sábado, 30 de noviembre de 2013

Domingo I Adviento.



Queridos amigos y amigas:
Que Jesús está por venir, es con mucho la cosa más importante que nos dice el Evangelio de hoy (Mt 24, 37-44), lo que, además, nos llena de alegría y anima nuestra esperanza. Jesús está por venir de tres formas distintas, y espera de nosotros que, para cualquiera de ellas, estemos vigilantes y que nos preparemos debidamente. Sólo así su llegada será para nosotros un encuentro feliz y una fuente de bendiciones. Llega ante todo en la Navidad, ya a menos de un mes y para cuya llegada empezamos a prepararnos desde hoy, inicio del Adviento. Llega en los grandes y los pequeños acontecimiento de la vida. Grandes como cuando sobrevino el Diluvio, en tiempos de Noé, que el mismo Jesús menciona (Mt 24, 37); o pequeños y de cada día, como cuando se nos cruza un pobre en el camino, que representa a Jesús. Y llegará al final de los tiempos, cuando se haga presente como Señor de vivos y muertos...
A veces y por el modo escatológico en que Jesús se expresa, como en el Evangelio de hoy, algunos se alarman y se amedrantan. Ciertamente no sabemos la fecha en que ha de llegar ni ha querido revelárnosla, pero sí sabemos que ha de venir. Y que por lo tanto debemos estar vigilantes. Que no nos pase como en la primera Navidad, cuando vino por vez primera. Vino como un amable y divino niño, pero ni los suyos se dieron cuenta y no lo recibieron (Jn 1, 11). Sabemos que Jesús no quiere asustarnos ni sorprendernos, sólo que estemos sobreaviso y en espera activa. Como el administrador solícito y fiel, que cierra el capítulo (Lc 24, 45-47): su Señor lo pondrá al frente de todo lo que tiene.
Más aún, le servirá Él mismo, si sabe olvidarse de sí por los demás y si sabe hacer de su vida un servicio a Dios y al prójimo (Jn 12, 25-26). La pequeña gran parábola del grano de trigo que muere, es muy aleccionadora en relación con lo que Jesús quiere decirnos. Aunque no lo parezca, ese grano de trigo es cada uno de nosotros, que va germinando y creciendo, hasta que cae en tierra (figura de la muerte). Entonces rompe, brota un tallo y da una espiga, con abundante trigo nuevo o… sin grano (Jn 12, 24). En la vida actuamos muchas veces como si a Dios le diera igual lo bueno que lo malo, como si Él nunca hubiera de venir… La gente come, bebe y se casa… Dos hombres estarán trabajando en el campo o dos mujeres moliendo… Pero el destino de la gente y de las personas, que Jesús pone como ejemplo, será muy distinto. Llegó el diluvio y se los llevó a todos (menos a Noé y su gente) y, en el caso de las personas, una será llevada (a la gloria) y la otra dejada (en la muerte).
La venida de Jesús y el tiempo de Adviento que iniciamos, es una invitación a vivir en la esperanza y a transmitir signos de esperanza. Es decir, a ilusionarnos por algo grande, a tener confianza en conseguirlo, a actuar con firmeza y constancia…, que son los componentes principales de la esperanza. Con Jesús que viene podemos construir un mundo mejor para todos.

Fuente: P. Antonio Elduayen, CM

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