Queridos amigos y amigas:
Dos, son tres los grandes mandamientos del amor: el
amor a Dios, el amor al prójimo y el amor a ti mismo. Es lo que nos dice Jesús
en el evangelio de hoy (Mt 22, 34-40). El principal y primero es el amor de
Dios. A nosotros se nos hace increíble que los fariseos, expertos en la ley, le
hiciesen a Jesús una pregunta tan obvia, pero la cosa no debiera extrañarnos
tanto si pensamos que, en la práctica, a nosotros nos pasa lo mismo que a
ellos. El amor al prójimo es semejante al primero, en el sentido de que es la
medida de nuestro amor a Dios, quien toma como hecho a Él lo que hacemos por el
prójimo (Mt 25,40). El tercer amor es el amor a sí mismo. El último, pero no lo
último, pues es la medida de nuestro amor al prójimo, teniendo que hacer a los
demás lo que queremos que ellos nos hagan a nosotros (Mt 7,12). Recordemos que
el prójimo es nuestro otro yo.
Recordemos también que el mandamiento del amor es
uno solo, pues en el amor a Dios van incluidos los otros dos amores. Que es la
esencia de lo que Dios es, pues se define a Sí mismo diciendo que es Amor (1 Jn
4,8). Que constituye la identidad del cristiano, pues se nos reconocerá por
cómo nos amamos los unos a los otros (Jn 13,35). Que el amor es el corazón de
la Iglesia, según su Doctora Santa Teresita del Niño Jesús, que fue toda amor.
Y recordemos que la Obra de las Misiones de la Iglesia, solamente se entiende,
crece y da frutos desde el amor, - subrayemos esto, ya que estamos en el Mes de
las Misiones.
En relación con las misiones, el amor es el por qué,
el cómo y el para qué de las mismas. ¿Por qué hacer y dar misiones? Porque lo
pide la caridad cristiana, cuyo gesto más grande es dar a conocer a Jesucristo
y el Reino de Dios, con todo lo que ello significa (2 Cor 5,14). ¿Cómo lograr
que las misiones cundan y logren sus objetivos? Es el Papa San Juan Pablo II
quien más nos habló de esto, desde Haití 1983, cuando embarcó a la iglesia en
la Nueva Evangelización. Nueva en sus expresiones, nueva en sus métodos y nueva
en su ardor o celo apostólico, que es el factor más necesario y el que
lamentablemente menos parece abundar hoy. Necesitamos urgentemente misioneros
al estilo de Francisco Javier, Vicente de Paul y Teresita de Jesús, por
mencionar tres ejemplos.
Fuente: P. Antonio Elduayen, CM