lunes, 28 de enero de 2013

Concierto de Año Nuevo 2013.


Como complemento para estas vacaciones, aprovechamos para presentarles de Johann Strauss, Jr: Fantasy, op. 126, incluída en el Concierto de Año Nuevo 2013 de la Orquesta Filarmónica de Viena, dirigida en esta oportunidad por Franz Welser-Möst, en la Sala Dorada de la Musikverein de Viena (Austria).

 

El Arte.
“No todos están llamados a ser artistas en el sentido específico
de la palabra. Sin embargo, según la expresión del Génesis, a
cada hombre se le confía la tarea de ser artífice de la propia
vida; en cierto modo, debe hacer de ella una obra de arte, una
obra maestra.”

Beato Juan Pablo II

sábado, 26 de enero de 2013

Profeta.




En una aldea perdida de Galilea, llamada Nazaret, los vecinos del pueblo se reúnen en la sinagoga una mañana de Sábado para escuchar la Palabra de Dios. Después de algunos años vividos buscando a Dios en el desierto, Jesús vuelve al pueblo en el que había crecido.

La escena es de gran importancia para conocer a Jesús y entender bien su misión. Según el relato de Lucas, en esta aldea casi desconocida por todos, va a hacer Jesús su presentación como Profeta de Dios y va a exponer su programa aplicándose a sí mismo un texto del profeta Isaías.

Después de leer el texto, Jesús lo comenta con una sola frase: "Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír". Según Lucas, la gente "tenía los ojos fijos en él". La atención de todos pasa del texto leído a la persona de Jesús. ¿Qué es lo que nosotros podemos descubrir hoy si fijamos nuestros ojos en él?

Movido por el Espíritu de Dios. La vida entera de Jesús está impulsada, conducida y orientada por el aliento, la fuerza y el amor de Dios. Creer en la divinidad de Jesús no es confesar teóricamente una fórmula dogmática elaborada por los concilios. Es ir descubriendo de manera concreta en sus palabras y sus gestos, su ternura y su fuego, el Misterio último de la vida que los creyentes llamamos "Dios".

Profeta de Dios. Jesús no ha sido ungido con aceite de oliva como se ungía a los reyes para transmitirles el poder de gobierno o a los sumos sacerdotes para investirlos de poder sacro. Ha sido "ungido" por el Espíritu de Dios. No viene a gobernar ni a regir. Es profeta de Dios dedicado a liberar la vida. Solo le podremos seguir si aprendemos a vivir con su espíritu profético.

Buena Noticia para los pobres. Su actuación es Buena Noticia para la clase social más marginada y desvalida: los más necesitados de oír algo bueno; los humillados y olvidados por todos. Nos empezamos parecer a Jesús cuando nuestra vida, nuestra actuación y amor solidario puede ser captado por los pobres como algo bueno.

Dedicado a liberar. Vive entregado a liberar al ser humano de toda clase de esclavitudes. La gente lo siente como liberador de sufrimientos, opresiones y abusos; los ciegos lo ven como luz que libera del sinsentido y la desesperanza; los pecadores lo reciben como gracia y perdón. Seguimos a Jesús cuando nos va liberando de todo lo que nos esclaviza, empequeñece o deshumaniza. Entonces creemos en él como Salvador que nos encamina hacia la Vida definitiva.

Fuente: José Antonio Pagola

Hoy se cumple esta Escritura.




1   Varias personas han tratado de narrar las cosas que pasaron
entre nosotros,
2   ‘a partir de los datos que nos entregaron aquellos que vieron
     y fueron testigos desde el principio y que, luego, se han hecho
     servidores de la Palabra.
3   Siendo así, también yo he decidido investigar hasta el origen
     de esta historia, y componer para ti, excelente Teófilo, un
     relato ordenado de todo.
4   Con esto, todas aquellas cosas que te han enseñado cobrarán
     plena claridad.
14 Jesús volvió a Galilea con el poder del Espíritu, y su fama
     corrió por toda la región.
15 Enseñaba en las sinagogas de los judíos y todos lo alababan.
16 Llegó a Nazaret, donde se había criado, y, según 
     acostumbraba, fue el Sábado a la sinagoga. Cuando se
     levantó para hacer la lectura,
17 ‘le pasaron el libro del profeta Isaías; desenrolló el libro y halló
     el pasaje el pasaje en que se lee:
18 El Espíritu del Señor está sobre mí: el Señor me consagró 
     por su Espíritu.
     Me envió a traer la Buena Nueva a los pobres, a anunciar a 
     los cautivos su libertad y a los ciegos que pronto van a ver.
19  A despedir libres a los oprimidos’ y a proclamar el año de 
      la gracia del Señor.
20 Jesús, entonces, enrolla el libro, lo devuelve al ayudante y se
     sienta. Y todos los presentes tenían los ojos fijos en él.
21 Empezó a decirles: “Hoy se cumplen estas profecías que
     acaban de escuchar.

