Queridos amigos y
amigas:
Que Jesús está por
venir, es con mucho la cosa más importante que nos dice el Evangelio de hoy (Mt
24, 37-44), lo que, además, nos llena de alegría y anima nuestra esperanza.
Jesús está por venir de tres formas distintas, y espera de nosotros que, para
cualquiera de ellas, estemos vigilantes y que nos preparemos debidamente. Sólo
así su llegada será para nosotros un encuentro feliz y una fuente de
bendiciones. Llega ante todo en la Navidad, ya a menos de un mes y para cuya
llegada empezamos a prepararnos desde hoy, inicio del Adviento. Llega en los
grandes y los pequeños acontecimiento de la vida. Grandes como cuando sobrevino
el Diluvio, en tiempos de Noé, que el mismo Jesús menciona (Mt 24, 37); o
pequeños y de cada día, como cuando se nos cruza un pobre en el camino, que
representa a Jesús. Y llegará al final de los tiempos, cuando se haga presente
como Señor de vivos y muertos...
A veces y por el
modo escatológico en que Jesús se expresa, como en el Evangelio de hoy, algunos
se alarman y se amedrantan. Ciertamente no sabemos la fecha en que ha de llegar
ni ha querido revelárnosla, pero sí sabemos que ha de venir. Y que por lo tanto
debemos estar vigilantes. Que no nos pase como en la primera Navidad, cuando vino
por vez primera. Vino como un amable y divino niño, pero ni los suyos se dieron
cuenta y no lo recibieron (Jn 1, 11). Sabemos que Jesús no quiere asustarnos ni
sorprendernos, sólo que estemos sobreaviso y en espera activa. Como el
administrador solícito y fiel, que cierra el capítulo (Lc 24, 45-47): su Señor
lo pondrá al frente de todo lo que tiene.
Más aún, le servirá
Él mismo, si sabe olvidarse de sí por los demás y si sabe hacer de su vida un
servicio a Dios y al prójimo (Jn 12, 25-26). La pequeña gran parábola del grano
de trigo que muere, es muy aleccionadora en relación con lo que Jesús quiere
decirnos. Aunque no lo parezca, ese grano de trigo es cada uno de nosotros, que
va germinando y creciendo, hasta que cae en tierra (figura de la muerte). Entonces
rompe, brota un tallo y da una espiga, con abundante trigo nuevo o… sin grano
(Jn 12, 24). En la vida actuamos muchas veces como si a Dios le diera igual lo
bueno que lo malo, como si Él nunca hubiera de venir… La gente come, bebe y se
casa… Dos hombres estarán trabajando en el campo o dos mujeres moliendo… Pero
el destino de la gente y de las personas, que Jesús pone como ejemplo, será muy
distinto. Llegó el diluvio y se los llevó a todos (menos a Noé y su gente) y,
en el caso de las personas, una será llevada (a la gloria) y la otra dejada (en
la muerte).
La venida de Jesús y
el tiempo de Adviento que iniciamos, es una invitación a vivir en la esperanza
y a transmitir signos de esperanza. Es decir, a ilusionarnos por algo grande, a
tener confianza en conseguirlo, a actuar con firmeza y constancia…, que son los
componentes principales de la esperanza. Con Jesús que viene podemos construir
un mundo mejor para todos.Fuente: P. Antonio Elduayen, CM
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