sábado, 31 de diciembre de 2016

La palabra de Dios se hizo hombre.


Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Al principio estaba junto a Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron. Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino el testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre. Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios. Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él, al declarar: “Éste es aquél del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo”. De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia: porque la ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Dios Hijo único, que está en el seno del Padre.
Evangelio: (Juan 1, vs 1-18)

Oración:
Señora de Belén.
Señora de la Noche y la Mañana.
Señora de los campos que despiertan
porque Jesús ha nacido en la comarca.
Señora de los que peregrinan,
como Tú, sin hallar tampoco una posada.
Enséñanos a ser pobres y pequeños.
A no tener ambición por nada.
A desprendernos y entregarnos.
A ser Mensajeros de la Paz y la Esperanza.
Que esta noche la Luz que tú nos diste
sea el comienzo de una claridad
que no se acaba.
Amén.

Fuente: Lectio Divina Vicenciana

sábado, 24 de diciembre de 2016

Jesús nace en Belén.


Apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo en todo el mundo. Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria. Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen.
José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada.
Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque donde se alojaban no había lugar para ellos.
En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche. De pronto, se les apareció el ángel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz.
Ellos sintieron un gran temor, pero el ángel les dijo: “No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. Y junto con el ángel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres amados por él!”.
Evangelio: (Lc 2, vs 1-14)

Oración:
Padre Nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre,
venga a nosotros tu Reino:
hágase tu voluntad
así en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación
y líbranos de todo mal.
Amén.

domingo, 18 de diciembre de 2016

4° Domingo de Adviento.


El Tiempo de Adviento es el período de preparación para celebrar la Navidad y comienza cuatro Domingos antes de esta fiesta.

Oración:
María, Virgen del Adviento,
esperanza nuestra,
de Jesús la aurora,
del cielo la puerta.
Madre de los hombres,
de la mar estrella,
llévanos a Cristo,
danos sus promesas.
Eres, Virgen Madre,
la de gracia llena,
del Señor la esclava,
del mundo la reina.
Alza nuestros ojos
hacia tu belleza,
guía nuestros pasos
a la vida eterna.
Amén.

Esta plegaria ha sido extraída de "Himnos de la Liturgia
de las Horas" de la Iglesia Católica.
Fuente: Aciprensa

sábado, 17 de diciembre de 2016

Madre Teresa de Calcuta: Amar lo que uno hace


“No es lo importante lo que uno hace, sino cómo lo hace, cuánto amor, sinceridad y fe ponemos en lo que realizamos. Cada trabajo es importante, y lo que yo hago, no lo puedes hacer tú, de la misma manera que yo no puedo hacer lo que tú haces. Pero cada uno de nosotros hace lo que Dios le encomendó.”

Madre Teresa de Calcuta

El nacimiento de Jesucristo.


El nacimiento de Jesucristo fue así: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto. Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: “José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella, proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su pueblo de todos sus pecados”. Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta: “La Virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán el nombre de Emanuel”, que traducido significa: “Dios con nosotros”. Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa.
Evangelio: (Mateo 1, vs 18-24)

Oración:
José, el justo, tú el hombre de Dios,
el que te dejabas conducir por el Espíritu,
el que aceptaste y asumiste
el proyecto de Dios para ti,
te pedimos que intercedas por nosotros,
para que como Tú tengamos la docilidad
y apertura que tuviste,
para saber decirle al Señor: Sí,
así como lo hiciste Tú.
Por eso, ayúdanos, a que en esta Navidad,
le abramos el corazón al Señor,
y dejemos que Él ocupe el centro de nuestra vida,
siendo Él todo para nosotros, como lo fue para ti.
Ayúdanos a estar disponibles
y ser dóciles, como lo fuiste tú.
Amén.
Fuente: Lectio Divina Vicenciana

martes, 6 de diciembre de 2016

Inmaculada Concepción.


