lunes, 30 de abril de 2012

Jornada Mundial de la Juventud. (1)




Abrid las puertas al Redentor.

Muy queridos jóvenes "¡Abrid las puertas al Redentor!" Me viene a los labios espontáneamente este llamamiento que hice al mundo al comienzo de mi pontificado y que después elegí para lema y guía de la celebración de este Año Santo extraordinario. Me salta espontáneamente a los labios esta tarde en este encuentro con vosotros que habéis venido en representación de los jóvenes de todo el mundo. Dáis testimonio  que el mensaje de Cristo no os deja indiferentes. Intuís que en su palabra puede estar la respuesta que vais buscando ansiosamente. Aun en medio de interrogantes y dudas, perplejidades y desánimos, percibís en lo hondo de vuestro corazón que Él posee la clave capaz de resolver el enigma que anida hoy en todo ser humano. No os hubierais puesto en camino hacia Roma, si no os hubiera espoleado este atisbo en el que vibra ya el gozo de un descubrimiento que puede dotar de sentido y meta a toda una vida.

Amadísimos hermanos. A Cristo se le descubre dejándole caminar junto a nosotros en nuestro camino. Es ésta mi invitación: dejad queridísimos jóvenes que Cristo se ponga a vuestro lado con la palabra de su Evangelio y la energía vital de sus sacramentos. La suya es presencia exigente. Puede parecer una presencia incómoda al principio, y podéis sentiros tentados de rechazarla. Pero si tenéis el coraje de abrirle las puertas del corazón y acogerlo en la vida, descubriréis en Él el gozo de la verdadera libertad, que os da la posibilidad de construir vuestra existencia sobre la única realidad capaz de resistir al desgaste del tiempo y de lanzaros más allá de las fronteras de la muerte, la realidad indestructible del Amor.

Jubileo de los Jóvenes, Abril de 1984
Autor: Beato Juan Pablo II

sábado, 28 de abril de 2012

Va con nosotros.




El símbolo de Jesús como pastor bueno produce hoy en algunos cristianos cierto fastidio.  No queremos ser tratados como ovejas de un rebaño. No necesitamos a nadie que gobierne y controle nuestra vida. Queremos ser respetados. No necesitamos de ningún pastor.
No sentían así los primeros cristianos. La figura de Jesús buen pastor se convirtió muy pronto en la imagen más querida de Jesús. Ya en las catacumbas de Roma se le representa cargando sobre sus hombros a la oveja perdida. Nadie está pensando en Jesús como un pastor autoritario dedicado a vigilar y controlar a sus seguidores, sino como un pastor bueno que cuida de ellas.
 El "pastor bueno" se preocupa de sus ovejas. Es su primer rasgo. No las abandona nunca. No las olvida. Vive pendiente de ellas. Está siempre atento a las más débiles o enfermas. No es como el pastor mercenario que, cuando ve algún peligro, huye para salvar su vida abandonando al rebaño. No le importan las ovejas.
Jesús había dejado un recuerdo imborrable. Los relatos evangélicos lo describen preocupado por los enfermos, los marginados, los pequeños, los más indefensos y olvidados, los más perdidos. No parece preocuparse de sí mismo. Siempre se le ve pensando en los demás. Le importan sobre todo los más desvalidos.
Pero hay algo más. "El pastor bueno da la vida por sus ovejas". Es el segundo rasgo. Hasta cinco veces repite el evangelio de Juan este lenguaje. El amor de Jesús a la gente no tiene límites. Ama a los demás más que a sí mismo. Ama a todos con amor de buen pastor que no huye ante el peligro sino que da su vida por salvar al rebaño.
Por eso, la imagen de Jesús, "pastor bueno", se convirtió muy pronto en un mensaje de consuelo y confianza para sus seguidores. Los cristianos aprendieron a dirigirse a Jesús con palabras tomadas del salmo 22: "El Señor es mi pastor, nada me falta... aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo... Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida".
Los cristianos vivimos con frecuencia una relación bastante pobre con Jesús. Necesitamos conocer una experiencia más viva y entrañable. No creemos que él cuida de nosotros. Se nos olvida que podemos acudir a él cuando nos sentimos cansados y sin fuerzas o perdidos y desorientados.
Una Iglesia formada por cristianos que se relacionan con un Jesús mal conocido, confesado solo de manera doctrinal, un Jesús lejano cuya voz no se escucha bien en las comunidades..., corre el riesgo de olvidar a su Pastor. Pero, ¿quién cuidará a la Iglesia si no es su Pastor?

