sábado, 25 de junio de 2011

Corpus Christi





51 “Yo soy el pan vivo bajado del cielo, el que coma de este pan vivirá para siempre. El pan que yo daré es mi carne, y la daré para la vida del mundo.”

52 Los judíos discutían entre ellos. Unos decían: “¿Cómo este hombre va a darnos de comer su carne?” Jesús les contestó: “En verdad les digo: si no comen la carne del Hijo del Hombre, y no beben su sangre, no viven de verdad.

54 El que come mi carne y bebe mi sangre, vive de vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.

55 Mi carne es comida verdadera y mi sangre es bebida verdadera.

56 El que come mi carne y bebe mi sangre vive en mí, y yo en él.

57 Como el Padre que vive me envió, y yo vivo por Él, así, quien me come a mí tendrá de mí la vida.

58 Este es el pan que bajó del cielo, no como el que comieron vuestros antepasados, los cuales murieron. El que coma este pan vivirá para siempre.”

(Juan 6, vs. 51-58)


Oración

Señor Dios vivo y verdadero,

que te has quedado en el Pan y en el Vino,

donde nos has dejado tu Cuerpo y tu Sangre,

para alimentarnos y fortalecernos,

te pedimos, que nos ayudes a valorar

y ser conscientes de que eres Tú

el que está ahí, que eres Tú el Dios vivo,

que te has quedado para estar con nosotros,

para llenarnos de gracias y bendiciones,

para que nos podamos unir a ti,

y así en ti, tener vida y salvación.

Abre nuestro corazón, nuestro entendimiento

para ser sensibles a tu presencia

y así encontrar en ti, la vida que buscamos,

la fuerza y vitalidad que necesitamos,

la fortaleza que la vida nos exige

para vivir como Tú dando testimonio de ti.

Que así sea.

Amén.


Fuente: Oración Lectio Divina famvin.org

miércoles, 22 de junio de 2011

Dios consuela al hombre en la desolación y el dolor, dice el Papa





En su habitual catequesis de la Audiencia General de este miércoles, el Papa Benedicto XVI señaló que: los Salmos son el libro de oración por excelencia en los que el ser humano puede aprender a rezar del mismo Dios para encontrarse con Él, para encontrar consuelo y amor ante la desolación y el dolor.

Continuando con sus catequesis sobre la oración, ante miles de fieles reunidos en la Plaza de San Pedro, el Papa señaló que: en los 150 Salmos bíblicos que componen el Salterio "encuentra expresión toda la experiencia humana". En los Salmos, se puede identificar dos ámbitos principales: "la súplica ligada al lamento, y la alabanza, dos dimensiones relacionadas y casi inseparables. La súplica está animada por la certeza de que Dios responderá, y esto abre a la alabanza y a la acción de gracias, que surgen de la experiencia de la salvación recibida, que presupone la necesidad de ayuda que la súplica expresa".

El Papa prosiguió: "en la oración de los Salmos, la súplica y la alabanza se entrelazan y funden en un canto único que celebra la gracia eterna del Señor que se inclina sobre nuestra fragilidad".

“Los Salmos enseñan a rezar. En ellos la Palabra de Dios se convierte en palabra de oración. (...) El que reza los Salmos habla a Dios con las mismas palabras de Dios, dirigiéndose a Él con las palabras que nos enseña, y a través de esas palabras también es posible conocer y acoger los criterios de la acción de Dios y acercarse al misterio de sus pensamientos y de sus caminos, para crecer siempre más en la fe y el amor".

“Así, enseñándonos a rezar, los Salmos nos enseñan que incluso en la desolación y en el dolor, la presencia de Dios es fuente de asombro y consuelo; se puede llorar, suplicar, interceder (...), pero con la certeza de que estamos caminando hacia la luz, donde la alabanza será definitiva".

"En el Señor Jesús, que oró durante su vida terrena con los Salmos, éstos encuentran su realización definitiva y revelan su sentido más profundo y completo. Las oraciones del Salterio, en las que se habla a Dios, nos hablan de Èl, nos hablan del Hijo, imagen del Dios invisible que nos revela plenamente el rostro del Padre".

Finalmente el Papa afirmó que: "el cristiano, pues, rezando los Salmos, reza al Padre en Cristo y con Cristo, asumiendo esos cantos en una nueva perspectiva, cuya clave final es el misterio pascual".

En su saludo en español el Santo Padre se dirigió de manera particular a los grupos provenientes de España, Colombia, Venezuela y otros países latinoamericanos.