Celebración: Día 8 de Diciembre de 2016

Oración:
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve;
a ti clamamos los desterrados hijos de Eva,
a ti suspiramos, gimiendo y llorando
en este valle de lágrimas.
¡Ea!, pues, Señora, abogada nuestra,
vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos;
y después de este destierro,
muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.
¡Oh clemente!, ¡oh piadosa!
¡oh dulce siempre Virgen María!
Ruega por nosotros,
Santa Madre de Dios,
para que seamos dignos de alcanzar
las promesas y gracias de Nuestro Señor Jesucristo.
Amén.

domingo, 27 de noviembre de 2016

Fiesta de la Virgen de la Medalla Milagrosa.


¡Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Vos!

Dios te salve, María, 
llena eres de gracia, 
el Señor es contigo, 
bendita tú eres entre todas las mujeres 
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. 
Santa María, Madre de Dios, 
ruega por nosotros pecadores, 
ahora y en la hora de nuestra muerte. 
Amén.

sábado, 26 de noviembre de 2016

Primer Domingo de Adviento.


Al comenzar el Tiempo de Adviento con este signo de la Corona, te pedimos que tu Luz, simbolizada en estas velas que encenderemos, semana tras semana, nos ayuden a comprender mejor tu Palabra, a vivir como Tú nos propones y a transformar nuestro corazón para estar cerca del que sufre.
¡Señor, que permanezcamos vigilantes para acoger con gozo tu venida!
Es importante que los Domingos de Adviento la familia o la comunidad se reúna con respeto y alegría en torno a la Corona de Adviento.
La Corona se puede llevar al templo para ser bendecida por el sacerdote. Si no se pudo asistir a la celebración se puede hacer la siguiente oración:

Oración:
Señor Dios,
bendice con tu poder nuestra Corona de Adviento
para que al encenderla, despierte en nosotros
el deseo de esperar la venida de Cristo
practicando las buenas obras,
y para que así, cuando Él llegue,
seamos  admitidos al Reino de los Cielos.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén.

Venida del Hijo del Hombre.


Jesús dijo a sus discípulos:
«En la venida del Hijo del Hombre sucederá lo mismo que en los tiempos de Noé. En aquellos días que precedieron al diluvio, los hombres seguían comiendo, bebiendo y casándose, hombres y mujeres, hasta el día en que Noé entró en el arca. Y no se daban cuenta, hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos. Lo mismo sucederá en la venida del Hijo del Hombre. Entonces de dos hombres que están juntos en el campo, uno será tomado y el otro no. De dos mujeres que están juntas moliendo trigo, una será tomada, y la otra no.
Por eso, estén despiertos, porque no saben en qué día vendrá su Señor. Fíjense bien: si un dueño de casa supiera a qué hora lo va a asaltar el ladrón, seguramente permanecería despierto para impedir el asalto de su casa. Por eso, estén alerta; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que menos piensan.»
Evangelio: (Mt 24, vs 37-44)

Oración:
Padre Nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu Reino;
hágase tu voluntad así en la tierra
como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
Amén.

sábado, 19 de noviembre de 2016

Virgen de la Medalla Milagrosa.



Oración:
Virgen y Madre Inmaculada,
mira con ojos misericordiosos
al hijo que viene a ti,
lleno de confianza y amor,
a implorar tu maternal protección
y a darte gracias por el gran don celestial
de tu bendita Medalla Milagrosa.
Creo y espero en tu Medalla,
Madre mía del Cielo,
y la amo con todo mi corazón,
y tengo la plena seguridad
de que no me veré desatendido.
Amén.

Solemnidad de Cristo Rey.


