sábado, 20 de febrero de 2016

Escuchar solo a Jesús.


La escena es considerada tradicionalmente como "la transfiguración de Jesús". No es posible reconstruir con certeza la experiencia que dio origen a este sorprendente relato. Sólo sabemos que los evangelistas le dan gran importancia pues, según su relato, es una experiencia que deja entrever algo de la verdadera identidad de Jesús.
Al parecer, los discípulos no captan el contenido profundo de lo que están viviendo, pues Pedro dice a Jesús: «Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Coloca a Jesús en el mismo plano y al mismo nivel que a los dos grandes personajes bíblicos. A cada uno su tienda. Jesús no ocupa todavía un lugar central y absoluto en su corazón.
La voz de Dios le va a corregir, revelando la verdadera identidad de Jesús: «Éste es mi Hijo, el escogido», «Escuchadle a él». A nadie más. Su Palabra es la única decisiva. Las demás nos han de llevar hasta él.
Es urgente recuperar en la Iglesia actual la importancia decisiva que tuvo en sus comienzos la experiencia de escuchar en el seno de las comunidades cristianas el relato de Jesús recogido en los evangelios. Estos cuatro escritos constituyen para los cristianos una obra única que no hemos de equiparar al resto de los libros bíblicos.
Hay algo que sólo en ellos podemos encontrar: el impacto causado por Jesús a los primeros que se sintieron atraídos por él y le siguieron. Los evangelios no son libros didácticos que exponen doctrina académica sobre Jesús. Tampoco biografías redactadas para informar con detalle sobre su trayectoria histórica. Son "relatos de conversión" que invitan al cambio, al seguimiento a Jesús y a  la identificación con su proyecto.
Por eso piden ser escuchados en actitud de conversión. Y en esa actitud han de ser leídos, predicados, meditados y guardados en el corazón de cada creyente y de cada comunidad. Una comunidad cristiana que sabe escuchar cada Domingo el relato evangélico de Jesús en actitud de conversión, comienza a transformarse. No tiene la Iglesia un potencial más vigoroso de renovación que el que se encierra en estos cuatro pequeños libros.
Los seguidores de Jesús no vivimos de cualquier creencia, 
norma o rito. Una comunidad se va haciendo cristiana cuando
va poniendo en su centro el Evangelio y solo el Evangelio. Ahí 
se juega nuestra identidad. No es fácil imaginar un hecho 
social más humanizador que un grupo de creyentes 
escuchando juntos el «relato de Jesús».

Fuente: José Antonio Pagola
             Extractado

La transfiguración de Jesús.


Ocho días después de estos discursos, Jesús llevó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, y subió a un cerro a orar. Y mientras estaba orando, su cara cambió de aspecto y su ropa se puso blanca y fulgurante. Dos hombres que eran Moisés y Elías, conversaban con él. Se veían resplandecientes y le hablaban de su partida, que debía cumplirse en Jerusalén. Pedro y sus compañeros se sintieron invadidos por el sueño. Pero se despertaron de repente y vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con él. Cuando éstos se alejaron, Pedro dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bueno que estemos aquí!; levantemos tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» Pues no sabía lo que decía.
   Estaba todavía hablando cuando se formó una nube que los cubrió con su sombra. Al quedar envueltos en la nube se atemorizaron, pero de la nube salió una voz que decía: «Este es mi Hijo, mi Elegido; escúchenlo.» Después que llegaron estas palabras, Jesús volvió a estar solo.
   Los discípulos guardaron silencio por esos días, y no contaron nada a nadie de lo que habían visto.
Evangelio: (Lucas 9, vs 28-36)

Oración:
Señor Jesús,
en estos días de cuaresma,
danos también a nosotros la gracia
que diste a Pedro, Santiago y Juan,
de conocerte vivencialmente,
para que viendo tu manifestación
y reconociendo el testimonio
que el Padre dio de ti,
reconociéndote como su Hijo elegido,
te escuchemos y te sigamos,
asumiendo tus enseñanzas,
haciendo nuestro tu estilo de vida,
viviendo a tu manera.
Regálanos la gracia de encontrarte
vivo y presente en tu palabra escrita,
para que cada vez te conozcamos más
y hagamos vida lo que Tú nos has dejado en ella.
Ayúdanos a vivir lo que nos pides
amando como Tú,
teniendo tus mismos sentimientos y actitudes.
Que así sea.

