« ¡Oh Salvador! ¡Qué dichosos eran los que tenían la gracia
de acercarse a ti! ¡Qué rostro! ¡Qué mansedumbre, qué cordialidad les
demostrabas a todos, para atraerlos! ¡Salvador mío! ¡Quien tuviera ese aspecto
amoroso y esa benignidad encantadora! ¡Cuánto fruto daría en tu Iglesia! Los
pecadores y los justos acudirían a él, unos para convertirse, otros para
animarse cada vez más.»
(XI, 478)Fuente: Lectio Divina Vicenciana
No hay comentarios:
Publicar un comentario