Evangelio: (Lucas 1, vs 1-4; 4, vs 14-21)

Oración:

Señor Jesús, que me conozca a mi
y que te conozca a Ti.
Que no desee otra cosa sino a Ti.
Que me odie a mí y te ame a Ti.
Y que todo lo haga siempre por Ti.
Que me humille y que te exalte a Ti.
Que no piense nada más que en Ti.
Que me mortifique, para vivir en Ti.
Y que acepte todo como venido de Ti.
Que renuncie a lo mío y te siga sólo a Ti.
Que siempre escoja seguirte a Ti.
Que huya de mí y me refugie en Ti.
Y que merezca ser protegido por Ti.
Que me tema a mí
y tema ofenderte a Ti.
Que sea contado entre los elegidos por Ti.
Que desconfíe de mí
y ponga toda mi confianza en Ti.
Y que obedezca a otros por amor a Ti.
Que a nada dé importancia sino tan sólo a Ti.
Que quiera ser pobre por amor a Ti.
Mírame, para que sólo te ame a Ti.
Llámame, para que sólo te busque a Ti.
Y concédeme la gracia
de gozar para siempre de Ti.
Amén.

Autor: San Agustín


viernes, 25 de enero de 2013

Cristianos no deben tener miedo a creer en Dios.




En su habitual Catequesis de la Audiencia General de este Miércoles, el Papa Benedicto XVI recordó que los cristianos no deben tener miedo a creer en Dios.
En el Aula Pablo VI y ante miles de fieles presentes, el Santo Padre dedicó su primera Catequesis sobre el Credo, a reflexionar sobre la primera afirmación de esta oración: "Creo en Dios".
“A ejemplo de Abraham, el patriarca del Antiguo Testamento, cuando se afirma que se cree en Dios, se dice: 'confío en ti, me confío a ti, Señor', pero no como a Alguien a quien se acude sólo en los momentos de dificultad o al que dedicar algún momento del día o de la semana.
Decir ‘yo creo en Dios’ significa fundar en Él mi vida, dejar que su Palabra la oriente cada día, en las opciones concretas sin temor de perder algo de mí mismo.”
Luego de explicar la importancia del Bautismo para la Fe, el Santo Padre refiere que: "Abraham, el creyente, nos enseña la Fe; y, como un extranjero en la tierra, nos muestra la verdadera patria. La Fe nos hace peregrinos en la tierra, dentro del mundo y de la historia, pero en camino hacia la patria celestial.
Creer en Dios nos hace, pues, portadores de valores que a menudo no coinciden con la moda y la opinión del momento, nos pide adoptar criterios y asumir conductas que no pertenecen a la manera común de pensar. El cristiano no debe tener miedo de ir ‘contra corriente’ para vivir su propia Fe, resistiendo a la tentación de ‘adecuarse’.
En muchas de nuestras sociedades, Dios se ha convertido en el ‘gran ausente’ y en su lugar hay muchos ídolos, en primer lugar el ‘yo’ autónomo. Y también los significativos y positivos progresos de la ciencia y de la tecnología han llevado al hombre a una ilusión de omnipotencia y de autosuficiencia, y un creciente egoísmo ha creado muchos desequilibrios en las relaciones y el comportamiento social.
Y, sin embargo, la sed de Dios no se extinguió y el mensaje del Evangelio sigue resonando a través de las palabras y los hechos de muchos hombres y mujeres de Fe. Abraham, el padre de los creyentes, sigue siendo el padre de muchos hijos que están dispuestos a seguir sus pasos y se ponen en camino, en obediencia a la llamada divina, confiando en la presencia benevolente del Señor y acogiendo su bendición para ser una bendición para todos.
Es el mundo bendecido por la Fe al que todos estamos llamados, para caminar sin miedo siguiendo al Señor Jesucristo. Y a veces es un camino, que conoce incluso la prueba de la muerte, pero que está abierto a la vida, en una transformación radical de la realidad que sólo los ojos de la Fe pueden ver y disfrutar en abundancia.”
En su Catequesis, el Papa hizo una detallada explicación de la Fe de Abraham, modelo para los creyentes.
“Creo en Dios es una afirmación fundamental, aparentemente simple en su esencialidad, que sin embargo abre al mundo infinito de la relación con el Señor y con su misterio. Creer en Dios implica adhesión a Dios, acogida de su Palabra y obediencia gozosa a su revelación.
Es en la Biblia en donde se puede escuchar a Dios porque allí la Palabra del Señor se hace audible a todos.
Es muy bello, a este respecto, el capítulo 11 de la Carta a los Hebreos –que acabamos de escuchar– que habla de la Fe y hace relucir las grandes figuras bíblicas que han vivido la Fe, llegando a ser modelo para todos los creyentes: ‘ahora bien, la Fe es la garantía de los bienes que se esperan, la plena certeza de las realidades que no se ven’, dice el primer versículo.
Los ojos de la Fe son, por lo tanto, capaces de ver lo invisible y el corazón del creyente puede esperar más allá de toda esperanza, al igual que Abraham, del que Pablo dice en la Carta a los Romanos que ‘creyó, esperando contra toda esperanza’".
Abraham no pudo vivir en la tierra prometida, ese lugar no le pertenece al patriarca: él es un extranjero y lo seguirá siendo para siempre, con todo lo que ello conlleva: no tener intenciones de posesión, sentir siempre la propia pobreza, verlo todo como un don. Ésta es también la condición espiritual de quien acepta seguir al Señor, de quien decide partir aceptando su llamada, bajo el signo de su bendición invisible pero poderosa.
Abraham fue bendecido porque, en la Fe, supo discernir la bendición divina yendo más allá de las apariencias, confiando en la presencia de Dios, incluso cuando sus caminos se le muestran misteriosos.”
Para concluir, el Papa resaltó que: "afirmar ‘yo creo en Dios’ nos conduce, pues, a ponernos en camino, a salir de nosotros mismos continuamente, al igual que Abraham, para llevar, en la realidad cotidiana en que vivimos, la certeza que viene de la Fe: la certeza, es decir, la presencia de Dios en la historia, también hoy; una presencia que da vida y salvación, y nos abre a un futuro con Él para una plenitud de vida que nunca conocerá el ocaso".

