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En
aquel tiempo, Zacarías, padre de Juan, lleno del Espíritu Santo, profetizó
diciendo:
"Bendito
sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo
había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros
enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que
juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en
su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados. Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz."
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados. Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz."
Evangelio:
(Lucas 1, vs 67-79)
Bendigo a Dios, pero recordando a todos los frágiles, a quienes
sufren, a las personas que hoy no son felices. Con todo, siento el
gozo de la fe que nos hace vencer toda negatividad. Gracias, Señor,
por seguir viniendo a mí, por no olvidarte de mí dejándome en
indigencia.
Fuente: Evangelio Ciclo C 2010
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