sábado, 25 de octubre de 2014

Domingo 30° Tiempo Ordinario.



Queridos amigos y amigas:
Dos, son tres los grandes mandamientos del amor: el amor a Dios, el amor al prójimo y el amor a ti mismo. Es lo que nos dice Jesús en el evangelio de hoy (Mt 22, 34-40). El principal y primero es el amor de Dios. A nosotros se nos hace increíble que los fariseos, expertos en la ley, le hiciesen a Jesús una pregunta tan obvia, pero la cosa no debiera extrañarnos tanto si pensamos que, en la práctica, a nosotros nos pasa lo mismo que a ellos. El amor al prójimo es semejante al primero, en el sentido de que es la medida de nuestro amor a Dios, quien toma como hecho a Él lo que hacemos por el prójimo (Mt 25,40). El tercer amor es el amor a sí mismo. El último, pero no lo último, pues es la medida de nuestro amor al prójimo, teniendo que hacer a los demás lo que queremos que ellos nos hagan a nosotros (Mt 7,12). Recordemos que el prójimo es nuestro otro yo.

Recordemos también que el mandamiento del amor es uno solo, pues en el amor a Dios van incluidos los otros dos amores. Que es la esencia de lo que Dios es, pues se define a Sí mismo diciendo que es Amor (1 Jn 4,8). Que constituye la identidad del cristiano, pues se nos reconocerá por cómo nos amamos los unos a los otros (Jn 13,35). Que el amor es el corazón de la Iglesia, según su Doctora Santa Teresita del Niño Jesús, que fue toda amor. Y recordemos que la Obra de las Misiones de la Iglesia, solamente se entiende, crece y da frutos desde el amor, - subrayemos esto, ya que estamos en el Mes de las Misiones.

En relación con las misiones, el amor es el por qué, el cómo y el para qué de las mismas. ¿Por qué hacer y dar misiones? Porque lo pide la caridad cristiana, cuyo gesto más grande es dar a conocer a Jesucristo y el Reino de Dios, con todo lo que ello significa (2 Cor 5,14). ¿Cómo lograr que las misiones cundan y logren sus objetivos? Es el Papa San Juan Pablo II quien más nos habló de esto, desde Haití 1983, cuando embarcó a la iglesia en la Nueva Evangelización. Nueva en sus expresiones, nueva en sus métodos y nueva en su ardor o celo apostólico, que es el factor más necesario y el que lamentablemente menos parece abundar hoy. Necesitamos urgentemente misioneros al estilo de Francisco Javier, Vicente de Paul y Teresita de Jesús, por mencionar tres ejemplos.

Al para qué de las misiones, la respuesta nos la da el Papa Francisco: para abrirse al amor de Dios, que nos trae la verdadera liberación y la salvación integral (EG., c. IV). Las misiones, que se hacen con amor, llevan el amor y al amor verdaderos. Fue el amor cristiano, encendido por el Espíritu Santo, lo que cambió el mundo pagano. Y será ese mismo amor lo que salve al mundo hoy, tan necesitado del amor verdadero.

Fuente: P. Antonio Elduayen, CM

Amarás al Señor, tu Dios, y a tu prójimo como a ti mismo.



En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: "Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?"
Él le dijo: ""Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser." Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los Profetas."
Evangelio: (Mateo 22, vs 34-40)

Oración:
Permítenos, oh Padre amoroso,
comprender y practicar la ley del amor.
Derrama tu espíritu de vida
y renueva nuestro empobrecido corazón:
que podamos comprender tu ley,
más allá de nuestra mezquina conveniencia;
que podamos practicarla,
más allá de nuestra distinción de personas;
que encontremos en cada hermano
tu imagen y tu gloria.
Para poder amarte en ellos,
servirte en ellos,
caminar contigo mientras caminamos a su lado.
Te lo pedimos por Jesucristo tu Hijo,
en quien tenemos cumplido el amor
y que vive y reina glorioso por los siglos.
Amén.

Fuente: Lectio Divina Vicenciana

La Iglesia es el Cuerpo de Cristo.