Vaticano, 23 Enero 2013
Fuente: Extractado ACI/EWTN Noticias

sábado, 19 de enero de 2013

Un gesto poco religioso.




"Había una boda en Galilea". Así comienza este relato en el que se nos dice algo inesperado y sorprendente. La primera intervención pública de Jesús, el Enviado de Dios, no tiene nada de religioso. No acontece en un lugar sagrado. Jesús inaugura su actividad profética "salvando" una fiesta de bodas que podía haber terminado muy mal.
En aquellas aldeas pobres de Galilea, la fiesta de las bodas era la más apreciada por todos. Durante varios días, familiares y amigos acompañaban a los novios comiendo y bebiendo con ellos, bailando danzas festivas y cantando canciones de amor.
El evangelio de Juan nos dice que fue en medio de una de estas bodas donde Jesús hizo su "primer signo", el signo que nos ofrece la clave para entender toda su actuación y el sentido profundo de su misión salvadora.
El evangelista Juan no habla de "milagros". A los gestos sorprendentes que realiza Jesús los llama siempre "signos". No quiere que sus lectores se queden en lo que puede haber de prodigioso en su actuación. Nos invita a que descubramos su significado más profundo. Para ello nos ofrece algunas pistas de carácter simbólico. Veamos solo una.
La madre de Jesús, atenta a los detalles de la fiesta, se da cuenta de que "no les queda vino" y se lo indica a su hijo. Tal vez los novios, de condición humilde, se han visto desbordados por los invitados. María está preocupada. La fiesta está en peligro. ¿Cómo puede terminar una boda sin vino? Ella confía en Jesús.
Entre los campesinos de Galilea el vino era un símbolo muy conocido de la alegría y del amor. Lo sabían todos. Si en la vida falta la alegría y falta el amor, ¿en qué puede terminar la convivencia? María no se equivoca. Jesús interviene para salvar la fiesta proporcionando vino abundante y de excelente calidad.
Este gesto de Jesús nos ayuda a captar la orientación de su vida entera y el contenido fundamental de su proyecto del reino de Dios. Mientras los dirigentes religiosos y los maestros de la ley se preocupan de la religión, Jesús se dedica a hacer más humana y llevadera la vida de la gente.
Los evangelios presentan a Jesús concentrado, no en la religión sino en la vida. No es solo para personas religiosas y piadosas. Es también para quienes se han quedado decepcionados por la religión, pero sienten necesidad de vivir de manera más digna y dichosa. ¿Por qué? Porque Jesús contagia Fe en un Dios en el que se puede confiar y con el que se puede vivir con alegría, y porque atrae hacia una vida más generosa, movida por un amor solidario.

