martes, 20 de marzo de 2012

5° Domingo de Cuaresma.



"Si el grano de trigo cae en tierra y muere, da mucho fruto"

20 Había allí, en medio de la gente, varios griegos que habían subido a Jerusalén para adorar a Dios en esta fiesta.

21 Se acercaron a Felipe, que era de Betsaida, en Galilea, para pedirle un favor: “Señor, queremos ver a Jesús.”

22 Felipe habló con Andrés, y los dos fueron donde Jesús para decírselo.

23 Por toda respuesta Jesús declaró: “Ha llegado la hora en que el Hijo del Hombre va a entrar en su Gloria.

24 En verdad les digo: Si el grano de trigo no cae en tierra y no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto.

25 El que ama su vida la destruye, y el que desprecia su vida en este mundo la conserva para la vida eterna.

26 El que quiere servirme, que me siga, y donde yo esté, allí estará el que me sirve. Si alguien me sirve, mi Padre le dará honor.

27 Me siento turbado ahora. ¿Diré acaso: Padre, líbrame de esta hora? Pero no. Pues precisamente llegué a esta hora para encontrar esto que me angustia. Padre, ¡da gloria a tu nombre!

28 Entonces se oyó una voz que venía del cielo: “Yo lo he glorificado y lo volveré a glorificar.

29 Algunos de los que estaban allí y que escucharon la voz, decían: “Fue un trueno”; otros decían: “Le ha hablado un ángel.”

30 Entonces Jesús hizo esta declaración: “Esa voz no fue por mí, sino por ustedes.

31 Ahora es el juicio del mundo; ahora el amo de este mundo va a ser expulsado.

32 Y cuando Yo haya sido levantado de la tierra, atraeré a todos a mí.”

33 Jesús daba a entender así de qué modo iba a morir.

Evangelio: (Juan 12,vs 20-33)

Domingo, 25/Marzo/2012


Oración

Señor, tu Palabra, que todo lo sostiene y crea,

y es siempre nueva cada día,

es la que cura las heridas y males del alma.

Acércate a nosotros y extiende tu mano fuerte,

para que podamos dejarnos levantar,

podamos resucitar y

comenzar a ser tus discípulos, tus siervos.

Llévanos contigo, en el silencio,

en el desierto florido de tu compañía

y allí enséñanos a rezar, con tu voz,

con tu palabra para que también nosotros

lleguemos a ser anunciadores del Reino.

Manda ahora sobre nosotros tu Espíritu

con abundancia para que te escuchemos

con todo el corazón y con toda el alma.

Amén.


Fuente: Lectio Divina


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