar en el mundo siempre de nuevo y quiere siempre de
nuevo hacer que su luz resplandezca en nuestra noche.
Este "designio de benevolencia" de
Dios es explicado por el Apóstol San Pablo. Sobre él, nosotros existimos, desde
la eternidad en la mente de Dios, en un gran proyecto que Dios ha custodiado en
sí mismo y que ha decidido actuar y revelar ‘en la plenitud de los tiempos’.
San Pablo nos hace comprender, entonces, que toda la creación y, en particular,
el hombre y la mujer no son fruto de la casualidad, sino que responden a un
designio de benevolencia de la razón eterna de Dios que con la potencia
creadora y redentora de su palabra da origen al mundo.
Esta primera afirmación, nos recuerda que nuestra
vocación no es simplemente existir en el mundo, estar insertos en una historia
y tampoco ser creaturas de Dios; es algo más grande: es ser elegidos por Dios,
incluso antes de la creación del mundo, en el Hijo, Jesucristo. En Él,
entonces, existimos, por así decirlo, ya desde siempre. Dios nos contempla en
Cristo como hijos adoptivos.
El ‘designio de benevolencia’, que el apóstol
llama también el ‘plan de amor’ es definido como "el misterio"
de la voluntad divina, escondido y manifestado ahora en la persona y la obra de
Cristo. La iniciativa divina precede toda respuesta humana, es un don gratuito
de su amor que nos acoge y transforma.
¿Pero cuál es el ámbito último de este designio
misterioso? ¿Cuál es el centro de la voluntad de Dios? Es aquel –nos dice San
Pablo– de "reconducir a Cristo, única cabeza de todas las cosas" (v.
10). En esta expresión encontramos una de las formulaciones centrales del Nuevo
Testamento que nos hacen comprender el designio de Dios, su proyecto de amor
hacia toda la humanidad, una formulación que, en el siglo segundo, San Ireneo
de Lyon coloca como núcleo de su cristología: "recapitular" toda la
realidad en Cristo.
Tras recordar el lema papal de San Pío X para la
consagración del mundo al Sagrado Corazón de Jesús: ‘Instaurare omnia in
Christo’", el Pontífice asegura que San Pablo se refiere a la
"recapitulación del universo en Cristo y esto significa que en el gran
designio de la creación y de la historia, Cristo se alza como el centro del
camino del mundo, como la columna vertebral de todo, que atrae hacia sí toda la
realidad para superar la dispersión y el límite y conducirla a la plenitud
querida por Dios".
“Este ‘designio de benevolencia’ no se ha quedado, por
decirlo de alguna forma, en el silencio de Dios, en las alturas de su cielo:
nos lo ha dado a conocer entrando en relación con el ser humano, al cual no ha
revelado algo, sino a sí mismo. No ha comunicado simplemente un conjunto de
verdades, se ha comunicado a sí mismo, hasta llegar a ser uno de nosotros,
hasta encarnarse.
¿Qué cosa es entonces el acto de la Fe? Es la
respuesta del hombre a la Revelación de Dios, que se hace conocer, que
manifiesta su designio de benevolencia, y, para usar una expresión agustiniana,
es dejarse aferrar por la Verdad que es Dios, una Verdad que es Amor.
"Por ello San Pablo subraya cómo a Dios que ha
revelado su misterio, se debe ‘la obediencia de la Fe’, la actitud con
la cual "el hombre libremente se abandona todo a Él, prestando plena
adhesión del intelecto y de la voluntad Dios que revela y asintiendo
voluntariamente a la Revelación que Él da".
Fuente: ACI/EWTN Noticias
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