Fuente: José Antonio Pagola

Las bodas de Caná.




1    A los tres días se celebraron unas bodas en Caná de Galilea,
      y la madre de Jesús era de la fiesta.
2   También fue invitado a las bodas Jesús con sus discípulos.
3   El vino se acabó y la madre de Jesús le dijo: “No tienen vino.”
4   Jesús respondió: “Mujer, ¿cómo se te ocurre? Todavía no ha
     llegado mi Hora.”
5   Su madre, empero, dijo a los sirvientes: “Hagan todo lo que
     Él les mande.”
6   Había allí seis jarrones de piedra, de los que sirven para los
     ritos de la purificación de los judíos, de unos cien litros de
     capacidad cada uno.
7   Jesús indicó a los sirvientes: “Llenen de agua esas tinajas.”
     Y las llenaron hasta el borde.
8   “Saquen ahora, les dijo, y llévenle al mayordomo para que lo
     pruebe.” Y ellos se lo llevaron.
9   El mayordomo probó el agua cambiada en vino, sin saber de
     dónde lo habían sacado; los sirvientes sí que lo sabían, pues
     habían sacado el agua.
10 Llamó al esposo ‘y le dijo: “Todo el mundo pone al principio
     el vino mejor, y cuando todos han bebido bastante, se sirve un
     vino inferior; pero tú has dejado el mejor vino para el final.”
11 Este fue el principio de las señales milagrosas que hizo Jesús.
     Lo hizo en Caná de Galilea: Así manifestó su gloria y sus
     discípulos creyeron en él.

Evangelio: (Juan 2, vs. 1-11)

Oración:

María, señora nuestra,
así como en Caná,
fuiste sensible a la necesidad de esos esposos,
y buscaste una solución al problema que tenían,
haciendo que tu Hijo se manifestara y actuara,
te pido que hoy mires mi vida, la de mi familia,
la de mi comunidad, la de mi parroquia,
e intercedas por cada uno de nosotros ante tu Hijo,
pues en muchas ocasiones también se nos acaba
el vino de la esperanza, de la ilusión,
de las fuerzas para luchar, para seguir esperando;
por eso, Señora, como lo hiciste entonces,
llévanos a tu Hijo,
porque Él manifiesta su amor
en lo que somos y en lo que hacemos.
Hoy, nuevamente dile a tu Hijo
lo que estamos viviendo,
y pídele que nos llene de su amor y de su paz,
para que hoy podamos experimentar
su gracia y su bendición.
Que así sea.

Fuente: Lectio Divina Vicenciana

jueves, 17 de enero de 2013

Deseo de conocer a Dios está en todos los hombres.