En la Audiencia General de este Miércoles, en la Plaza de San Pedro y ante miles de fieles, el Papa Francisco ha proseguido una semana más con las Catequesis sobre la Iglesia. En el resumen en español, hecho por el Santo Padre, ha reflexionado sobre la Iglesia como cuerpo de Cristo:

"Queridos hermanos y hermanas:
En la Catequesis de hoy, nos preguntamos en qué sentido y por qué decimos que la Iglesia es el Cuerpo de Cristo.

No se trata simplemente de un modo de hablar, sino de una expresión llena de contenido. La Iglesia es una obra maestra del Espíritu Santo que, infundiendo en cada uno de nosotros la vida nueva del Señor Resucitado, nos congrega en la unidad, hasta el punto de convertirnos en un solo Cuerpo, edificado sobre la comunión del amor. Es en el Bautismo donde nos unimos realmente a Cristo, la cabeza, y a los hermanos como miembros del mismo cuerpo.

El Apóstol San Pablo descubre un reflejo de la profundidad de este vínculo en el matrimonio cristiano, al que compara con la unión de Cristo con su Iglesia. El auténtico amor, que crea comunión, no presume ni se engríe, no lleva cuentas del mal recibido y goza haciendo el bien, no tiene envidia, sino que considera a los otros más que a uno mismo, sufre con los últimos y con los necesitados, y valora y reconoce a quienes hacen los servicios más humildes y escondidos.”

A continuación ha saludado a los peregrinos "venidos de España, México, Panamá, Costa Rica, Argentina, Perú, Chile y otros países latinoamericanos. Queridos hermanos, invoquemos también nosotros al Espíritu Santo para que su gracia y la abundancia de sus dones nos ayuden a vivir de verdad como Cuerpo de Cristo y como signo visible y hermoso de su amor. Muchas gracias".

Vaticano, 22 Oct. 2014
Fuente: Extractado Zenit.org

sábado, 11 de octubre de 2014

Domingo 28° Tiempo Ordinario.



Queridos amigos y amigas:
En tiempos de Jesús, una boda era socialmente lo máximo. Tanto que para imaginar cómo era el cielo lo comparaban con una gran boda. Es lo que hizo Jesús al comparar el Reino de Dios con las bodas del hijo de un rey (Mt 22, 1-14). Imaginemos entonces la desfachatez y el desaire de aquellos invitados, con invitación personal y todo, no quisieron ir, “no hicieron caso”. La reacción del rey fue terrible, pues acabó con ellos. Y como la fiesta debía hacerse, el Rey mandó a sus criados a invitar y traer a cuantos encontrasen por el camino, buenos y presentables o malos y desarrapados.
Visto como parábola, el relato nos dice que el Padre Dios envió su Hijo a este mundo como el Mesías prometido, Jesucristo, el novio de Israel (Lc 5,34). Y que para que lo recibiesen envió a Israel jueces y profetas, que, a lo largo de su historia, fueron preparando su llegada. Lamentablemente, Israel no hizo caso, autoexcluyéndose del Reino de Dios (el Banquete). Sólo unos pocos (los apóstoles y discípulos) le fueron leales y lo acogieron. Y salieron a invitar y ganar para Jesús y su causa a los no-pueblo-de-Israel. En relación con estos últimos, “los malos y desarrapados” entre comillas, hubo uno -¡sólo uno!- , a quien el rey mandó sacar de malas maneras por haberse colado sin el vestido de fiesta, que sin duda y como era la costumbre, le ofrecieron a la entrada, pero que él no quiso ponérselo.
Para nosotros, los católicos, Jesús no sólo es ese Hijo a quien su Padre Dios prepara un gran banquete de bodas. Él mismo es el Banquete, que se nos da en comida: el banquete eucarístico, decimos desde siempre. Jesús eucaristía, que se entrega como Pan de Vida para la salvación del mundo. Como Misa, como comunión y como adoración, la Eucaristía es el Banquete al que nos invita personalmente el Padre Dios. ¿Y no les parece que, en relación con la eucaristía, hacemos nosotros lo que hicieron aquellos malos invitados? ¿Que en nosotros se repite lo que nos cuenta la parábola del banquete?
Llama la atención el hecho de que excusas tan serias y grandes como las que dieron los invitados que menciona Lucas (Lc 14, 18-20), no fueron suficientes para Jesús y los castigó. Léanlas, por favor, y comparen con nuestras insignificantes disculpas. Y eso que nuestro banquete eucarístico es incomparablemente mejor y más importante que el banquete del señor de la parábola. ¿Qué dirá Dios de nuestras excusas para no ir a misa? ¿Qué, de nuestras tardanzas y/o de nuestras salidas sin terminar la santa misa? ¿Y qué, de no ir a comulgar…? Debe serle terriblemente penoso ver a algunos que van a comulgar sin “vestido de fiesta”, es decir “sin la gracia de Dios”, que se les ofrece mediante la confesión y/o regularizando antes su situación relacional (de pareja).

