sábado, 27 de agosto de 2016

Domingo 22° Tiempo Ordinario.


Queridos amigos:
En el banquete de la vida Jesús nos pide ser humildes y caritativos. Difícil, en especial cuando todos quieren figurar y sacar provecho para sí. Cuando “el parecer” y “el tener” priman sobre “el ser”. Pero es lo que Jesús nos pide en el evangelio de hoy (Lc 14,1. 7-14). Eso y optar siempre por los pobres y sencillos, así como vivir “la diferencia de ser cristianos” ¿Vivimos conforme a este ideario? A Jesús no le agradó para nada que el fariseo anfitrión hubiera invitado al banquete sólo a gente de posición social y de su círculo familiar y de amigos. ¡Ni un pobre...! Tampoco le agradó que los invitados, pagados de sí mismos, escogieran (¿y se pelearan por?) los primeros puestos.

Decididamente, el mundo de Jesús no era ese ni era eso lo que Jesús enseñaba y practicaba. De seguro, había aceptado la invitación con la esperanza de hacer entrar la salvación en esa casa (Lc 19, 9). Es lo que hizo, al ayudar a cambiar de mentalidad a toda aquella gente (y a nosotros), y al intentar hacer las cosas según las exigencias del Reino de Dios. O sea, hacerlas con humildad y caridad, virtudes que marcan la diferencia del cristiano, que opta por los últimos puestos -(con sinceridad aun sabiendo que será el primero)-, y que mira y atiende a los pobres corporal y espiritualmente -(porque son nuestros semejantes y los preferidos de Dios).

Jesús insistió mucho en la humildad, pero la humildad que 
propuso (y nos  propone) no es la baja estima de sí mismo ni el 
dejarse pisar, sino el vivir en la verdad. Vivir reconociendo los 
valores y las limitaciones personales, para saber hasta dónde 
uno podrá llegar y exigirse, dar de sí o quedarse. Y vivir 
reconociendo los valores y las limitaciones de los demás, para 
felicitar y aplaudir o para ser comprensivos y ayudar.

Fuente: P. Antonio Elduayen
             Extractado.

No hay comentarios: