1 “Yo soy la Vid verdadera, y mi Padre el viñador.
2 Si
alguna de mis ramas no produce fruto,
él la corta; y limpia toda rama que produce
fruto para que dé más.
3 Ustedes
ya están limpios. La palabra que les he dirigido los ha purificado.
4 Permanezcan
en mí y yo permaneceré en ustedes. Como la rama no puede producir fruto por sí misma si no permanece en la planta, así
tampoco pueden ustedes producir frutos
si no permanecen en mí.
5 Yo
soy la Vid y ustedes las ramas. Si alguien permanece en mí, y yo en él, produce mucho fruto, pero sin mí no
pueden hacer nada.
6 El
que no se quede en mí, será arrojado afuera y se secará como ramas muertas: hay
que recogerlas y echarlas al fuego, donde arden.
7 Si
se quedan en mí, y mis palabras permanecen en ustedes, todo lo que deseen lo
pedirán y se les concederá.
8 Mi Padre encuentra su gloria en esto: que ustedes produzcan mucho fruto, llegando a ser con esto mis auténticos discípulos.
Evangelio: (Juan 15, vs 1-8)
Los
frutos son el resultado de todo el proceso de lo que se plantó, se sembró y se
cosechó. Los árboles se conocen por sus frutos. Es así como en este discurso de
despedida que Juan coloca en los labios de Jesús, la invitación a sus
discípulos es seguir unidos a Él, como Él lo está al Padre. Estar estrechamente
unidos a Jesús conlleva la certeza de hacer de nuestra vida, una vida que da
vida. Una vida dadora de frutos.
Estar
unidos a Jesucristo, nos hace vivir de manera coherente criterios, valores,
actitudes y acciones en la línea del Amor. Por nuestros frutos conocerán que
somos cristianos, porque expresaremos de diversas maneras lo que significa el
Amor. Produciremos mucho fruto si permanecemos unidos en el Amor.
Fuente: Evangelio Ciclo B
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