Fuente: P. Antonio Elduayen, CM

"A todos los que encontréis, convidadlos a la boda"



En aquel tiempo, de nuevo tomó Jesús la palabra y habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
"El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran: "Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda."
Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: "La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda."
Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. [Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: "Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?" El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: "Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes." Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos."]
Evangelio: (Mateo 22, vs 1-14)

Oración:
Señor Dios nuestro,
Tú que continuamente nos estás atrayendo
con lazos de amor y de misericordia,
que nos invitas a estar contigo
para recibir de ti gracia y bendición,
que de diferentes maneras buscas darnos tu ayuda,
te pedimos que al reflexionar tu palabra
aprendamos tu estilo de vida,
y la podamos asumir en nuestra vida,
para vivir como Tú quieres y esperas de nosotros.
Derrama Señor, tu amor y
danos la sabiduría que viene de tu Espíritu,
para conocer y comprender tu voluntad
y así adherirnos vivencialmente a ti,
dejando que Tú nos unas a ti,
transformándonos a tu imagen
asumiendo tus actitudes y tus disposiciones.
Amén.

Fuente: Lectio Divina Vicenciana

La unidad de la Iglesia.



"Queridos hermanos y hermanas: 
En las últimas Catequesis, hemos intentado alumbrar la naturaleza y la belleza de la Iglesia, y nos hemos preguntado que implica para cada uno de nosotros formar parte de este Pueblo de Dios que es la Iglesia. No debemos olvidar que hay muchos hermanos que comparten con nosotros la fe en Cristo, pero que pertenecen a otras confesiones o a otras tradiciones diferentes de la nuestra. Muchos se han resignado con esta división, también dentro de nuestra Iglesia católica, que a lo largo de la historia ha sido a menudo causa de conflictos y de sufrimientos, también de guerras.
También hoy las relaciones no están siempre marcadas por el respeto y la cordialidad... Pero, me pregunto ¿cómo nosotros nos ponemos frente a todo esto? ¿Estamos también nosotros resignados, o somos incluso indiferentes a esta división? Esta unidad estaba ya amenazada mientras Jesús estaba aún entre los suyos: en el Evangelio, de hecho, se recuerda que los Apóstoles discutían entre ellos quién era el más grande, el más importante. El Señor, sin embargo, ha insistido mucho en la unidad en el nombre del Padre, haciéndonos entender que nuestro anuncio y nuestro testimonio serán más creíbles cuanto más seamos capaces de vivir en común y querernos.
Es lo que sus Apóstoles, con la gracia del Espíritu Santo, después comprendieron profundamente y se tomaron en serio, tanto que San Pablo llegará a implorar a la comunidad de Corintio con estas palabras: "Hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, yo los exhorto a que se pongan de acuerdo: que no haya divisiones entre ustedes y vivan en perfecta armonía, teniendo la misma manera de pensar y de sentir".
Durante su camino en la historia, la Iglesia es tentada por el maligno, que trata de separarla, y lamentablemente ha estado marcado por separaciones graves y dolorosas. Las razones que han llevado a las fracturas y a las separaciones pueden ser las más diversas: desde las divergencias sobre principios dogmáticos y morales, sobre concepciones teológicas y pastorales diferentes, hasta motivos políticos y de conveniencia, hasta los debates por antipatías y ambiciones personales... Lo cierto es que de una forma u otra, detrás de estas laceraciones está siempre la soberbia y el egoísmo, que son causa de todo desacuerdo y que nos hacen intolerantes, incapaces de escuchar y aceptar a quien tiene una visión o una posición diferente de la nuestra.
Ahora, frente a todo esto, ¿hay algo que cada uno de nosotros, como miembros de la santa madre Iglesia, podemos y debemos hacer? Ciertamente no debe faltar la oración, en continuidad y en comunión con la de Jesús. La oración por la unidad de los cristianos. Y junto con la oración, el Señor nos pide una apertura renovada: nos pide no cerrarnos al diálogo y al encuentro, sino acoger todo lo válido y positivo que nos ofrece también quien piensa distinto a nosotros o se pone en posiciones diferentes. Nos pide no fijar la mirada sobre lo que nos divide, sino más bien en lo que nos une, tratando de conocer mejor y amar a Jesús y compartir la riqueza de su amor. Y esto comporta concretamente la adhesión a la verdad, junto con la capacidad de perdonarse, de sentirse parte de la misma familia cristiana, considerarse el uno don para el otro y hacer juntos muchas cosas buenas, muchas obras de caridad.
Pero nosotros caminamos juntos, rezando el uno por el otro y haciendo obras de caridad. Y así hacemos la comunión en camino. Esto se llama ecumenismo espiritual, caminar el camino de la vida todos juntos en nuestra fe en Jesucristo el Señor. Damos gracias a Dios todos por nuestro bautismo, damos gracias a Dios todos por nuestra comunión, para que esta comunión termine por ser de todos juntos.
Queridos amigos, ¡vamos adelante ahora hacia la plena unidad! ¡La historia nos ha separado, pero estamos en camino hacia la reconciliación y la comunión! Y esto es verdad, esto debemos defenderlo. Todos estamos en camino hacia la comunión. Y cuando la meta nos puede parecer demasiado distante, casi inalcanzable y nos sentimos atrapados por la desesperación, nos aliente la idea de que Dios no puede cerrar los oídos a la voz del propio Hijo Jesús y no conceder su y nuestra oración, para que todos los cristianos sean realmente una sola cosa. Gracias".