Fuente: Lectio Divina Vicenciana

sábado, 13 de febrero de 2016

I Domingo de Cuaresma.


Queridos amigos:
   
   Las tentaciones de Jesús en el desierto (Lc 4, 1-13) merecen toda nuestra atención, pero la merece mucho más la decisión que tomó de iniciar su ministerio de Mesías. Ciertamente los sinópticos, sobre todo Mateo (4, 1-11) y Lucas, nos hablan largo y tendido de cómo el diablo tentó a Jesús en el desierto durante cuarenta días, de cuáles fueron las tentaciones y de cómo, acudiendo a la Palabra de Dios, salió airoso y triunfador. El relato, tan interesante, no puede impedirnos leer entre líneas y ver la astucia y la osadía del Tentador, cuya intención última no es vernos caídos en un pecado u otro sino apartarnos de Dios. El asunto no es tanto caer en las tentaciones del placer, el poder y la fama, que son las tres tentaciones, con las que el diablo tentó a Jesús, sino de esclavizarnos al pecado y terminar alejándonos de Dios..
   En el caso de Jesús lo que el tentador buscó fue desviarlo de su misión, desanimarlo y hacerle dejar o desnaturalizar su Plan de Mesías. Jesús había venido al desierto a orar, reflexionar y decidir con su Padre Dios lo que habría de hacer de Mesías y cómo habría de hacerlo. Ahora el Tentador buscaba conseguir de Jesús lo que ya había logrado de sus y nuestros buenos padres Adán y Eva, cuando la serpiente les hizo comer del fruto prohibido. Afortunadamente el nuevo Adán no se dejó seducir. Supo muy pronto que lo que el Maligno pretendía era suplantar a Dios, que se le adore a él como Dios. Lamentablemente es lo que en cada pecado grave logra de nosotros. Para el espíritu del mal lo que cuenta no es tanto el que caigamos en un pecado u otro, sino el que en cada caída vamos dando un paso hacia fuera en el camino de Dios.
   “No nos dejes caer en la tentación…”, nos enseñó a rezar Jesús en el padrenuestro. En nuestra carrera hacia Dios en el camino de la perfección, tenemos que mirar siempre las tentaciones como un reto a vencer, como un posible triunfo trofeo para Dios y para nosotros mismos. A veces nos preguntamos ¿por qué cuando me propongo ser mejor, arrecian las tentaciones y se me complican las cosas? Simplemente, porque el diablo se alarma cada vez que alguien se propone ser bueno de verdad.

Fuente: P. Antonio Elduayen, CM
             Extractado

Tentación de Jesús en el desierto.


Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió de las orillas del Jordán y se dejó guiar por el Espíritu a través del desierto, donde estuvo cuarenta días y fue tentado por el diablo. En todos esos días no comió nada, y al fin tuvo hambre.
   El diablo le dijo entonces: «Si eres Hijo de Dios, manda a esta piedra que se convierta en pan.» Pero Jesús le contestó: «Dice la Escritura: El hombre no vive solamente de pan
   Después, el diablo lo llevó a un lugar más alto, en un instante le mostró todas las naciones del mundo, y le dijo: «Te daré poder sobre estos pueblos y te entregaré sus riquezas, porque me han sido entregadas y las doy a quien quiero. Todo será tuyo si te arrodillas delante de mí.» Pero Jesús le replicó: «La Escritura dice: Adorarás al Señor, tu Dios y a él solo servirás
   Entonces, lo llevó  el diablo a Jerusalén, lo puso sobre la parte más alta del Templo y le dijo: «Si tú eres Hijo de Dios, tírate de aquí para abajo; porque dice la Escritura: Dios ordenará a sus ángeles que te protejan. Ellos te llevarán en sus manos para que no tropiecen tus pies en alguna piedra.» Pero Jesús le replicó: «Dice la Escritura: No tentarás al Señor, tu Dios
   Habiendo agotado, todas las formas de tentación, el diablo se alejó de él, para volver en el momento oportuno.
Evangelio: (Lucas 4, vs 1-13)

Oración:
Señor Jesús,
Tú que lleno del Espíritu Santo,
fuiste llevado al desierto,
y allí el diablo buscó seducirte,
tentándote, buscando desviarte de tu misión,
te pedimos que en estos días de cuaresma
nos ayudes a mirar nuestra vida
y así ser conscientes de las tentaciones
que cada uno de nosotros tenemos
y que iluminados por tu Espíritu Santo
tengamos su ayuda para que como Tú
podamos vencer todo aquello
que nos aleja y separa de ti.
Ayúdanos Señor,
y danos tu gracia para ser fuertes en los momentos
y en las circunstancias de tentación,
ayúdanos a ser fieles como lo fuiste Tú.
Que así sea.

