sábado, 4 de junio de 2011

Ascención del Señor





1:1 En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar,
1:2 hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido;
1:3 a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios.

1:4 Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí.
1:5 Porque Juan ciertamente bautizó con agua, más vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días.
1:6 Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?
1:7 Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad;
1:8 pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.

1:9 Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos.
1:10 Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas,
1:11 los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo.

(Hechos 1, vs 1-11)

La comunión plena con Dios

Descubrir el sentido de nuestra vida, descubrir el objetivo de nuestra vida, la meta hacia la que apunta nuestra trayectoria. Esta meta, es el cielo, la comunión plena con Dios. Esta es nuestra esperanza.

A veces vivimos un cristianismo que se ha olvidado del cielo, que no piensa en la meta de nuestra vida, que vive demasiado apegado al suelo. Nos hace falta contemplar a Cristo que asciende al cielo. En el cielo estaremos cada vez más admirados, más ilusionados, más maravillados. El cielo, la comunión con Dios, es la actividad más trepidante que pueda haber. Nada, nada de la tierra se le puede comparar.

Fuente: Evangelio 2011

Ciclo A

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