Ante miles de fieles presentes en la Plaza de San
Pedro esta mañana, el Papa Francisco retomó las Catequesis sobre el Año de la
Fe y meditó sobre la resurrección de Cristo que es la fuerza y la esperanza de
todo cristiano.
“Hoy reanudamos las Catequesis del Año de la Fe. En el
Credo repetimos esta expresión: "El tercer día resucitó según las
Escrituras”. San Pablo escribe a los cristianos de Corinto: "Les he
trasmitido en primer lugar, lo que yo mismo recibí: Cristo murió por nuestros
pecados, conforme a la Escritura. Fue sepultado y resucitó al tercer día, de
acuerdo con la Escritura. Se apareció a Pedro y después a los Doce." (1
Corintios 15:3-5).
Esta breve confesión de Fe anuncia precisamente el
Misterio Pascual, con las primeras apariciones del Resucitado a Pedro y a los
Doce: la Muerte y la Resurrección de Jesús son justo el corazón de nuestra
esperanza.
Por desgracia, a menudo se ha tratado de oscurecer la Fe
de la Resurrección de Jesús, e incluso entre los propios creyentes se han
insinuado dudas. No es la Fe fuerte.
Es precisamente la Resurrección la que nos abre a la
esperanza más grande, porque abre nuestra vida y la vida del mundo al futuro
eterno de Dios, a la felicidad plena, a la certeza de que el mal, el pecado y
la muerte pueden ser derrotados. Ilumina con una luz nueva estas realidades
cotidianas ¡la Resurrección de Cristo es nuestra fuerza!
¿Pero cómo se nos ha transmitido la verdad de la Fe de
la Resurrección de Cristo? Hay dos tipos de testimonios en el Nuevo Testamento:
algunos son en forma de profesión de Fe; mientras que otros están en forma de
relato del evento de la Resurrección y de los hechos relacionados con ella. La
primera: la forma de la profesión de la Fe, por ejemplo, es la que acabamos de
escuchar, o la de la Carta a los Romanos en la que San Pablo escribe: "Si
confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo
resucitó de entre los muertos, serás salvado."
Desde los primeros pasos de la Iglesia es clara y
firme la Fe en el Misterio de la Muerte y Resurrección de Jesús. Hoy, sin
embargo, quisiera centrarme en la segunda, en los testimonios que toman la
forma de un relato, que encontramos en los Evangelios. Sobre todo observamos
que los primeros testigos de este evento fueron mujeres. Al amanecer, ellas van
al sepulcro para ungir el cuerpo de Jesús, y encontraron el primer signo: el
sepulcro vacío (cf. Mc 16:01). Sigue después el encuentro con un Mensajero de
Dios que anuncia: ‘Jesús de Nazaret, el crucificado, no está aquí, ha
resucitado’ (cf. vv 5-6). Las mujeres son llevadas por el amor y saben acoger
este anuncio con Fe: creen, y de inmediato lo transmiten, no lo tienen para sí
mismas. Lo transmiten.
La alegría de saber que Jesús está vivo y la esperanza
que llena el corazón no se pueden contener. Esto debería suceder también en
nuestra vida ¡Sintamos la alegría de ser cristianos! ¡Nosotros creemos en un
Resucitado que venció el mal y la muerte! ¡Tengamos la valentía de ‘salir’ para
llevar esta alegría y esta luz a todos los lugares de nuestra vida! ¡La
Resurrección de Cristo es nuestra mayor certeza; es el tesoro más precioso!
¡Cómo no compartir con los demás este tesoro, esta certeza!
Otro elemento. En las profesiones de Fe del Nuevo
Testamento, como testigos de la Resurrección vienen recordados sólo los
hombres, los Apóstoles, pero no las mujeres. Esto se debe a que, de acuerdo con
la Ley judaica de aquel tiempo, las mujeres y los niños no podían dar un
testimonio fiable, creíble. En los Evangelios, sin embargo, las mujeres tienen
un papel primordial, fundamental. Si se tratara de un hecho inventado, en el
contexto de aquel tiempo no hubiera estado relacionado al testimonio de las
mujeres. Los evangelistas, en cambio, simplemente se limitan a narrar lo que
sucedió: las mujeres son los primeros testigos.
Ello nos dice que Dios no elige según criterios
humanos: los primeros testimonios del nacimiento de Jesús son los pastores,
gente sencilla y humilde. Y las primeras en ser testimonios de la Resurrección
son las mujeres. Y ello es bello, es un poco la misión de las mujeres, de las
mamás, de las abuelitas. Dar testimonio a sus hijos y nietos de que Jesús está
vivo, ha resucitado. Mamás y mujeres ¡adelante con este testimonio!
Lo que cuenta para Dios es el corazón, cuán abiertos
estamos para Él, si somos como niños que se fían. Pero esto nos hace
reflexionar también sobre cómo las mujeres, en la Iglesia y en el camino de la Fe,
hayan tenido y sigan teniendo aún hoy un papel especial en el abrir las puertas
al Señor, en seguirlo y en comunicar su Rostro, porque la mirada de Fe necesita
siempre la mirada sencilla y profunda del amor.
A los Apóstoles y a los discípulos les cuesta más
creer, a las mujeres no. También en nuestro camino de Fe es importante saber y
percibir que Dios nos ama, no tener miedo de amarlo: la Fe se profesa con la
boca y con el corazón, con las palabras y con el amor.
Después de las apariciones a las mujeres, siguen
otras: Jesús se hace presente de un modo nuevo: es el Crucificado. Al principio
no lo reconocen, y sólo a través de sus palabras y sus gestos los ojos se
abren: el encuentro con el Resucitado transforma, da un nuevo vigor a la Fe, un
fundamento inquebrantable. También para nosotros, hay muchos signos con los que
el Resucitado se da a conocer: la Sagrada Escritura, la Eucaristía y los demás
Sacramentos, la caridad, los gestos de amor que llevan un rayo del Resucitado.
¡Dejémonos iluminar por la Resurrección de Cristo,
dejémonos transformar por su fuerza, para que, también a través de nosotros, en
el mundo los signos de muerte dejen lugar a los signos de la vida!
He visto que hay tantos jóvenes en la plaza, chicos y
chicas, aquí están. Les digo: lleven adelante esta certeza, el Señor está vivo
y camina a nuestro lado en la vida. Ésta es la misión de ustedes. Lleven
adelante esta esperanza. Estén anclados a esta esperanza, esta ancla que está
en el Cielo. Ustedes, testimonios de Jesús, testimonien que Jesús está vivo y
ello nos dará esperanza y dará esperanza a este mundo algo envejecido por las
guerras, por el mal y por el pecado ¡Adelante jóvenes!”
Vaticano, 03 Abril 2013
Fuente: Extractado Aciprensa
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