Fuente: Jose Antonio Pagola

Yo soy el Buen Pastor.




11  Yo soy el Buen Pastor. El buen pastor da su vida por sus ovejas.
12  El asalariado, que no es pastor, ni dueño de las ovejas, huye ante el lobo abandonándolas, y el lobo las agarra y las dispersa,
13  ´porque no es más que un asalariado y no le importan las ovejas.
14  Yo soy el Buen Pastor: conozco las mías y las mías me conocen a mí.
15  Así como me conoce el Padre, también yo conozco al Padre, y yo doy mi vida por mis ovejas.
16  Tengo otras ovejas que no son de este corral. A ellas también las llamaré y oirán mi voz; y habrá un solo rebaño como hay un solo pastor.
17  El Padre me ama porque yo mismo doy mi vida, y la volveré a tomar.
18  Nadie ha podido quitarme la vida sino que yo mismo la voy a entregar. Libremente la entregaré, y libremente también la recobraré: así lo dispuso mi Padre.

Evangelio: (Juan 10, vs 11-18)

Oración:

Jesús, Buen Pastor,
queremos  seguir tus pasos.
Danos tu Espíritu, para aprender
a  vivir en la misericordia.
Ayúdanos a descubrir
la gratuidad de tu amor, 
entrega generosa,
don de vida que se regala. 
Danos tu Espíritu, Jesús, Buen Pastor, 
para perseverar en nuestra búsqueda, 
para seguir en camino,
para animarnos a la esperanza activa 
de hacer un Reino de paz 
y de bondad para todos. 
Danos tu Espíritu, Jesús, 
para seguirte, para imitar tu entrega, 
para hacer el bien en nuestros días, 
en el camino de cada uno, 
para vivir en la bondad, 
caminando hacia el Reino.
Amén.

Fuente: Lectio Divina

viernes, 27 de abril de 2012

Carta Apostólica PORTA FIDEI. (3)




En forma de Motu Proprio
Del Sumo Pontífice
BENEDICTO XVI
Con la que se convoca el Año de la Fe.

5. En ciertos aspectos, mi Venerado Predecesor vio ese Año como una “consecuencia y exigencia postconciliar[8], consciente de las graves dificultades del tiempo, sobre todo con respecto a la profesión de la Fe verdadera y a su recta interpretación. He pensado que iniciar el Año de la Fe coincidiendo con el cincuentenario de la apertura del Concilio Vaticano II puede ser una ocasión propicia para comprender que los textos dejados en herencia por los Padres conciliares, según las palabras del beato Juan Pablo II, “no pierden su valor ni su esplendor. Es necesario leerlos de manera apropiada y que sean conocidos y asimilados como textos cualificados y normativos del Magisterio, dentro de la Tradición de la Iglesia. […] Siento más que nunca el deber de indicar el Concilio como la gran gracia de la que la Iglesia se ha beneficiado en el siglo XX. Con el Concilio se nos ha ofrecido una brújula segura para orientarnos en el camino del siglo que comienza[9]. Yo también deseo reafirmar con fuerza lo que dije a propósito del Concilio pocos meses después de mi elección como Sucesor de Pedro: “Si lo leemos y acogemos guiados por una hermenéutica correcta, puede ser y llegar a ser cada vez más una gran fuerza para la renovación siempre necesaria de la Iglesia[10].