Después de que Jesús fue crucificado, el pueblo permanecía allí y miraba. Sus jefes burlándose decían: “Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!”.
También los soldados se burlaban de él y, acercándose para ofrecerle vinagre, le decían: “Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!”. Sobre su cabeza había una inscripción: “Éste es el rey de los judíos”.
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo: “¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros”.
Pero el otro lo increpaba, diciéndole: “¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que él? Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero él no ha hecho nada malo”. Y decía: “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”. Él le respondió:
«Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso».
Evangelio: (Lc 23, vs 35-43)

Oración:
Padre Nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu Reino;
hágase tu voluntad así en la tierra
como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
Amén.

sábado, 12 de noviembre de 2016

Papa Francisco Año Jubilar: Inclusión y misericordia


El Papa Francisco habló sobre Misericordia e Inclusión en la última Audiencia Jubilar del Año Santo, realizada la mañana de este Sábado en la Plaza de San Pedro:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En esta última Audiencia Jubilar del Sábado, quisiera presentar un aspecto importante de la misericordia: la inclusión. De hecho, Dios en su designio de amor, no quiere excluir a nadie, sino quiere incluir a todos. Por ejemplo, mediante el Bautismo, nos hace sus hijos en Cristo, miembros de su cuerpo que es la Iglesia. Y nosotros cristianos estamos invitados a usar el mismo criterio: la misericordia es ese modo de actuar, ese estilo, con el cual tratamos de incluir en nuestra vida a los demás, evitando cerrarnos en nosotros mismos y en nuestras seguridades egoístas.
Jesús nos dice: «Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré» (Mateo 11,28). Nadie está excluido de esta llamada, porque la misión de Jesús es aquella de revelar a cada persona el amor del Padre. A nosotros nos corresponde abrir el corazón, encomendarnos a Jesús y acoger este mensaje de amor, que nos hace participar en el misterio de la salvación.
¡Cuántas personas cansadas y oprimidas encontramos también hoy! Por la calle, en las oficinas públicas, en los centros médicos… La mirada de Jesús se fija en cada uno de estos rostros, también a través de nuestros ojos. ¡Como son verdaderas las palabras de Jesús que invita a cuantos están cansados y agobiados a ir hacia Él para encontrar descanso! Sus brazos abiertos en la cruz demuestran que nadie está excluido de su amor y de la misericordia, ni siquiera el más grande pecador: nadie. Todos somos incluidos en su amor y en su misericordia.
¡No excluyamos a nadie! Al contrario, con humildad y simplicidad 
hagámonos instrumentos de la misericordia inclusiva del Padre. La 
santa madre Iglesia extiende en el mundo el gran abrazo de Cristo 
muerto y resucitado. Dejémonos envolver en este movimiento de 
inclusión de los demás, para ser testigos de la misericordia con la 
cual Dios ha acogido y acoge a cada uno de nosotros.

Vaticano, 12 Nov 2016
Extractado Aciprensa

No se dejen engañar.


Algunos hacían notar a Jesús las hermosas piedras y los ricos adornos que habían sido regalados al Templo. Jesús dijo: «Llegará el tiempo en que de todo lo que ustedes admiran aquí no quedará piedra sobre piedra: todo será destruído.» Le preguntaron entonces: «Maestro, dinos cuándo sucederá eso. ¿Cuál será la señal de que va a suceder?»
   Jesús contestó: «Tengan cuidado y no se dejen engañar, porque muchos vendrán en mi lugar, diciendo: Yo soy el Salvador, ésta es la hora de Dios. No los sigan. Cuando oigan hablar de guerras y disturbios, no se asusten, porque primero tiene que pasar eso, pero el fin no vendrá enseguida
   Después les dijo: «Se levantará una nación contra otra, y una raza contra otra. Habrá grandes terremotos, pestes y hambre en una y otra parte. Se verán también cosas espantosas, y señales terribles en el cielo. Pero, antes de eso, a ustedes los tomarán presos, y los perseguirán; los entregarán a los tribunales judíos y los llevarán a las cárceles; los harán comparecer ante los reyes y gobernadores porque llevan mi Nombre. Esta será para ustedes la oportunidad de dar testimonio de mí. No se olviden entonces de lo que ahora les advierto, de no preparar su defensa. Porque yo mismo les daré palabras tan sabias que ninguno de sus opositores las podrá resistir o contradecir.
   Ustedes serán denunciados por sus padres, hermanos, parientes y amigos, y algunos de ustedes serán ajusticiados. Serán odiados de todos a causa de mi Nombre, pero no se perderá ni uno de sus cabellos. Manténganse firmes y se salvarán
Evangelio: (Lc. 21, vs 5 -19)