"Os invito a que aprendáis de los Salmos a hablar con Dios y, repitiendo la súplica de los apóstoles, “Señor, enséñanos a orar”, abráis el corazón para acoger la plegaria del Maestro, en la que toda oración llega a su culmen. Muchas gracias", concluyó.

VATICANO, 22 Jun. 2011

Fuente: ACI/EWTN Noticias

Extractado.

domingo, 19 de junio de 2011

Santísima Trinidad






16 Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna.

17 Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.

18 El que cree en él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios.

(Juan 3, vs 16-18)

En el nombre de la Trinidad

Toda la vida cristiana y toda la vida de la Iglesia están señaladas con el nombre de la Trinidad. Así nos santiguamos, así oramos, así confesamos nuestra Fe, así bendecimos, así celebramos y recibimos el perdón. Hoy celebramos un Misterio de comunión. La Trinidad es Dios en nosotros, Dios con nosotros y Dios por encima de nosotros. Es el misterio que penetra y envuelve nuestra vida y nuestra historia. El Espíritu es Dios en nosotros. De Él viene la esperanza que peregrina hacia la plenitud de Cristo; Él inspira a los profetas la palabra de Dios; Él actúa en el corazón de los creyentes para aceptar la palabra de Dios; Él reúne a los hijos de Dios en torno al Hijo; Él anima la plegaria que dirigimos al Padre. Él ha sido derramado en nuestros corazones y es más íntimo a nosotros que nosotros mismos.

Fuente:

Evangelio 2011 Ciclo A

sábado, 11 de junio de 2011

El Espíritu Santo y la vida cristiana





A partir del Bautismo, el Espíritu divino habita en el cristiano como en su templo. Gracias a la fuerza del Espíritu que habita en nosotros, el Padre y el Hijo vienen también a habitar en cada uno de nosotros.

El don del Espíritu Santo es el que:

-nos eleva y asimila a Dios en nuestro ser y en nuestro obrar;

-nos permite conocerlo y amarlo;

-hace que nos abramos a las divinas personas y que se queden en nosotros.

La vida del cristiano es una existencia espiritual, una vida animada y guiada por el Espíritu hacia la santidad o perfección de la caridad. Gracias al Espíritu Santo y guiado por Él, el cristiano tiene la fuerza necesaria para luchar contra todo lo que se opone a la voluntad de Dios.

Dones

Para que el cristiano pueda luchar, el Espíritu Santo le regala sus siete dones, que son disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir los impulsos del Espíritu.

Estos dones son:

1. Don de Ciencia: es el don del Espíritu Santo que nos permite acceder al conocimiento. Es la luz invocada por el cristiano para sostener la fe del bautismo.

2. Don de Consejo: saber decidir con acierto, aconsejar a los otros fácilmente y en el momento necesario conforme a la voluntad de Dios.

3. Don de Fortaleza: es el don que el Espíritu Santo concede al fiel, ayuda en la perseverancia, es una fuerza sobrenatural.

4. Don de Inteligencia: don del Espíritu Santo que nos lleva al camino de la contemplación, camino para acercarse a Dios.

5. Don de Piedad: el corazón del cristiano no debe ser ni frío ni indiferente. El calor en la fe y el cumplimiento del bien es el don de la piedad, que el Espíritu Santo derrama en las almas.

6. Don de Sabiduría: es concedido por el Espíritu Santo que nos permite apreciar lo que vemos, lo que presentimos de la obra divina.

7. Don de Temor: es el don que nos salva del orgullo, sabiendo que lo debemos todo a la misericordia divina.

Fuente: Aciprensa





Pentecostés





2:1 Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar.
2:2 Y de pronto vino del cielo un ruido, como el de una violenta ráfaga de viento que soplaba, que llenó toda la casa donde estaban;
2:3 Se les aparecieron unas lenguas como de fuego, las que, separándose, se fueron posando sobre cada uno de ellos.
2:4 Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar idiomas distintos, en los cuales el Espíritu les concedía expresarse.

2:5 Había entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos de todas las naciones de la tierra.
2:6 Al producirse aquel ruido, la gente se juntó; y quedó desconcertada al oír a los Apóstoles hablar cada uno en su propia lengua.
2:7 Asombrados y admirados, decían: “¿No son galileos todos éstos que están hablando?
2:8 Entonces, ¿cómo cada uno de nosotros los oímos hablar en nuestro propio idioma?
2:9 Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, habitantes de Mesopotamia, Judea, Capadocia, y del Ponto;
2:10 Hay hombres provenientes de Asia, Frigia, Panfilia, y Egipto; y de la parte de Libia que limita con Cirene, hay forasteros romanos, judíos y hombres no judíos que aceptaron sus creencias;
2:11 cretenses y árabes, y sin embargo, todos les oímos hablar en nuestras idiomas las maravillas de Dios.”