6. La renovación de la Iglesia pasa también a través del testimonio ofrecido por la vida de los creyentes: con su misma existencia en el mundo, los cristianos están llamados efectivamente a hacer resplandecer la Palabra de verdad que el Señor Jesús nos dejó. Precisamente el Concilio, en la Constitución dogmática Lumen gentium, afirmaba: “Mientras que Cristo, ‘santo, inocente, sin mancha’ (Hb 7, 26), no conoció el pecado (cf. 2 Co 5, 21), sino que vino solamente a  expiar  los pecados del pueblo (cf. Hb 2, 17), la Iglesia, abrazando en su seno a los pecadores, es a la vez santa y siempre necesitada de purificación, y busca sin cesar la conversión y la renovación. La Iglesia continúa su peregrinación “en medio de las persecuciones del mundo y de los consuelos de Dios”, anunciando la cruz y la muerte del Señor hasta que vuelva (cf. 1 Co 11, 26). Se siente fortalecida con la fuerza del Señor resucitado para poder superar con paciencia y amor todos los sufrimientos y dificultades, tanto interiores como exteriores, y revelar en el mundo el misterio de Cristo, aunque bajo sombras, sin embargo, con fidelidad hasta que al final se manifieste a plena luz[11].
En esta perspectiva, el Año de la Fe es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo. Dios, en el misterio de su muerte y resurrección, ha revelado en plenitud el Amor que salva y llama a los hombres a la conversión de vida mediante la remisión de los pecados (cf. Hch 5, 31). Para el apóstol Pablo, este Amor lleva al hombre a una nueva vida: “Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva” (Rm 6, 4). Gracias a la Fe, esta vida nueva plasma toda la existencia humana en la novedad radical de la resurrección. En la medida de su disponibilidad libre, los pensamientos y los afectos, la mentalidad y el comportamiento del hombre se purifican y transforman lentamente, en un proceso que no termina de cumplirse totalmente en esta vida. La “Fe que actúa por el amor” (Ga 5, 6) se convierte en un nuevo criterio de pensamiento y de acción que cambia toda la vida del hombre (cf. Rm 12, 2; Col 3, 9-10; Ef 4, 20-29; 2 Co 5, 17).

Nota: Publicación original y completa de escritos 5 y 6 de un total de 15.  Posteriormente se publicarán los escritos 7, 8 y 9.
Fuente: www.vatican.va


domingo, 22 de abril de 2012

Testigos.




Lucas  describe el encuentro del Resucitado con sus discípulos como una experiencia fundante. El deseo de Jesús es claro. Su tarea no ha terminado en la cruz. Resucitado por Dios después de su ejecución, toma contacto con los suyos para poner en marcha un movimiento de "testigos" capaces de contagiar a todos los pueblos su Buena Noticia: "Vosotros sois mis testigos". 


No es fácil convertir en testigos a aquellos hombres hundidos en el desconcierto y el miedo. A lo largo de toda la escena, los discípulos permanecen callados, en silencio total. El narrador solo describe su mundo interior: están llenos de terror; solo sienten turbación e incredulidad; todo aquello les parece demasiado hermoso para ser verdad.

Es Jesús quien va a regenerar su fe. Lo más importante es que no se sientan solos. Lo han de sentir lleno de vida en medio de ellos. Estas son las primeras palabras que han de escuchar del Resucitado: "Paz a vosotros... ¿Por qué surgen dudas en vuestro interior?".

Cuando olvidamos la presencia viva de Jesús en medio de nosotros; cuando lo hacemos opaco e invisible con nuestros protagonismos y conflictos; cuando la tristeza nos impide sentir todo menos su paz; cuando nos contagiamos unos a otros:  pesimismo  e incredulidad... estamos pecando contra el Resucitado. No es posible una Iglesia de testigos.

Para despertar su fe, Jesús no les pide que miren su rostro, sino sus manos y sus pies. Que vean sus heridas de crucificado. Que tengan siempre ante sus ojos su amor entregado hasta la muerte. No es un fantasma: "Soy yo en persona". El mismo que han conocido y amado por los caminos de Galilea.

Siempre que pretendemos fundamentar la fe en el Resucitado con nuestras elucubraciones, lo convertimos en un fantasma. Para encontrarnos con él, hemos de recorrer el relato de los evangelios: descubrir esas manos que bendecían a los enfermos y acariciaban a los niños, esos pies cansados de caminar al encuentro de los más olvidados; descubrir sus heridas y su pasión. Es ese Jesús el que ahora vive resucitado por el Padre.

A pesar de verlos llenos de miedo y de dudas, Jesús confía en sus discípulos. Él mismo les enviará el Espíritu que los sostendrá. Por eso les encomienda que prolonguen su presencia en el mundo: "Vosotros sois testigos de esto". No han de enseñar doctrinas sublimes, sino contagiar su experiencia. No han de predicar grandes teorías sobre Cristo sino irradiar su Espíritu. Han de hacerlo creíble con la vida, no solo con palabras. Este es siempre el verdadero problema de la Iglesia: la falta de testigos.

Fuente: José Antonio Pagola

Jesús se presenta a sus apóstoles.