Vaticano, 08 Oct. 2014
Fuente: Extractado Aciprensa

sábado, 4 de octubre de 2014

Domingo 27° Tiempo Ordinario.



Queridos amigos y amigas:
En la parábola de los viñadores asesinos (Mt 21, 33-43), Mateo nos cuenta el final trágico de una historia de amor entre Dios e Israel, el Pueblo de la Alianza. “Se les quitará a ustedes el Reino de Dios (la Viña, la Alianza) y les será entregado a un pueblo que produzca sus frutos” (Mt 21,43). Para Mateo, el pueblo heredero de la Viña (de la Nueva Alianza) es la Iglesia fundada por Jesús sobre Pedro (Mt 16, 15-20)

La parábola de los viñadores asesinos es escalofriante desde su título (asesinos) hasta su final de rechazo de Israel. Pero lo es también por sus proyecciones, ya que se convierte en la parábola de todos los pueblos que se alejan de Dios. Y aún del mundo entero, pues en muchos aspectos, lo que en ella pasa es lo que le viene pasando a la humanidad, desde entonces hasta nuestros días. Cuando la desobediencia a Dios va convirtiéndose en rechazo y aún en guerra abierta contra Dios a través de un laicismo militantemente ateo. Y cuando la avaricia nos lleva creernos y ser los dueños de un mundo que sólo se nos dio en administración.

Se trata realmente de una situación escalofriante. Agravada por el hecho de que el dueño de la viña (Dios), da muestras de un cariño especial por su viña y por los viñadores. Por su viña, porque hizo cuanto pudo para hermosearla; y por los viñadores, porque les dio muestras repetidas de su confianza en ellos. Lamentablemente, los resultados no fueron los esperados. “Esperó de ellos cumplimiento de la ley, y ahí tienen: asesinatos. Esperó justicia y ahí tienen: lamentos”. Fue el comentario del profeta Isaías, que previó esto ocho siglos antes (Is 5, 1-7). Vale la pena leerlo, pues es francamente hermoso.