Ante miles de fieles presentes en el Aula Pablo VI en el Vaticano y en su Catequesis dedicada a la Revelación del Señor, el Papa Benedicto XVI señaló que:
 "El deseo de conocer a Dios realmente, es decir, de ver el rostro de Dios, está en todos los hombres, incluso en los ateos. Y nosotros tenemos este deseo consciente de ver quién es, qué es, qué es para nosotros. Pero este deseo se realiza siguiendo a Cristo. Es importante que sigamos a Cristo pero no sólo cuando lo necesitamos y cuando encontramos un espacio de tiempo, entre los miles de quehaceres de cada día, sino con nuestra vida. Toda nuestra existencia debe estar orientada al encuentro con Él, al amor hacia Él y en ella, el amor al prójimo debe tener asimismo un lugar central.
Ese amor que, a la luz del Crucificado, nos hace reconocer el rostro de Jesús en el pobre, en el débil y en el que sufre. Ello es posible sólo si el verdadero rostro de Jesús se nos ha vuelto familiar, en la escucha de su Palabra –en el diálogo interior con su Palabra para que lo podamos encontrar a Él verdaderamente– y naturalmente en el Misterio de la  Eucaristía.
En el Evangelio de San Lucas es significativo el pasaje de los dos discípulos de Emaús, que reconocieron a Jesús al partir el pan. Pero preparados por el camino, preparados por la invitación que le hacen para que se quede con ellos, preparados por el diálogo que hizo arder sus corazones. Así ven al final a Jesús.
La Revelación de Dios en el Antiguo Testamento en donde el Señor, después de la creación, a pesar del pecado original y de la arrogancia del hombre de querer ponerse en el lugar de su Creador, vuelve a ofrecer la posibilidad de su amistad, sobre todo a través de la alianza con Abraham y el camino de un pueblo pequeño, el de Israel, que Él elige, no criterios de poder terrenal, sino simplemente por amor.
Es una elección que sigue siendo un misterio y revela el estilo de actuar de Dios, que llama a algunos, no para excluir a los demás, sino para que sirvan de puente con el fin de conducir hacia Él. Elección siempre para el otro. En la historia del pueblo de Israel, podemos volver a recorrer las etapas de un largo camino, en el que Dios se deja conocer, se revela, entra en la historia con palabras y con acciones.

En Cristo, Dios visita realmente a su pueblo, visita a la humanidad de una manera que va más allá de todas las expectativas: envía a su Hijo Unigénito, Dios mismo se hace hombre. Jesús no nos dice algo acerca de Dios, no habla simplemente del Padre –sino que es Revelación de Dios, porque es Dios– nos revela el rostro de Dios.
Dios está sin duda por encima de todo, pero se dirige hacia nosotros, nos escucha, nos ve, habla, establece alianza, es capaz de amar. La historia de la salvación es la historia de Dios con la humanidad y la historia de esta relación de Dios, que se revela progresivamente al hombre, que se hace conocer a sí mismo, su rostro.

El esplendor del rostro divino es la fuente de la vida, es lo que permite ver la realidad; la luz de su rostro es la guía de la vida. En el Antiguo Testamento hay una figura a la que está enlazado de forma muy especial el tema del ‘rostro’ de Dios. Se trata de Moisés, aquel al que Dios elige para liberar al pueblo de la esclavitud de Egipto, donarle la Ley de la alianza y guiarlo a la Tierra prometida.
Tras describir que entre Moisés y Dios hay un diálogo cara a cara, en el que paradójicamente no se puede ver el rostro del Señor, el Papa explica que en esta vida la visión es limitada: "al final, a Dios sólo se le puede seguir, viendo sus hombros. Los Padres dicen esto: tú sólo puedes ver mi espalda, significa que tú sólo puedes seguir a Cristo y siguiéndole ves desde detrás el misterio de Dios. Dios se puede seguir viendo su espalda".
Algo completamente nuevo sucede, sin embargo, con la Encarnación. La búsqueda del rostro de Dios recibe un cambio radical increíble, porque ahora se puede ver este rostro: el de Jesús, el Hijo de Dios que se hace hombre. Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, no es uno más de los mediadores entre Dios y el hombre, sino ‘el mediador’ de la nueva y eterna alianza ‘un sólo, de hecho, es Dios –dice Pablo– y un solo uno el mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús’. En él podemos ver y conocer al Padre; en Él podemos invocar a Dios como ‘Abba, Padre’ en Él nos viene dada la salvación.”
Para concluir, el Santo Padre explicó que la Eucaristía, "preparada por una vida en diálogo con Jesús, (es) la gran escuela en la que aprendemos a ver el rostro de Dios, entramos en relación íntima con Él; y aprendemos al mismo tiempo a dirigir la mirada hacia el momento final de la historia, cuando Él nos saciará con la luz de su rostro. En la tierra caminamos hacia esta plenitud, en la espera gozosa que se cumpla el Reino de Dios".

Vaticano, 16 Enero 2013
Fuente: Extractado ACI/EWTN Noticias

sábado, 12 de enero de 2013

Iniciar la reacción.