Oración:
Nada te turbe, nada te espante,
todo se pasa, Dios no se muda,
la paciencia, todo lo alcanza;
quien a Dios tiene, nada le falta:
sólo Dios basta.

Santa Teresa de Jesús

sábado, 29 de octubre de 2016

San Vicente de Paul: Solo se desea lo que se ama.


De hecho, todos los que aquí estamos, ¿cómo éramos antes de entrar aquí? ¿Cómo habíamos vivido? ¡Ay! ¡Tengo que hablar de mí, miserable, que soy el escándalo de todo el mundo, y no solamente de ustedes! La verdad es que cada uno sabe la vida que ha llevado; y ahora, por la misericordia de Dios, ya no está en aquella situación, se ha recuperado. No es que ahora no surjan por una parte y por otra pequeñas faltas, pero esto no es nada en comparación con lo que éramos antes.
   Pero, padre, me dirán, yo siempre vuelvo a caer en lo 
mismo; esto hace que tenga miedo de no amar a Dios, porque, 
si lo amase, no recaería con tanta frecuencia. Cae usted; bien, 
hay que levantarse enseguida y humillarse mucho. Dice usted 
que no ama a Dios; dígame, ¿verdad que quiere usted amarle? 
Sí, padre. Entonces le ama ya, dice San Agustín, porque sólo 
se desea lo que se ama.” (XI, 278)

Fuente: Lectio Divina Vicenciana

Jesús y Zaqueo.


Llegando a Jericó, pasaba Jesús por la ciudad. Allí había un hombre llamado Zaqueo. Era jefe de los cobradores de impuestos y muy rico. Quería ver cómo era Jesús, pero no lo alcanzaba en medio de tanta gente, por ser de baja estatura.
Entonces corrió adelante y se subió a un árbol para verlo, cuando pasara por allí. Cuando llegó a ese lugar, Jesús levantó los ojos y le dijo: «Zaqueo, baja pronto; porque hoy tengo que quedarme en tu casa.»
Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría.
Todos entonces se pusieron a criticar y a decir: «Se fue a alojar en casa de un pecador.» Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: «Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres; y a quien he exigido algo injustamente le devolveré cuatro veces más.»
Jesús, pues, dijo a su respecto: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa; en verdad, éste también es hijo de Abraham. El Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido.»
Evangelio: (Lc. 19, vs 1-10)

Oración:
Señor Jesús, como Zaqueo,
te buscamos y queremos que Tú llegues
a nuestra casa, a nuestro corazón,
para que allí nos transformes y nos vivifiques;
te buscamos Señor,
queremos encontrarte,
queremos que Tú seas
el sentido y la razón de nuestra vida,
por eso te pedimos tu ayuda,
para que nos des la gracia
de ser capaces de dejar y abandonar
lo que no nos ayuda a vivir
tu estilo de vida, tu manera de ser,
para que vivamos como Tú,
amemos como Tú, demos la vida como Tú,
amando y sirviendo, como lo hiciste Tú.
Que así sea.

Fuente: Lectio Divina Vicenciana

sábado, 10 de septiembre de 2016

San Ignacio de Loyola.


«A fin de imitar a Cristo nuestro Señor y asemejarme a Él,
de verdad, cada vez más; quiero y escojo la pobreza con 
Cristo, pobre más que la riqueza; las humillaciones con 
Cristo humillado, más que los honores, y prefiero ser tenido
por idiota y loco por Cristo, el primero que ha pasado por tal, 
antes que como sabio y prudente en este mundo.»

