El Papa Benedicto XVI hizo hoy un especial llamado a
los católicos a tener una disposición fundamental: dirigir el corazón y abrirlo
dócilmente a Dios para rezar en la liturgia de la Iglesia.
En su habitual Catequesis de la Audiencia General
celebrada esta mañana ante miles de fieles en la Plaza de San Pedro, el Papa
reflexionó sobre la oración en la liturgia, un espacio ‘precioso’ que es:
"Un ámbito
privilegiado en el que Dios nos habla a cada uno de nosotros, aquí y ahora, y
espera nuestra respuesta".
Tras recordar que liturgia significa originalmente
"servicio de parte de y en favor del pueblo", el Papa resaltó
el momento en el que el celebrante, durante la Misa, anima a levantar el
corazón (Sursum corda) "fuera de la maraña de nuestras preocupaciones, de
nuestros deseos, de nuestras angustias, de nuestra distracción".
"Nuestro corazón, la parte íntima de nosotros
mismos, debe abrirse dócilmente a la Palabra de Dios, y recogerse en la oración
de la Iglesia, para recibir su orientación hacia Dios de las palabras mismas
que escucha y dice. La mirada del corazón debe dirigirse al Señor, que se
encuentra entre nosotros: es una disposición fundamental".
"Cuando vivimos la liturgia con esta actitud
fundamental, nuestro corazón viene sustraído como por la fuerza de la gravedad,
que lo atrae hacia abajo, y sube interiormente hacia arriba, hacia la verdad y
el amor, a Dios".
"Cómo recuerda el Catecismo de la Iglesia
Católica, ‘la misión de Cristo y del Espíritu Santo que, en la Liturgia
sacramental de la Iglesia anuncia, actualiza y comunica el Misterio de la
salvación, continúa en el corazón que ora. Los Padres de la vida espiritual a
veces comparan el corazón a un altar’. Dice el Catecismo: altare Dei est cor
nostrum".
En el significado de la liturgia "servicio en
favor del pueblo" se hace referencia a "un pueblo que no existe por
sí mismo, sino que se ha formado gracias al Misterio Pascual de Jesucristo. De
hecho, el Pueblo de Dios no existe por lazos de sangre, de territorio o de
nación, sino que nace por obra del Hijo de Dios y de la comunión con el Padre
que Él nos obtiene".
"Donde la mirada hacia Dios no es determinante,
todo lo demás pierde su orientación. El criterio fundamental para la liturgia
es su orientación hacia Dios, para que podamos participar de su obra".
"Pero podemos preguntarnos: ¿qué es esta obra de
Dios a la que estamos llamados a participar? La respuesta que nos da la
Constitución conciliar sobre la sagrada liturgia es aparentemente doble. En el
número 5 nos dice, en efecto, que la obra de Dios son sus acciones históricas
que nos traen la salvación, que culminan en la muerte y resurrección de
Jesucristo; pero en el número 7, la misma Constitución define la celebración de
la liturgia como ‘obra de Cristo’. Los dos significados están inseparablemente
unidos. Si nos preguntamos quién salva al mundo y al hombre, la única respuesta
es: Jesús de Nazaret, Señor y Cristo, crucificado y resucitado".
"¿Y dónde está presente hoy para nosotros, para
mí, el Misterio de la Muerte y Resurrección de Cristo, que trae la salvación?
La respuesta es: en la acción de Cristo, a través de la Iglesia, en la
liturgia, sobre todo en el Sacramento de la Eucaristía, que hace presente la
ofrenda sacrificial del Hijo de Dios, quien nos ha redimido; en el Sacramento
de la Reconciliación, en donde se pasa de la muerte del pecado a la vida nueva;
y en los otros actos sacramentales que nos santifican. El Misterio Pascual de
la Muerte y Resurrección de Cristo es el centro de la teología litúrgica del
Concilio".
"Demos un paso más y preguntémonos: ¿cómo podemos
hacer posible ésta actualización del Misterio Pascual de Cristo? El beato Papa
Juan Pablo II, 25 años después de la Constitución Sacrosanctum Concilium,
escribió: ‘para actualizar su Misterio Pascual, Cristo está siempre presente en
su Iglesia, principalmente en los actos litúrgicos. La Liturgia es, en
consecuencia, el lugar privilegiado del encuentro de los cristianos con Dios y
con Aquel a quien Él envió, Jesucristo’".
Como recuerda la Sacrosanctum Concilium, "para
garantizar la plena eficacia de la celebración ‘es necesario que los fieles se
acerquen a la liturgia con una disposición de ánimo correcto, pongan su propia
alma en consonancia con su propia voz y cooperen con la gracia divina para no
recibirla en vano’".
"Queridos amigos –prosiguió el Papa– celebramos y
vivimos bien la liturgia sólo si permanecemos en actitud de oración, uniéndonos
al misterio de Cristo y a su coloquio del Hijo con el Padre. Dios mismo nos
enseña a orar, afirma San Pablo. Él mismo nos ha dado las palabras adecuadas
para dirigirnos a Él, palabras que encontramos en el Salterio, en las grandes
oraciones de la sagrada liturgia y en la Celebración eucarística".
Para concluir pidió rogar "al Señor para ser cada
vez más conscientes del hecho de que la liturgia es acción de Dios y del
hombre; la oración que viene del Espíritu Santo y de nosotros, dirigida por
completo al Padre, en unión con el Hijo de Dios hecho hombre".
Vaticano
26 Septiembre 2012
Fuente:
Extractado ACI/EWTN Noticias
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