El Bautista no permite que la gente lo confunda con el Mesías. Conoce sus límites y los reconoce. Hay alguien más fuerte y decisivo que él. El único al que el pueblo ha de acoger. La razón es clara. El Bautista les ofrece un bautismo de agua. Solo Jesús, el Mesías, los "bautizará con el Espíritu Santo y con fuego".
A juicio de no pocos observadores, el mayor problema de la Iglesia es hoy "la mediocridad espiritual". La Iglesia no posee el vigor espiritual que necesita para enfrentarse a los retos del momento actual. Cada vez es más patente. Necesitamos ser bautizados por Jesús con su fuego y su Espíritu.
Estos últimos años ha ido creciendo la desconfianza en la fuerza del Espíritu, y el miedo a todo lo que pueda llevarnos a una renovación. Se insiste mucho en la continuidad para conservar el pasado, pero no nos preocupamos de escuchar las llamadas del Espíritu para preparar el futuro. Poco a poco nos estamos quedando ciegos para leer los "signos de los tiempos".
Se da primacía a certezas y creencias para robustecer la Fe y lograr una mayor cohesión eclesial frente a la sociedad moderna, pero con frecuencia no se cultiva la adhesión viva a Jesús. ¿Se nos ha olvidado que él es más fuerte que todos nosotros? La doctrina religiosa, expuesta casi siempre con categoría premodernas, no toca los corazones ni convierte nuestras vidas.
Abandonado el aliento renovador del Concilio, se ha ido apagando la alegría en sectores importantes del pueblo cristiano, para dar paso a la resignación. De manera callada pero palpable va creciendo el desafecto y la separación entre la institución eclesial y no pocos creyentes.
Es urgente crear cuanto antes un clima más amable y cordial. Cualquiera no podrá despertar en el pueblo sencillo la ilusión perdida. Necesitamos volver a las raíces de nuestra Fe. Ponernos en contacto con el Evangelio. Alimentarnos de las palabras de Jesús que son "espíritu y vida".
Dentro de unos años, nuestras comunidades cristianas serán muy pequeñas. En muchas parroquias no habrá ya presbíteros de forma permanente. Qué importante es cuidar desde ahora un núcleo de creyentes en torno al Evangelio. Ellos mantendrán vivo el Espíritu de Jesús entre nosotros. Todo será más humilde, pero también más evangélico.
A nosotros se nos pide iniciar ya la reacción. Lo mejor que podemos dejar en herencia a las futuras generaciones es un amor nuevo a Jesús y una Fe más centrada en su persona y su proyecto. Lo demás es más secundario. Si viven desde el Espíritu de Jesús, encontrarán caminos nuevos.
Fuente: José Antonio Pagola

Jesús se bautizó.




15 El pueblo estaba en la duda y todos se preguntaban
     interiormente si Juan no sería el Cristo.
16 Por lo que Juan hizo a todos esta declaración:
     “Yo bautizo con agua, pero pronto va a venir el que es más
     poderoso que yo, al que no soy digno de soltarle los
     cordones de un zapato; él los bautizará en el Espíritu Santo
     y en el fuego.”
21 Un día, con el pueblo que venía a bautizarse, se bautizó
     también Jesús. Y mientras estaba orando, se abrieron los
     cielos;
22 ‘el Espíritu Santo bajó sobre él y se manifestó con una
     aparición como de paloma. Y del cielo llegó una voz: “Tú
     eres mi Hijo, el Amado; tú eres mi Elegido.”

Evangelio: (Lucas 3, vs 15-16, 21-22)

Oración:

Padre bueno,
Tú que nos has revelado a tu Hijo,
haciéndonos saber que es el Amado,
al que miras con cariño
y en quien pones todas tus complacencias,
te pedimos que derrames
tus gracias en nosotros
para que lo podamos conocer siempre más
y así seguirlo e imitarlo,
para tener por medio de Él
la vida que Tú nos das.
Señor Dios nuestro,
Tú que nos has dado la gracia del bautismo
ayúdanos a vivir de acuerdo a nuestra Fe,
para que nuestra vida refleje lo que creemos
y así podamos dar testimonio de ti.
Amén.

Fuente: Lectio Divina Vicenciana

Dios se hizo hombre.




