sábado, 13 de octubre de 2012

Jesús y el joven rico.




17  Jesús estaba a punto de partir cuando uno corrió a su
      encuentro, se arrodilló delante de él y le preguntó: “Maestro
      bueno, ¿qué tengo que hacer para ganar la vida eterna?”
18  Jesús le respondió: “¿Por qué me llamas bueno? Uno solo es
      bueno, y ése es Dios.
19  Ya conoces los mandamientos: No mates, no cometas
      adulterio, no robes, ni digas cosas falsas de tu hermano, no
      seas injusto, honra a tu padre y a tu madre.
20  El otro contestó: “Maestro, todos esto lo he practicado desde
      muy joven.”
21  Jesús lo miró, sintió cariño por él y le dijo: “Sólo te falta una
      cosa: anda, vende todo lo que tienes, dalo a los pobres, y así
      tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme.
22  Cuando el otro oyó estas palabras, se sintió golpeado, porque
      tenía muchos bienes, y se fue muy triste.
23  Entonces Jesús, mirando alrededor de él, dijo a sus
      discípulos: “¡Qué difícilmente entrarán en el Reino de Dios
      los que tienen riqueza!
24  Los discípulos se sorprendieron cuando oyeron estas
      palabras. Pero Jesús insistió: “Hijos míos, ¡qué difícil es
      entrar en el Reino de Dios!
25  Es más fácil para un camello pasar por el Ojo de la Aguja,
      que para un rico entrar en el Reino de Dios.
26  Ellos se asombraron más todavía y comentaban: “Entonces,
      ¿quién puede salvarse?”
27  Jesús los miró fijamente y les dijo: “Para los hombres es
      imposible, pero no para Dios, porque para Dios todo es
      posible.
28  Entonces, Pedro le dijo: “Nosotros lo hemos dejado todo para
      seguirte.”
29  Y Jesús le aseguró: “Ninguno que haya dejado su casa,
      hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o campos por amor
      a mí y a la Buena Nueva quedará sin recompensa.
30  Pues recibirá cien veces más en la presente vida en casas,
      hermanos, hermanas, hijos y campos; esto no obstante las
      persecuciones. Y en el mundo venidero: la vida eterna.
             
Evangelio: (Marcos 10, vs 17-30)

Oración:

Solo tú, Señor de la verdad,
conoces el fondo de nuestro corazón…
Tú das valor a nuestras acciones
y sólo tú puedes convertirlas
en sabias y acertadas.
Renuévanos en Cristo tu Hijo,
sabiduría eterna y verdadera,
para que elijamos la mejor parte,
para que te busquemos siempre a Ti
y a nuestros hermanos,
en todo aquello que decidamos y hagamos
ilumínanos con tu Palabra
y no dejes que nuestro corazón
se entristezca equivocado
al escuchar tu llamada al seguimiento
y al encuentro de tu rostro
en la causa de los más pobres y pequeños.
Amén.

Fuente: Lectio Divina Vicenciana

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