35  Ellos, por su parte, contaron lo sucedido en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
36  Mientras estaban hablando de todo esto, Jesús se presentó en medio de ellos. Les dijo: “Paz a ustedes.
37  Estaban atónitos y asustados, pensando que veían algún espíritu.
38  Pero les dijo: “¿Por qué se asustan tanto y por qué les vienen estas dudas?
39  Miren mis manos y mis pies, soy yo. Tóquenme y fíjense bien que un espíritu no tiene carne ni huesos, como ustedes ven que yo tengo.
40  Y al mismo tiempo les mostró sus manos y sus pies.
41  Y como en medio de tanta alegría no podían creer y seguían maravillados, les dijo: “¿Tienen aquí algo que comer?
42  Ellos le ofrecieron un pedazo de pescado asado
43  ‘y él lo tomó y comió ante ellos.
44  Jesús les dijo: “Todo esto se lo había dicho cuando estaba todavía con ustedes. Tenía que cumplirse lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos respecto a mí.
45  Entonces les abrió la mente para que lograran entender las Escrituras y les dijo:
46  “Esto estaba escrito: los sufrimientos de Cristo, su resurrección de entre los muertos al tercer día
47  ‘y la predicación que ha de hacerse en su nombre a todas las naciones, comenzando por Jerusalén,
48  ‘invitándoles a que se conviertan y sean perdonadas  de sus pecados. Y ustedes son testigos de todo esto.

Evangelio: (Lc.  24, vs 35-48)

Oración:

Señor Jesús
tú que habías sido colgado en la cruz
y que te habían puesto en un túmulo,
ahora te apareces y saludas a tus discípulos
diciéndoles:  “La paz esté con ustedes.
Te pedimos que nos ayudes a comprender
todo el misterio de tu resurrección y
así valorar el hecho de que Tú
que venciste la muerte, ahora estás vivo
y  estás a nuestro lado.
Derrama en nosotros tu Espíritu Santo
para que sepamos reconocerte en nuestra vida
y tener la certeza y la seguridad
de que estás vivo y que estás a nuestro lado,
porque has resucitado
y que nos implicas y comprometes en tu misión.
Que así sea
Amén.

Fuente: Lectio Divina

lunes, 16 de abril de 2012

El Papa Benedicto XVI en su cumpleaños.



En la Misa que celebró esta mañana en la Capilla Paulina del Palacio Apostólico del Vaticano, el Papa Benedicto XVI conmovió a los presentes con una homilía muy personal:

“Me encuentro ante el último tramo del recorrido de mi vida y no sé qué me espera. Sé, sin embargo, que la luz de Dios está allí, que Él ha resucitado y que su luz es más fuerte que cualquier oscuridad, sé que la bondad de Dios es más fuerte que todos los males de este mundo. Y esto me ayuda a proceder con seguridad. Esto nos ayuda a seguir hacia adelante, y en esta hora agradezco de corazón a todos los que continuamente me permiten percibir el ‘sí’ de Dios a través de su Fe”.

Santa Bernadette, la vidente de Lourdes, y Benito José Labre, un santo del siglo XVII conocido como el “peregrino de los mendigos”, son las dos figuras de referencia que he tenido desde pequeño. Compartir la fecha de cumpleaños con Santa Bernardette Subirous, la vidente de las apariciones de Lourdes ha sido muy especial: “Ahora en este día, esta pequeña santa ha sido siempre para mí un signo (…) de cómo deberíamos ser. Del hecho que con todo el saber y el hacer, que son necesarios, no debemos perder el corazón sencillo, la mirada simple del corazón, capaz de ver lo esencial”.

Santa Bernardette “sabía ver” lo que la Virgen le señalaba: “la fuente de agua viva, pura”. Agua que es imagen “de la verdad que viene a nuestro encuentro en la Fe, de la verdad no disimulada y no contaminada”. Porque “para poder vivir, para poder llegar a ser puros, necesitamos que en nosotros nazca la nostalgia de la vida pura, de la verdad verdadera, de lo no contaminado por la corrupción, del ser humanos sin pecado”. “En nuestro tiempo, en el que vemos en el mundo tantos afanes, y en el que irrumpe la necesidad del agua, del agua pura, este signo es tanto más grande. De María, de la Madre del Señor, del corazón puro, viene también el agua pura, incontaminada, que da la vida, el agua que en este siglo, y en los siglos por venir, nos purifica y nos sana”.