Fuente: Lectio Divina Vicenciana

sábado, 6 de febrero de 2016

Domingo 5° Tiempo Ordinario.


El milagro de la pesca imposible, -signo o manifestación de quién de verdad es Jesús-, contiene detalles interesantes, que Lucas ha recogido en frases memorables: “¡Rema mar adentro…!” y “¡No temas… Serás pescador de hombres!”, de Jesús. Y “¡En tu nombre echaré las redes!” y “¡Apártate de mí que soy un pecador!”, de Pedro. La observación final del relato es de antología: “Ellos, dejándolo todo, le siguieron”.

“¡Rema mar adentro!”, es una invitación a ir siempre más allá, más adentro y más lejos. A salir de la orilla. A atreverse. A descubrir nuevos horizontes. A vivir por un ideal. A cultivar los valores. A seguir a Jesús, sin importar las dificultades y los imprevistos. Sin miedos. “¡En tu nombre echaré las redes”, es una frase en la que más importante que echar las redes es echarlas en el nombre del Señor. Pedro y sus compañeros habían estado echando las redes durante toda la noche, que es cuando los cardúmenes se mueven y caen en la red, pero no habían conseguido nada. Ahora bastó que echaran las redes en el nombre del Señor para que se hiciera el milagro…

Para hacer las cosas en el nombre de Dios, los cristianos tenemos una hermosa oración, breve y contundente: la llamamos la señal de la cruz. Con ella invocamos a la Santísima Trinidad y hacemos sobre nosotros la cruz salvadora de Jesucristo, que son los dos grandes misterios de nuestra fe. Pero no sólo los invocamos, sino que es en nombre de ellos que nos disponemos a hacer cuanto tenemos que hacer. Desde empezar el día al levantarnos, hasta salir de casa, ir al trabajo, viajar, etc. 
Lamentablemente solemos “comernos” el comienzo de la oración: el “en nombre de…” Lo decimos tan rápido que ni nos damos cuenta.

Iniciémoslo todo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, mientras trazamos sobre nosotros la señal de la cruz, bien hecha. Nos pasará como en la pesca milagrosa: tendremos éxito en cuanto emprendamos. ¿Qué nos cuesta hacer la prueba?

Fuente: P. Antonio Elduayen, CM
             Extractado

La pesca milagrosa.

Jesús y los pescadores
Estaba él a la orilla del lago Genesaret y la gente se agolpaba sobre él para oír la Palabra de Dios, cuando vio dos barcas que estaban a la orilla del lago. Los pescadores habían bajado de ellas, y lavaban las redes.
Subiendo a una de las barcas, que era de Simón, le rogó que se alejara un poco de tierra; y, sentándose, enseñaba desde la barca a la muchedumbre.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar
Simón le respondió: «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada; pero, en tu palabra, echaré las redes.»
Y, haciéndolo así, pescaron gran cantidad de peces, de modo que las redes amenazaban romperse. Hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que vinieran en su ayuda. Vinieron, pues, y llenaron tanto las dos barcas que casi se hundían.
Al verlo Simón Pedro, cayó a las rodillas de Jesús, diciendo: «Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador.»
Pues el asombro se había apoderado de él y de cuantos con él estaban, a causa de los peces que habían pescado.Y lo mismo de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: «No temas. Desde ahora serás pescador de hombres
Llevaron a tierra las barcas y, dejándolo todo, le siguieron.
Evangelio: (Lucas 5, vs 1-11)

Oración:
Señor Jesús, ven en nuestra ayuda,
y ayúdanos a echar las redes en tu Nombre,
para que así Tú puedas seguir manifestando
tu amor y tu misericordia,
atrayendo a muchos a tu encuentro,
dándoles tu gracia y tu bendición,
siendo Tú el sentido de sus vidas,
con tu gracia, tu amor y tu perdón.
Hoy nuevamente, Señor,
danos la gracia de actuar en tu Nombre
para que sigas tocando los corazones,
haciendo que muchos te conozcan y te sigan,
encontrando en ti el sentido
pleno y total de sus vidas.
Así sea.

Fuente: Lectio Divina Vicenciana