En aquel tiempo, se acercaron unos fariseos y le preguntaron
a Jesús, para ponerlo a prueba: “¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su
mujer?” Él les replicó: “¿Qué os ha mandado Moisés?”
Contestaron: “Moisés permitió divorciarse, dándole a la mujer un acta de
repudio.
Jesús les dijo: “Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto.
Al principio de la creación Dios “los creó hombre y mujer. Por eso abandonará
el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una
sola carne”. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha
unido, que no lo separe el hombre”.
En casa, los
discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo. Él les dijo: “Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete
adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con
otro, comete adulterio”.
Le acercaban niños
para que los tocara, pero los discípulos les regañaban. Al verlo, Jesús se
enfadó y les dijo: “Dejad que los niños se acerquen
a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos es el reino de Dios. Os
aseguro que el que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él”.
Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos.
Evangelio: (Marcos 10, vs 10-16)
Oración:
Contemplando tu obra de vida,
te alabamos agradecidos,
oh
Dios, Padre de toda familia humana.
Recrea
en nuestros corazones
la
capacidad de amar con entrega.
Haz
de la relación de los esposos
un
signo vivo de tu Reino
y
una llamada a la fe del mundo.
Tú
que creaste y bendijiste
la
unión del hombre y la mujer,
protege
a nuestras familias de todo mal
y
por ellas prolonga
la
vida humana en el mundo.
Tú,
que desde el principio
cuando
ordenabas todas las cosas,
diste
a nuestra fe la misión
de
llevar a toda pareja humana
hacia
Cristo, esposo de la Iglesia.
Que así sea.Fuente: Lectio Divina Vicenciana
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