(Hechos 2, 1-11)

viernes, 10 de junio de 2011

Rincón poético: Romance de barco y junco




El junco de la ribera

y el doble junco del agua,
en el país de un estanque
donde el día se mojaba,
donde volaban, inversas,
palomas de inversas alas.

El junco batido al viento
-estrella de seda y plata-
le daba la espalda al cielo
y hacia el cielo se curvaba,
como un dibujo salido
de un biombo de puertas claras.

El estanque era un océano
para mi barco pirata:
mi barco que por las tardes
en un lucero se anclaba,
mi barco de niño pobre
que me trajeron por pascua
y que hoy surca este romance
con velas anaranjadas.

Estrella de marineros,
en junco al barco guiaba.
El viento azul que venía
dolorido de fragancias,
besaba de lejanías
mis manos y mis pestañas
y era caricia redonda
sobre las velas combadas.

Al río del pueblo, un día,
llevé mi barco pirata.
lo dejé anclado en la orilla
para hacerle una ensenada;
mas lo llamó la corriente
con su telégrafo de aguas
y huyó pintando la tarde
de letras anaranjadas.

Dos lágrimas me trizaron
las pupilas desoladas.
en la cubierta del barco
se fue, llorando, mi infancia.

Autor: Oscar Castro Zuñiga

Libro: Camino en el Alba (1938)

Nacionalidad: chilena

Rancagua, Chile

(1910-1947)

lunes, 6 de junio de 2011

¡Feliz día de la Visitación!




Queridos Animadores de Salud:

El evangelio del día 31 de Mayo, nos dice que la Santísima Virgen se puso en camino y fue presurosa a la montaña, a una ciudad de Judá y entró en casa de Zacarías y saludó a su prima Isabel. Al momento de oír el saludo, Isabel quedó llena del Espíritu Santo y exclamando con gran voz dijo:”Bendita tú, entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre”. ¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a visitarme?”. (Lc.1. 39-56)

Este mensaje debe ser el espejo de nuestras visitas domiciliarias, donde el anuncio que llevamos de Jesús, se transforme para cada una de las familias y para nosotros, en un gozo compartido. Ellos, también, son portadores de este anuncio.

Muchas felicidades, estamos de fiesta, que el amor, la alegría, el entusiasmo que experimentamos en todo aquello que realizamos, sea esa antorcha encendida que contagia a otros a encender la suya y que dejemos al relevo una llama más viva.

Queridos Animadores, espero verlos en Octubre, en nuestro Encuentro Nacional, para celebrar estos años de servicio al hermano, ojalá que ya estén listos, con sus pasajes en mano, principalmente los de lejos, aprovechen las promociones, la presencia de ustedes es necesaria e importante y para los que estamos cerca con mayor razón, somos los dueños de casa y tenemos que recibir al amigo cuando es forastero y que viene de lejos porque cree en este proyecto de Animar la Salud Integralmente.

Reciban un fuerte abrazo cada uno de ustedes y sus familias, y cuenten con mi oración.

Hna. Francisca Martinez

Hija de la Caridad

Directora de los Animadores de Salud

sábado, 4 de junio de 2011

Ascención del Señor





1:1 En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar,
1:2 hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido;
1:3 a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios.

1:4 Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí.
1:5 Porque Juan ciertamente bautizó con agua, más vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días.
1:6 Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?
1:7 Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad;
1:8 pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.

1:9 Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos.
1:10 Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas,
1:11 los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo.

(Hechos 1, vs 1-11)

La comunión plena con Dios

Descubrir el sentido de nuestra vida, descubrir el objetivo de nuestra vida, la meta hacia la que apunta nuestra trayectoria. Esta meta, es el cielo, la comunión plena con Dios. Esta es nuestra esperanza.

A veces vivimos un cristianismo que se ha olvidado del cielo, que no piensa en la meta de nuestra vida, que vive demasiado apegado al suelo. Nos hace falta contemplar a Cristo que asciende al cielo. En el cielo estaremos cada vez más admirados, más ilusionados, más maravillados. El cielo, la comunión con Dios, es la actividad más trepidante que pueda haber. Nada, nada de la tierra se le puede comparar.

Fuente: Evangelio 2011

Ciclo A