Además, reflexionó sobre San Benedicto José de Labre, fallecido un 16 de abril y con quien comparte el nombre de Papa y el de pila, Joseph. Es un santo europeo que tiene su particularidad en el hecho que “no quiere hacer otra cosa que rezar y dar testimonio sobre aquello que cuenta” en la vida: Dios.

No “un ejemplo a emular”, sino como “un dedo que indica lo esencial”: que solo Dios “basta” y que quien “se abre a Dios no se aleja del mundo ni de los hombres porque encuentra hermanos, porque en Dios caen todas las fronteras, porque solo Dios puede eliminar las fronteras porque para Dios, todos somos hermanos, hacemos parte los unos de los otros, que la unicidad de Dios significa al mismo tiempo la hermandad y la reconciliación de los hombres, el desmantelamiento de las fronteras que nos unen y nos curan”.

El Papa recordó que nació un Sábado Santo y sus padres lo bautizaron ese mismo día. Les agradeció por haberlo “hecho renacer” ese día a través del agua del Bautismo: “La vida se convierte en un verdadero don si junto a ella se puede dar también una promesa que es más fuerte que cualquier desventura que nos pueda amenazar, si ella está inmersa en una fuerza que garantiza que es un bien ser un hombre (…) Así, a nuestro nacimiento va asociado el renacimiento, la certeza de que en verdad es algo bueno, porque la promesa es más fuerte que las amenazas”.

El Papa explicó que el sentido del Bautismo un pertenecer a “la gran y nueva familia de Dios es más fuerte que todas las fuerzas negativas que nos amenazan”.

Vaticano, 16 Abr. 2012

Fuente: Extractado Aciprensa

sábado, 14 de abril de 2012

Domingo 2º de Pascua.



Queridos amigos:

La confesión de fe, que hace Tomás ante Jesús, es conmovedora y la venimos repitiendo todos los cristianos a la hora de la consagración, cuando el sacerdote levanta para su adoración la santa hostia y el cáliz con la sangre de Cristo: “Señor mío y Dios mío”, proclamamos en alta voz o en nuestro interior. Tomás redimía así su falta, al mismo tiempo que se reafirmaba como apóstol de Jesús, listo para dar su vida por Él (La dio muriendo mártir en la India). Gracias, Tomás, dirá S. Agustín, porque con tu incredulidad nos has hecho más fácil creer a nosotros. Y gracias, Tomás, decimos nosotros, porque por tu incredulidad hiciste que Jesús nos diera una nueva Bienaventuranza, que, pensamos, nos toca muy de cerca y de lleno: Bienaventurados los que creen sin haber visto…, como nosotros, pensamos en nuestro interior.

En el primer día de su resurrección, Jesús se apareció a muchos, en lugares y circunstancias muy diferentes. Le interesaba hacer ver que había resucitado, que seguía vivo, pero le interesaba aún más hacer ver que su misión y propuestas continuaban en pie, tan firmes como antes. Era el inicio de un plan de formación y acción especiales que habría de durar cuarenta días (Hech 1, 1-8), y que para los Apóstoles empezó en su primera aparición. Con dos cosas importantísimas: Un Pentecostés anticipado y exclusivo para ellos y la institución del sacramento del perdón. Ambas cosas en un ambiente de paz: shalom, shalom, les repitió el Señor.

Reciban el Espíritu Santo, les dijo uniendo el gesto a las palabras, mientras soplaba sobre ellos. Y añadió: “a quienes ustedes perdonen les pecados, les quedan perdonados; a quienes no se los perdonen, les quedan retenidos” (Jn 20, 22-23). Les recomiendo aprender de memoria este texto y la cita, que da poder a los Apóstoles y a sus sucesores (Obispos y Sacerdotes), de perdonar los pecados, y que fundamenta de un modo tan claro el sacramento del perdón. ¿Por qué he de confesarme ante un hombre?, dicen algunos. Pues sencillamente porque así lo ha dispuesto quien otorga el perdón. Ese Señor de la Divina Misericordia, cuya fiesta celebramos justamente hoy.

Fuente: Extractado P. Antonio Elduayen

Consagración de la Familia Vicentina.



Consagración de la Familia Vicentina a la Virgen de la Medalla Milagrosa


¡Oh Virgen Milagrosa!

Postrados ante tu imagen bendita,

nos consagramos enteramente a tu protección;

te presentamos nuestras vidas,

nuestros trabajos y servicios,

manifestados en la caridad afectiva y efectiva

a favor de nuestros Amos y Señores.

