Ante miles de fieles reunidos en la Plaza de San Pedro
esta mañana, el Papa Benedicto XVI presentó la oración del Credo como clave
para la conversión personal y como antídoto ante el relativismo y el
subjetivismo. En la síntesis de la Catequesis en español, el Santo Padre dijo
que:
“En este Año de la Fe que acaba de empezar, hoy
comienzo una serie de catequesis que busca profundizar el tema de la Fe para
renovar la alegría de creer en Jesucristo y caminar tras sus huellas. La Iglesia
nos guía en este propósito por medio de la Palabra, los sacramentos y una
caridad activa.
Creer no es el encuentro con una idea o un programa,
sino con una Persona, que vive y nos transforma al revelarnos nuestra verdadera
identidad. Creer no es algo extraño y lejano a nuestra vida, algo accesorio; al
contrario, la Fe en el Dios del amor, que se ha encarnado y ha muerto en la cruz
por nuestra salvación, nos presenta de forma clara que sólo en el amor
encuentra el hombre su plenitud. En cambio, todo lo que es contrario a ese amor
lo destruye. Así, Dios ha querido revelarse y mostrarnos su designio
haciéndonos capaces de reconocerle presente en la historia, con su Palabra y su
obra.
La Iglesia se hace portadora de este anuncio que
contiene la regla de la Fe, a la que debemos mantenernos fieles. En el Credo
está lo esencial de esa Fe, no sólo desde un punto de vista intelectual, sino,
sobre todo, vivencial, pues sobre esa base debemos fundar nuestra conducta, la
vida moral, ya que la Fe exige nuestra conversión, por encima de todo
relativismo y subjetivismo.”
En su catequesis en italiano y tras recordar que el
Año de la Fe celebra el 50 aniversario de la inauguración del Concilio Vaticano
II, el Papa dijo que: "con la Fe cambia realmente todo en nosotros y para
nosotros, y se revela claramente nuestro destino futuro, la verdad de nuestra
vocación en la historia, el sentido de la vida, la alegría de ser peregrinos
hacia la Patria celestial. Hoy en día, es necesario reiterarlo con claridad. Al
tiempo que las transformaciones culturales que se están realizando, muestran a
menudo tantas formas de barbarie, que pasan bajo el signo de ‘conquistas de
la civilización’: la Fe afirma que existe verdadera humanidad sólo en los
lugares, en los gestos, en los tiempos y en las formas en que el hombre está
animado por el amor que viene de Dios, se expresa como don y se manifiesta en
relaciones llenas de amor, de compasión, de atención y de servicio
desinteresado a los demás.
La maravilla de la Fe: Dios, en su amor, crea en
nosotros –a través de la obra del Espíritu Santo– las condiciones adecuadas
para que podamos reconocer su Palabra. Dios mismo, en su voluntad de
manifestarse, de ponerse en contacto con nosotros, de hacerse presente en
nuestra historia, nos hace capaces de escucharlo y de acogerlo. La Iglesia se
ha convertido en la portadora de una nueva y sólida esperanza: Jesús de
Nazaret, crucificado y resucitado, salvador del mundo, que está sentado a la
diestra del Padre, y es el juez de los vivos y de los muertos. Éste es el
kerigma, el anuncio central e impetuoso de la Fe".
Sobre la importancia del Credo o Símbolo de la Fe, el
Papa dijo que: “es necesario actualmente que se conozca, se comprenda y se rece
mejor. Sobre todo, es importante que el Credo sea, por decirlo así ‘reconocido’.
En efecto, conocer podría ser una acción sólo intelectual, mientras que
‘reconocer’ quiere decir la necesidad de descubrir la profunda conexión que hay
entre las verdades que profesamos en el Credo y nuestra vida cotidiana, para
que estas verdades sean real y efectivamente –como siempre fueron– luz para los
pasos de nuestra vida, agua que riega nuestro camino árido y sediento, vida que
vence algunos desiertos de la vida contemporánea. En el Credo se injerta la
vida moral del cristiano, que en él encuentra su fundamento y su
justificación".
Luego de resaltar que "no fue una casualidad que
el Beato Juan Pablo II quisiera que el Catecismo de la Iglesia Católica, norma
segura para la enseñanza de la Fe y fuente certera para una catequesis
renovada, se fundara en el Credo", el Papa se refirió a una serie de
desafíos urgentes de la sociedad actual.
"Hoy en día vivimos en una sociedad profundamente
cambiada, incluso en comparación con el pasado reciente y en constante
movimiento. Los procesos de secularización y de una mentalidad nihilista en la
que todo es relativo, han marcado fuertemente la mentalidad común. De este modo,
la vida es vivida con frecuencia a la ligera, sin ideales claros y esperanzas
sólidas, en el marco de lazos sociales y familiares ‘líquidos’ y provisionales.
En particular, no se educa a las generaciones más
jóvenes a la búsqueda de la verdad y el sentido profundo de la existencia, que
supera lo contingente, a la estabilidad de los afectos, a la confianza. Por el contrario,
el relativismo lleva a no tener puntos fijos, la sospecha y lo voluble causan
rupturas en las relaciones humanas, al tiempo que la vida se vive en
experimentos que duran poco, sin asumirse responsabilidad alguna".
El Papa alertó que todo esto afecta a los creyentes y
ocasiona que "a menudo, el cristiano ni siquiera conoce el núcleo central
de su Fe católica, del Credo, y de este modo deja espacio a un cierto
sincretismo y relativismo religioso, sin claridad sobre las verdades en las
cuales creer y sobre la singularidad salvífica del cristianismo". No está
tan lejos hoy el riesgo de construirse, por así decirlo, una religión ‘hecha
por sí mismos’. En cambio, debemos volver a Dios, al Dios de Jesucristo,
debemos redescubrir el mensaje del Evangelio, hacerlo entrar con mayor
profundidad en nuestras conciencias y nuestra vida de cada día."
El Papa destacó además que "conocer a Dios,
encontrarlo, profundizar los rasgos de su rostro pone en juego nuestra vida,
porque Él entra en los dinamismos profundos del ser humano".
"Que el camino que cumpliremos este año
–concluyó– pueda hacernos crecer a todos en la Fe y en el amor de Cristo, para
que podamos aprender a vivir –en las opciones y acciones diarias– la vida buena
y bella del Evangelio".Vaticano, 17 Oct. 2012
Fuente: Extractado ACI/EWTN Noticias
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