Amor
El
tercer tema de nuestra reflexión queridos amigos jóvenes, es la fascinante
verdad del amor; el amor entre los hombres, el amor con que Dios nos ha amado
primero, el amor que en todo momento debemos a Dios y a los otros.
Oíd
el testimonio del evangelista San Juan: “Porque tanto amó Dios al mundo, que le
dio su unigénito Hijo, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que
tenga la vida eterna” (Jn. 3, 16). Cristo es el amor del Padre hecho carne, “la
bondad y el amor de Dios, nuestro salvador hacia los hombres” (Tit. 3, 4); Él
incluso durante su gran humillación de la cruz pidió por sus verdugos y los
perdonó. En su pasión y muerte Cristo pasó también el oscuro abismo del amor;
Él experimentó la entrega total de la propia persona a causa del amor; del que
Él mismo dijo: “Nadie tiene amor mayor que este de
dar uno la vida por sus amigos” (Jn. 15, 13)
¡Mirad
sobre todo a este Jesús! ¡Mirad a su cruz! Él es en persona lo que la palabra
amor significa. Él mismo quiere y debe ser también la medida de vuestro amor.
Por eso, su nuevo y mayor mandamiento es: “Que os
améis los unos a los otros; como yo os he amado, así, también amaos mutuamente.
En esto conocerán todos que sois mis discípulos: si tenéis amor unos para con
otros” (Jn. 13, 34-35). Cuán hambriento de amor está el mundo enfermo,
hambriento del amor salvífico de Jesucristo, del Salvador. El viejo mundo exige
un amor que sea joven y que regale energía juvenil. ¡Sed vosotros sus
mensajeros! ¡Llevad vosotros este amor a los hombres, como habéis llevado la
luz de las antorchas por las calles este atardecer! Dejad que el fuego del
Espíritu Santo brille en vosotros para llevar al mundo la luz y el calor del
amor de Dios.
Papa Juan Pablo II
Fuente: Aciprensa
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