En su habitual Catequesis de la Audiencia semanal ante
miles de fieles en el aula Pablo VI en el Vaticano, el Santo Padre hizo una
reflexión sobre las etapas de la Revelación de Dios narradas en las Sagradas Escrituras,
en la Biblia.
“El Adviento, para los cristianos, significa una
realidad maravillosa y desconcertante. Dios mismo ha atravesado su cielo y se
ha inclinado hacia el hombre; ha forjado una alianza con él, entrando en la
historia de un pueblo. Él es el rey que ha bajado a esta pobre provincia que es
la Tierra, y nos ha obsequiado con su visita asumiendo nuestra carne,
haciéndose hombre como nosotros.
El Adviento nos invita a recorrer el camino de esta
presencia y nos recuerda una y otra vez que Dios no se ha ido del mundo, que no
está ausente, que no nos abandona; al contrario, sale a nuestro encuentro de
diferentes maneras que tenemos que aprender a discernir.
También nosotros, con nuestra Fe, nuestra esperanza y
nuestra caridad, estamos llamados, día a día, a distinguir y testimoniar esta
presencia en el mundo a menudo superficial y distraído, a hacer que
resplandezca en nuestra vida la luz que ha iluminado la gruta de Belén.
En Jesús de Nazaret Dios manifiesta su rostro y pide
la decisión del hombre de reconocerlo y seguirlo. El revelarse de Dios en la
historia para entrar en relación de diálogo de amor con el hombre, da un nuevo
sentido a todo el camino humano. La historia no es un simple sucederse de los
siglos, de años, de días, sino el tiempo de una presencia que le da pleno
significado y abre a una sólida esperanza.
¿Dónde podemos leer las etapas de esta Revelación de
Dios? La Sagrada Escritura es el lugar privilegiado para descubrir los eventos
de este camino, y quisiera –una vez más– invitar a todos, en este Año de la Fe,
a tomar a la mano con más frecuencia la Biblia para leerla y meditarla y
prestar mayor atención a las lecturas de la Misa dominical, todo esto
constituye un alimento precioso para nuestra Fe.”
El Papa se refirió luego a algunos pasajes del Antiguo
Testamento en el que Dios interviene en la historia del pueblo de Israel, y uno
en el que Moisés pide no olvidar las cosas que el Señor "ha hecho con
nosotros".
"También el canto del Magnificat que la Virgen
María eleva a Dios, es un ejemplo altísimo de esta historia de salvación, de
esta memoria que tiene presente el obrar de Dios. María exalta el obrar
misericordioso de Dios en el camino concreto de su pueblo, la fidelidad a las
promesas de alianza hechas a Abraham y su descendencia; y todo esto es memoria
viva de la presencia divina que nunca falla.”
Luego de recordar la historia de Israel que se libera
de la esclavitud de Egipto por obra de Dios, el Papa resaltó que "la
celebración de este evento es un hacerlo presente y actual, porque la obra de
Dios no falla. Él tiene Fe en su designio de liberación y todavía lo sigue,
para que el hombre pueda reconocer y servir a su Señor y responder con Fe y
amor a su acción".
"Entonces Dios se revela a sí mismo no solo en el
acto primordial de la creación, sino entrando en nuestra historia, en la
historia de un pequeño pueblo que no era ni el más numeroso, ni el más fuerte. Y
esta revelación de Dios, que va adelante en la historia, culmina en Jesucristo.
Dios, el Logos, la Palabra creadora que está en el origen del mundo, se ha
encarnado en Jesús y ha mostrado el verdadero rostro de Dios. En Jesús se
cumple toda promesa, en Él se da el culmen de la historia de Dios con la
humanidad".
El Papa explicó que estas etapas de la Revelación
también están explicadas en el Catecismo de la Iglesia Católica, en donde se
puede ver que "Dios ha invitado al hombre, desde el principio, a una
comunión profunda con Él, e incluso cuando el hombre, por su desobediencia,
pierde su amistad, Dios no lo abandona al poder de la muerte; al contrario, le
ofrece muchas veces su alianza".
Fuente: ACI/EWTN Noticias
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