sábado, 19 de diciembre de 2015

Domingo IV de Adviento.


A tres días de la Nochebuena, el evangelio (Lucas 1, vs 39-45) nos presenta la fe como la puerta de entrada a la Navidad. La fe, de la que además se nos dice que es una bienaventuranza y que es caridad y misión.
Bienaventurada tú que crees, porque lo que te ha dicho el Señor se realizará. Estas palabras que Isabel le dice a María, valen también para ti (y para mí y para todos los creyentes). Son un ejemplo de cómo Dios se revela y premia a los humildes y sencillos, simplemente porque le agrada la fe que le tienen ( Lucas 12, vs 21-22). Al Padre Dios le agradó la fe de María y la premió haciendo que su Hijo se encarnase en ella, por obra del Espíritu Santo. Le agradará también nuestra fe, si es un fiat sincero como el de María, y nos premiará haciendo que, de alguna manera, se encarne también en nosotros dándonos el poder de ser hijos de Dios (Juan 1, vs 12). ¡ Reconozcamos nuestra dignidad!
La fe de María es un Sí (fiat) absoluto y total, valiente y gozoso, a Dios Trinidad. Tanto que la convirtió en el ser humano más dócil a Dios que ha existido: la criatura excepcional en la que Dios supo que podía contar siempre con ella.
La visita de María a Isabel para ayudarla (Lucas 1, vs 39-40) ejemplariza dos elementos que no pueden faltar en la fe: la caridad y la misión. Son dos dimensiones esenciales de la fe, que el Papa Benedicto XVI recoge y explaya en su Carta Apostólica Porta Fidei (PF. 7, 12, 14). Ante todo, la fe sin obras es muerta (Stgo. 2, vs 14-18). “la fe sin la caridad no da fruto, y la caridad sin fe sería puro sentimentalismo…”, dice el Papa (PF 14). Es por ello que “María Fe” va presurosa (misión) a ayudar a Isabel (caridad). Es el amor de Cristo el que llena nuestros corazones y nos impulsa a evangelizar: “el amor de Cristo nos apremia”, enseña San Pablo (2 Cor. 5, vs 14). En el Año Jubileo de la Misericordia, la Caridad se hace compasión y la Misión salida a las periferias geográficas y existenciales para remediar las miserias, en la medida de lo posible.

Fuente: P. Antonio Elduayen, CM
             Extractado

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