San Ignacio de Loyola

Parábolas de misericordia.


Todos publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Los fariseos, pues, con los maestros de la Ley murmuraban y criticaban:
«Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos.»
   Entonces Jesús les dijo esta parábola:
   «Si uno de ustedes pierde una oveja de las cien que tiene, ¿no deja las otras noventa y nueve en el campo para ir en busca de la que se perdió, hasta encontrarla?  Y cuando la encuentra, muy feliz, la pone sobre los hombros y, al llegar a su casa, reúne amigos y vecinos y les dice: Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido. Yo les declaro que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que vuelve a Dios que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de convertirse.
   Cuando una mujer pierde una moneda de las diez que tiene, ¿no enciende una luz, barre la casa y la busca cuidadosamente, hasta hallarla? Y apenas la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas y les dice: Alégrense conmigo, porque hallé la moneda que se me había perdido. Les declaro que de la misma manera, hay gozo entre los ángeles de Dios por un solo pecador que cambie su corazón y su vida.»
   Jesús puso otro ejemplo:
   «Un hombre tenía dos hijos. El menor dijo a su padre: Padre, dame la parte de la propiedad que me corresponde. Y el padre la repartió entre ellos.
   Pocos días después, el hijo menor reunió todo lo que tenía, partió a un lugar lejano y allí malgastó su dinero en una vida desordenada. Cuando lo gastó  todo, sobrevino en esa región una escasez grande y comenzó a pasar necesidad. Entonces fue a buscar trabajo y se puso al servicio de un habitante de ese lugar que lo envió a sus campos a cuidar cerdos. Hubiera deseado llenarse el estómago con la comida que daban a los cerdos, pero nadie le daba nada.
   Fue entonces cuando entró en sí: "¿Cuántos trabajadores de mi padre tienen pan de sobra, y yo aquí me muero de hambre? ¿Por qué no me levanto? Volveré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra Dios y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo, trátame como a uno de tus siervos. Partió, pues, de vuelta donde su padre.
   Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y sintió compasión, corrió a echarse a su cuello y lo abrazó. Entonces el hijo le habló: Padre, pequé contra Dios y ante ti, ya no merezco llamarme hijo tuyo. Pero el padre dijo a sus servidores: Rápido, tráiganle la mejor ropa y póngansela, colóquenle un anillo en el dedo y zapatos en los pies. Traigan el ternero más gordo y mátenlo, comamos y alegrémonos, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y lo he encontrado. Y se pusieron a celebrar la fiesta.
   El hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver, llegó cerca de la casa, oyó la música y el baile. Llamando a uno de los sirvientes, le preguntó qué significaba todo eso. Este le dijo: Tu hermano está de vuelta y tu padre ha mandó matar el ternero gordo, por haberlo recobrado con buena salud. El hijo mayor se enojó y no quiso entrar. Entonces el padre salió a rogarle. Pero él le contestó: Hace tantos años que te sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y a mí nunca me has dado un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos; pero llega ese hijo tuyo, después de gastar tu dinero con prostitutas, y para él haces matar el ternero cebado.
   El padre le respondió: Hijo, tú estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo. Pero había que hacer fiesta y alegrarse, puesto que tu hermano estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido encontrado.»
Evangelio: (Lc. 15, vs 1-32)

Oración:
Vuélvete hacia nosotros, Señor,
y fíjate ahora y siempre
en que somos débiles
y en que estamos hechos de barro…
Ven aprisa y socorre nuestra pequeñez:
la pequeñez de quienes no saben elegir,
de quienes pueden equivocarse
y perderlo todo, al perderte a Ti.
Concédenos levantar todos los días
nuestros ojos hacia lo alto y verdadero
y seguir dejando por tu reino
todas las cosas que nos engañan.
Te lo pedimos por Aquél que hoy
en el camino hacia la entrega total
renuncia a todo por tu amor y nuestro amor:
Jesús, quien nos invita a buscarte
y a pedirte hoy la sabiduría
que viene de lo alto.
Amén.