Derrama sobre nosotros tus rayos de gracia,

para que seamos fieles en el seguimiento

de Jesucristo Servidor y Evangelizador de los Pobres.

Con tu maternal mirada acompaña a esta Familia Vicentina,

para que unidos en fraternidad, anunciemos

el reino de Dios con amor y alegría.

Amén.


“Necesitamos salir de nuestras puertas cerradas, debemos salir a anunciar el Evangelio del Señor, debemos transmitir la Paz a nuestro alrededor…”

Homilía de Consagración: Fragmento P. Mario Vignola


Te damos gracias Señor por la Fe,

la Esperanza y el Amor que nos has regalado.

Te pedimos que permanezcan siempre

en nuestros corazones,

para que podamos entregarlas

con generosidad y humildad

a quienes les servimos.


Acción de gracias.

Animadores de Salud.

Señor mío y Dios mío.



19 La tarde de ese mismo día, el primero de la semana, los discípulos estaban a puertas cerradas por miedo a los judíos. Jesús se hizo presente allí, de pie en medio de ellos.

20 Les dijo: “La paz sea con ustedes.” Después de saludarlos así, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se llenaron de gozo al ver al Señor.

El les volvió a decir: “La paz esté con ustedes. Así como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes.”

23 Dicho esto, sopló sobre ellos: “Reciban el Espíritu Santo,

22 ´a quienes ustedes perdonen, queden perdonados, y a quienes no libren de sus pecados, queden atados.”

24 Uno de los Doce no estaba cuando vino Jesús. Era Tomás, llamado el Gemelo.

25 Los otros discípulos le dijeron después: “Vimos al Señor.” Contestó: “No creeré sino cuando vea la marca de los clavos en sus ‘manos, meta mis dedos en el lugar de los clavos y palpe la herida del costado.”

26 Ocho días después, los discípulos estaban de nuevo reunidos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús a pesar de estar las puertas cerradas, y se puso de pie en medio de ellos.

Les dijo: “La paz sea con ustedes.”

27 Después dijo a Tomás: “Ven acá, mira mis manos; extiende tu mano y palpa mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe.”

28 Tomás exclamó: “Tú eres mi Señor y mi Dios.”

29 Jesús le dijo: “Tú crees porque has visto. Felices los que creen sin haber visto.”

30 Muchas otras señales milagrosas hizo Jesús en presencia de sus discípulos que no están escritas en este libro.

31 Estas han sido escritas para que crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y que por esta fe tengan la vida que él solo puede comunicar.


Evangelio: (Juan 20, vs 19-31)

Domingo 15 Abril 2012


El abandono de los pobres que San Vicente comprueba y su meditación del Evangelio, le llevan a centrar su fe y su vida en Jesucristo. Pero al servir a los pobres, descubre en ellos la imagen viviente de Jesucristo:

“Otro motivo, es que, al servir a los pobres, se sirve a Jesucristo. Hijas mías, ¡cuánta verdad es esto! Sirven a Jesucristo en la persona de los pobres. Y esto es tan verdad como que estamos aquí. Una hermana irá diez veces cada día a ver a los enfermos, y diez veces cada día encontrará en ellos a Dios… Vayan a ver a los pobres condenados a cadena perpetua, y en ellos encontrarán a Dios; sirvan a esos niños, y en ellos encontrarán a Dios. ¡Hijas mías, cuán admirable es esto! Van a unas casas muy pobres, pero allí encontrarán a Dios.” (XI, 239)


Oración:


Señor Jesús.

Te pedimos que nos ayudes a comprender

el misterio de tu resurrección,

para darnos cuenta que Tú

no eres solo un espíritu,

ni una ilusión, ni una imaginación,

sino que tu resurrección es nueva vida,

con un nuevo cuerpo,

con una nueva materialidad glorificada.

Regálanos la gracia de estar llenos

de paz y alegría al reflexionar

que Tú estás vivo y

estás en medio de nosotros,

y de esa manera valoremos lo que significa creer en ti,

sabiendo que estás resucitado y vivo.

Sintiendo que eres Tú el que nos invitas

a conocerte siempre más

y a vivir cada vez más unidos a ti.

Amén.


Fuente: Lectio Divina



viernes, 13 de abril de 2012

Segundo Domingo de Pascua.



El Viernes Santo, empezó la Novena a la Divina Misericordia, cuya fiesta se celebra el Domingo siguiente a la Resurrección.