En su Catequesis semanal de la Audiencia General y ante miles de fieles presentes en el Aula Pablo VI, el Santo Padre dijo que:

"En este tiempo de Navidad, nos detenemos de nuevo en el gran misterio de Dios que bajó de su Cielo para entrar en nuestra carne. En Jesús, Dios se encarnó, se hizo hombre como nosotros, y así nos abrió el camino hacia su Cielo, hacia la comunión plena con Él.  Dios tomó la condición humana para curar de todo lo que nos separa de Él, por lo que podemos llamar, en su Hijo unigénito, con el nombre de ‘Abba, Padre’ y ser verdaderamente sus hijos.
Es importante, entonces, recuperar el asombro ante el misterio, dejarse envolver por la magnitud de este acontecimiento: Dios ha recorrido como un hombre nuestros caminos, entrando en el tiempo del hombre, para comunicarnos su propia vida. Y no lo hizo con el esplendor de un soberano, que con su poder somete al mundo, sino con la humildad de un niño.
En el Evangelio de San Juan se dice que ‘La Palabra se hizo carne’, esta última palabra, según la costumbre judía, se refiere a la persona integralmente, en su totalidad, a su aspecto de caducidad y temporalidad, su pobreza y su contingencia. Y ello para decirnos que la salvación traída por el Dios hecho carne en Jesús de Nazaret, abraza al hombre en su realidad concreta y en cualquier situación en la que se encuentre.
La expresión "el Verbo se hizo carne" es una de esas verdades a las que nos hemos acostumbrado tanto, que ya casi no nos impacta la magnitud del evento que expresa. Y de hecho, en este tiempo de Navidad, en el que esta expresión se repite a menudo en la liturgia, a veces se da mayor atención a los aspectos exteriores, a los ‘colores’ de la fiesta, en lugar de estar atentos al corazón de la gran novedad cristiana que celebramos: algo absolutamente impensable, que sólo Dios podía obrar y en la que sólo se puede entrar con la Fe.
Como segundo punto los regalos que se intercambian en Navidad, son una expresión de afecto y estima que recuerda la entrega total de amor a Dios para los hombres, se entregó por nosotros, asumió nuestra humanidad para donarnos su divinidad. Este es el gran don. Incluso en nuestro dar no es importante que un regalo sea caro o no; quien no es capaz de donar un poco de sí mismo, da siempre muy poco; incluso, a veces se intenta reemplazar el corazón y el compromiso de donación de uno mismo con el dinero, con cosas materiales.
El hecho de la Encarnación de Dios, que se hace un hombre como nosotros, nos muestra el realismo sin precedentes del amor divino. La acción de Dios, de hecho, no se limita a las palabras, es más podríamos decir que Él no se contenta con hablar, sino que se sumerge en nuestra historia y asume sobre sí la fatiga y el peso de la vida humana.
Este modo de actuar de Dios es un poderoso estímulo para cuestionarnos sobre el realismo de nuestra Fe, que no debe limitarse a la esfera de los sentimientos y emociones, sino que debe entrar en la realidad de nuestra existencia, es decir, debe tocar nuestra vida de cada día y orientarla de manera práctica. Dios no se detuvo en las palabras, sino que nos mostró cómo vivir, compartiendo nuestra propia experiencia, salvo en el pecado.
El evangelista San Juan claramente alude a la historia de la creación que se encuentra en los primeros capítulos del Libro del Génesis, y los relee a la luz de Cristo. Este es un criterio fundamental en la lectura cristiana de la Biblia: el Antiguo y el Nuevo Testamento siempre deben ser leídos juntos y a partir del Nuevo se revela el sentido más profundo también del Antiguo.
Los Padres de la Iglesia han acercado a Jesús a Adán, hasta llamarlo ‘segundo Adán’ o el nuevo Adán, la imagen perfecta de Dios. Con la Encarnación del Hijo de Dios tiene lugar una nueva creación, que nos da la respuesta completa a la pregunta ‘¿Quién es el hombre?’. Sólo en Jesús se revela plenamente el proyecto de Dios sobre el ser humano: Él es el hombre definitivo según Dios. El Concilio Vaticano II lo reitera firmemente. Dice así: ‘en realidad, sólo en el misterio del Verbo encarnado, encuentra verdadera luz el misterio del hombre... Cristo, el nuevo Adán, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le revela su sublime vocación’.
En aquel niño, el Hijo de Dios contemplado en la Navidad, podemos reconocer el verdadero rostro, no solo de Dios sino del ser humano; y sólo mediante la apertura de la acción de su gracia y tratando todos los días de seguirle, nosotros realizamos el plan de Dios sobre nosotros. Sobre cada uno de nosotros.”
"Queridos amigos –concluyó el Papa– en este periodo meditamos sobre la grande y maravillosa riqueza del misterio de la Encarnación, para permitir que el Señor nos ilumine y nos transforme cada vez más a la imagen de su Hijo hecho hombre por nosotros".

Vaticano, 09 Ene. 2013
Fuente: Extractado ACI/EWTN Noticias