Fuente: Lectio Divina Vicenciana

sábado, 27 de agosto de 2016

Domingo 22° Tiempo Ordinario.


Queridos amigos:
En el banquete de la vida Jesús nos pide ser humildes y caritativos. Difícil, en especial cuando todos quieren figurar y sacar provecho para sí. Cuando “el parecer” y “el tener” priman sobre “el ser”. Pero es lo que Jesús nos pide en el evangelio de hoy (Lc 14,1. 7-14). Eso y optar siempre por los pobres y sencillos, así como vivir “la diferencia de ser cristianos” ¿Vivimos conforme a este ideario? A Jesús no le agradó para nada que el fariseo anfitrión hubiera invitado al banquete sólo a gente de posición social y de su círculo familiar y de amigos. ¡Ni un pobre...! Tampoco le agradó que los invitados, pagados de sí mismos, escogieran (¿y se pelearan por?) los primeros puestos.

Decididamente, el mundo de Jesús no era ese ni era eso lo que Jesús enseñaba y practicaba. De seguro, había aceptado la invitación con la esperanza de hacer entrar la salvación en esa casa (Lc 19, 9). Es lo que hizo, al ayudar a cambiar de mentalidad a toda aquella gente (y a nosotros), y al intentar hacer las cosas según las exigencias del Reino de Dios. O sea, hacerlas con humildad y caridad, virtudes que marcan la diferencia del cristiano, que opta por los últimos puestos -(con sinceridad aun sabiendo que será el primero)-, y que mira y atiende a los pobres corporal y espiritualmente -(porque son nuestros semejantes y los preferidos de Dios).

Jesús insistió mucho en la humildad, pero la humildad que 
propuso (y nos  propone) no es la baja estima de sí mismo ni el 
dejarse pisar, sino el vivir en la verdad. Vivir reconociendo los 
valores y las limitaciones personales, para saber hasta dónde 
uno podrá llegar y exigirse, dar de sí o quedarse. Y vivir 
reconociendo los valores y las limitaciones de los demás, para 
felicitar y aplaudir o para ser comprensivos y ayudar.

Fuente: P. Antonio Elduayen
             Extractado.

Los primeros asientos.


Un Sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer; y ellos lo observaban atentamente.
Notando que los invitados escogían los primeros puestos, les propuso esta parábola:
«Cuando te inviten una boda, no te sientes en el puesto principal, no sean que hayan invitado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que los invitó a ti y al otro y te dirá: “Cédele a éste tu sitio”.
Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto.
Al contrario, cuando te inviten, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga quien te invitó, te diga:
“Amigo, sube más arriba”.
Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales.
Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»
Y dijo al que lo había invitado:
«Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos.»
Evangelio: (Lc 14, vs 1,7-14)

Oración:
Tu Reino, Señor, toma la forma de una mesa:
mesa de la acogida y de la fraternidad
donde nos sirves el vino bueno
y abundante de tu plena alegría,
donde todos crecemos hasta la plenitud.
Tu Palabra, Señor, nos invita a ver nuestras mesas
desde tu punto de vista;
desde ti, que no compartes nuestras ambiciones terrenas
y que nos propones tu misma entrega gratuita de amor.
Tú nos invitas, Señor, a participar en la fiesta
de los pobres que tu Reino exalta y bendice;
allí nos recibes si deponemos nuestro orgullo.
Enséñanos, Señor, a ser como tú, a invitar
y también a ser buenos invitados,
para que, identificados contigo,
nuestras mesas y todas nuestras relaciones
tengan desde ahora
el sabor del gran banquete del Cielo.
Amén.

Fuente: Lectio Divina Vicenciana