sábado, 16 de junio de 2012

Sala de Lectura: Estampas Populares de Chile –Crónicas.(1)




“No se puede dudar. Hay algo de profundamente heroico en la geografía y el alma humanas de Chile. Bajemos desde el Altiplano, donde el derrumbe de las serranías nos muestra, entre las brumas que ocultan o develan la cabeza agresiva del Tacora, un espectáculo de melancolía y fortaleza  poderosos. Aquella mula que trae sobre su lomo las carnaduras y los tapujos de una hembra y su crío, de pura cepa aimará o quechua, mientras el hombre, de igual caradura racial, camina a su flanco, ¿no son parte de la tierra, de la roca, del aire, de la puna mismos? Entre el pedrerío nacen la llareta y la queñua, y esta suerte musculosa de vegetales es también confluencia física y espiritual hacia una sensación de poesía que se bandea en esta lucha grandiosa que es el paisaje. No hablemos del sonido entrañable de la quena, venido como desde el origen de los siglos o desde las tripas volcánicas de la tierra, y que nace de los pulmones del meditativo pastor de llamos y vicuñas, y del alma inasible de la caña, cortada seguramente en las inmediaciones mismas del Titicaca.
Todo esto, mientras en las alturas y cuencas cordilleranas del Andes escabroso se abisman en la búsqueda de un mar que se alcanza a ver, pero cuyo resoplar infinito se siente igual que caricia en los primeros tramos del peregrinaje telúrico que se llama territorio chileno. Y si hay que evocar el mar, no hablemos solamente del azul, de los horizontes luminosos del Pacífico, ni de espumas. Hay por  estos lados una raza tostada de hombres muy buenos para cantar victoria sobre la huidiza albacora: es el pescador, que se enseñorea desde el Morro de Arica hasta los témpanos de la Antártica, a cuero mondo muchas veces, picando el agua brava con sus embarcaciones, igual que el minero pica la piedra para que largue sus maravillas de metales.
Y si seguimos diciendo mar, hay que seguir diciendo cordilleras, lomajes, magia de espejismos, en medio de los cuales el hombre apostó  permanentemente su aguerrida condición. Hay en el norte chileno un vaivén fascinante que es vaivén de océano que va hacia la tierra y tierra que se confunde con el mar. Y si aquí la belleza es trabajada, de una alquimia más misteriosa y transparente que el corazón del salitre y el cobre que florecen en las zonas de Tarapacá y Antofagasta, no descuidemos por motivo alguno al hombre que ha hecho florecer esta tierra, a costa de estampidos, si no de flores y arboledas, de vitales riquezas minerales. Y hablando de hombres, así casi en tono de conseja, vamos alguna vez a las fiestas religiosas de La Tirana. Aquí es donde unos romeros, de uno y de otro sexo, pequeños y mayores, de todos los portes y de todos los trajes más pintorescos, de todos los lugares, le bailan a la Virgen del Carmen, a pleno desierto apenas resarcidos por los tamarugos, los molles o los algarrobos tan heroicos como los hombres.”

Libro:  Estampas Populares de Chile –Crónicas.
           Extracto desde Crónica: Repujado geográfico y humano de
           Chile.
Autor: Nicomedes Guzmán (1914-1964)
Nacionalidad: Chilena

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