Segundo Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia

"En nuestros tiempos, muchos son los fieles cristianos de todo el mundo que desean exaltar esa misericordia divina en el culto sagrado y de manera especial en la celebración del misterio pascual, en el que resplandece de manera sublime la bondad de Dios para con todos los hombres.

Acogiendo pues tales deseos, el Sumo Pontífice Juan Pablo II se ha dignado disponer que en el Misal Romano, tras el título del Segundo Domingo de Pascua, se añada la denominación "o de la Divina Misericordia" ... (Fragmento del Decreto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, de 5 de mayo de 2000).

Indulgencias en el Segundo Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia:

"Se concede la indulgencia plenaria, con las condiciones habituales (confesión sacramental, comunión eucarística y oración por las intenciones del Sumo Pontífice) al fiel que, en el Domingo segundo de Pascua, llamado de la Misericordia divina, en cualquier iglesia u oratorio, con espíritu totalmente alejado del afecto a todo pecado, incluso venial, participe en actos de piedad realizados en honor de la Misericordia divina, o al menos rece, en presencia del santísimo sacramento de la Eucaristía, públicamente expuesto o conservado en el Sagrario, el Padrenuestro y el Credo, añadiendo una invocación piadosa al Señor Jesús misericordioso (por ejemplo, "Jesús misericordioso, confío en ti")".

Fuente: catholic.net

miércoles, 11 de abril de 2012

Los discípulos de Emaús.



13 Ese mismo día, dos discípulos iban de camino a un pueblecito llamado Emaús, a unos treinta kilómetros de Jerusalén,

14 ‘conversando de todo lo que había pasado’.

15 Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se les acercó

y se puso a caminar a su lado,

16 ‘pero algo les impedía reconocerlo’. Jesús les dijo:

17 “¿Que es lo que van conversando juntos por el camino?” Ellos se detuvieron, con la cara triste.

18 Uno de ellos, llamado Cleofás, le contestó: “¿Cómo, así que tú eres el único peregrino en Jerusalén que no sabe lo que pasó en estos días?”

19 “¿Qué pasó?, preguntó Jesús. Le contestaron: “Todo ese asunto de Jesús Nazareno. Este hombre se manifestó como un profeta poderoso en obras y en palabras, aceptado tanto por Dios como por el pueblo entero.

20 Hace unos días, los jefes de los sacerdotes y los jefes de nuestra nación lo hicieron condenar a muerte y clavar en la cruz.

21 Nosotros esperábamos que él sería el libertador de Israel; pero a todo esto van dos días que sucedieron estas cosas.

22 En realidad, algunas mujeres de nuestro grupo nos dejaron sorprendidos.

23 Fueron muy de mañana al sepulcro y, al no hallar su cuerpo, volvieron a contarnos que se les habían aparecido unos ángeles que decían que estaba vivo.

24 Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y hallaron todo tal como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron.”

25 Entonces Jesús les dijo: “¡Qué poco entienden ustedes y cuánto les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas!

26 ¿Acaso no era necesario que el Cristo padeciera para entrar en su gloria?

27 Y comenzando por Moisés y recorriendo todos los profetas, les interpretó todo lo que las Escrituras decían sobre él.

28 Cuando ya estaban cerca del pueblo al que ellos iban, él aparentó seguir adelante.

29 Pero ellos le insistieron, diciéndole: “Quédate con nosotros, porque cae la tarde y se termina el día.” Entró entonces para quedarse con ellos.

30 Una vez que estuvo a la mesa con ellos, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio.

31 En ese momento se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero ya había desaparecido.

32 Se dijeron uno al otro: “¿No sentíamos arder nuestro corazón cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?”

33 Y en ese mismo momento se levantaron para volver a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los Once y a los de su grupo.

34 Estos les dijeron: “¡Es verdad! El Señor resucitó y se dejó ver por Simón.”

35 Ellos, por su parte, contaron lo sucedido en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Evangelio: (Lucas 24, vs 13-35)


Quédate Señor con nosotros mientras vamos de camino, es el anhelo de todo corazón creyente. La presencia de Jesucristo resucitado se hace cotidianidad en nuestra celebración eucarística. Pan de vida en el misterio que se celebra en nuestro diario acontecer. Es allí en la sencillez del partir el pan donde él se nos revela.

Fuente: Fragmento Evangelio Ciclo B