sábado, 31 de agosto de 2013

El que se enaltece será humillado.



Un Sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando. Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les propuso esta parábola: “Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que os convidó a ti y al otro y te dirá: “Cédele el puesto a éste”. Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto. Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: “Amigo, sube más arriba”. Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”.
Y dijo al que lo había invitado: “Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos”.

Evangelio: (Lucas 14, 1.7-14)

Oración:
Tu Reino, Señor, toma la forma de una mesa:
mesa de la acogida y de la fraternidad
donde nos sirves el vino bueno
y abundante de tu plena alegría,
donde todos crecemos hasta la plenitud.
Tu Palabra, Señor, nos invita a ver nuestras mesas
desde tu punto de vista;
desde ti, que no compartes nuestras ambiciones terrenas
y que nos propones tu misma entrega gratuita de amor.
Tú nos invitas, Señor, a participar en la fiesta de los pobres
que tu Reino exalta y bendice;
allí nos recibes si deponemos nuestro orgullo.
Enséñanos, Señor, a ser como tú,
a invitar y también a ser buenos invitados,
para que, identificados contigo,
nuestras mesas y todas nuestras relaciones
tengan desde ahora
el sabor del gran banquete del Cielo.
Amén.

Fuente: Lectio Divina Vicenciana

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