Queridos amigos
Qué irá a ser de
este niño, se preguntaba la gente cuando nació Juan, de sobrenombre el Bautista
(Lc 1, 66). Y es que habían pasado tantas “cosas extraordinarias” entorno a su
concepción y nacimiento, que era visible la mano de Dios sobre él. Tan visible
que sus padres lo llamaron Juan -yohanan, en hebreo, que significa Yavé es
compasivo- , es decir regalo de Dios. Regalo de Dios es todo niño que viene a
este mundo, aunque sus papás y familiares tengan que preguntarse muchas veces
¿qué irá a ser de este niño?
Nosotros sabemos
muy bien lo que llegó a ser el niño Juan y cómo llegó a terminar su vida. Llegó
a ser el precursor de Jesús el Mesías (Lc 1,76) y terminó decapitado,
presentada su cabeza en una bandeja para satisfacer las pasiones y los
caprichos de un rey y su amante (Mc 6, 14-29). Dicho así, lo que fue
(precursor) suena pobre y su muerte una desgracia. Pero visto desde lo que
Jesús dijo de él y lo que su muerte significó, la cosa cambia. “Es más que un
profeta…”, es “el mayor de los hombres nacidos de mujer” (Jn 7, 26, 28). En
cuanto a su muerte, trágica y absurda a los ojos del mundo, es la de un mártir
a los ojos de Dios, de la historia y de la Iglesia, que hoy lo celebra con
solemnidad.
Incidiendo en la
importancia de Juan, los cuatro evangelistas hablan de él, presentándolo cada
uno desde su particular visión: Para Mateo es sobre todo el Bautista (Mt 3,
13-17); para Marcos es un Profeta y actúa como tal (Mc 1,1-8); para Lucas es el
Precursor (Lc 3, 1-19); y para Juan es el Testigo, que da testimonio de Jesús
(Jn 1,15, 19-34; 3, 22-36). De todos estos aspectos, ¿con cuál se quedarían
ustedes? Yo me quedaría con el de Precursor, pero completado con el de
facilitador, porque le facilitó a Jesús su misión de muchas maneras, por
ejemplo, invitando a varios de sus discípulos a pasarse a Jesús (Jn 1,36-37).
Todo eso y mucho
más fue Juan Bautista. Hoy diríamos que tenía “ángel”, pues no obstante su ruda
apariencia externa y su fuerte personalidad, -¿o quizá por eso?- , le seguían
multitudes, fascinadas y dispuestas a hacer lo que él les mandara. ¡Y vaya que
sí les mandaba! (Lc 10, 3-14). Entre sus muchas virtudes cabe destacar dos, que
a muchos les parecerán contradictorias: la humildad y la hombría. Juan era ante
todo un hombre humilde, es decir, sincero, auténtico, íntegro y veraz. Pudo
fácilmente haberse presentado y haber sido aceptado como el Mesías, pero no lo
hizo… En esto mostró la misma hombría que exhibió cuando denunció al rey por su
conducta inmoral (Mc 6, 17-29)
Me pregunto qué
haría hoy entre nosotros el Profeta Juan. Aunque quizá sea más difícil saber
qué haríamos nosotros con él. ¿Qué piensan ustedes
de las dos preguntas? ¿Y no creen que
el mundo de hoy necesita a gritos hombres como él? Hay sin duda unos cuantos, pero pidamos al
Señor que nos envíe algunos más.
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