El comentario del evangelista Juan es aún mucho más hermoso e impresionante. Como para conmovernos por el amor de Dios por su viña y los viñadores (el mundo) y como para agradecerle eternamente y con asombro infinito lo que hizo para solucionar el asunto (salvarnos). “Tanto amó Dios al mundo (viña y viñadores) que le entregó a su propio Hijo para salvarlo…” (Jn 3, 16-21). ¿Cuál es nuestra reacción ante esta declaración de amor de Dios? La reacción de Jesús fue dar su vida por el Padre Dios y por nosotros (Jn15, 13), en lo que le han imitado y seguido todos los mártires e incruentamente todos los santos.

A nosotros se nos pide que demos los frutos que corresponde, empezando por el de reconocer a Dios como nuestro Señor, lo que implica: cumplir con amor sus mandamientos (hacer su Voluntad), creer de verdad en Jesucristo, hacer efectivo el evangelio en tu vida y en la sociedad y trabajar con amor por la paz y la justicia.

Fuente: P. Antonio Elduayen, CM

Arrendará la viña a otros labradores.



En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los senadores del pueblo: "Escuchad otra parábola: Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los labradores, para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon. Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último les mandó a su hijo, diciéndose: "Tendrán respeto a mi hijo." Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron: "Éste es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia." Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron. Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?"
Le contestaron: "Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores, que le entreguen los frutos a sus tiempos."
Y Jesús les dice: "¿No habéis leído nunca en la Escritura: "La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente"? Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos."
Evangelio: (Mateo 21, vs 33-43)

Oración:
Al examinar hoy nuestros frutos,
no has encontrado el amor,
¡oh dueño de la viña y de la vida!
Nuestras manos no han dado
ni nuestros corazones perdonado:
¡oh fuente de misericordia y perdón!
y sin embargo,
quieres que aún seamos heredad tuya:
viña amada y cuidada cada día por Tí.
Cura nuestras heridas,
sana nuestros corazones rebeldes
y brillará de nuevo tu gracia
sobre la viña de tu heredad.
Te lo pedimos por aquél,
de quien somos sarmientos siempre unidos
y que vive y reina contigo por los siglos.
Amén.

Fuente: Lectio Divina Vicenciana

La Iglesia y los carismas.



Este Miércoles en la Plaza de San Pedro y con ocasión de la Audiencia General, el Papa Francisco se ha reunido junto a miles de fieles procedentes de todas partes del mundo.
La Iglesia y los carismas ha sido la reflexión del Santo Padre, al continuar con la serie de Catequesis dedicada a la Iglesia.
En el resumen que el Santo Padre hace en español ha indicado:

“Queridos hermanos y hermanas:
Además de los dones con los que el Señor edifica y hace más fecunda a la Iglesia, están los carismas. Un carisma es más que un talento o una cualidad personal. Es una gracia, un don que Dios da por medio del Espíritu Santo. No porque alguien sea mejor que los demás, sino para que lo ponga al servicio de los demás con la misma gratuidad y amor con que lo ha recibido.
Cada uno puede preguntarse: ¿Qué carisma me ha dado el Señor? ¿Cómo lo vivo? ¿Lo asumo con generosidad, poniéndolo al servicio de todos, o acaso lo tengo descuidado o quizás olvidado o para mí mismo?  
Los diversos carismas y dones con los que el Padre colma a la Iglesia son para crecer en armonía, en la fe y en su amor, como un cuerpo solo, el Cuerpo de Cristo, donde tenemos necesidad los unos de los otros, y donde cada don recibido se verifica plenamente al ser compartido con los hermanos. Así resplandece la belleza y la fuerza sobrenatural de la fe para que juntos podamos entrar en el corazón del Evangelio y seguir a Jesús".
A continuación, el Papa ha saludado a los peregrinos de lengua española, venidos de tantos países. Asimismo ha saludado a monseñor Javier Echevarría, Prelado del Opus Dei, así como a los fieles de la prelatura presentes para dar gracias a Dios por la beatificación de Monseñor Álvaro del Portillo. "Que la intercesión y el ejemplo del nuevo beato les ayude a responder con generosidad al llamado de Dios a la santidad y al apostolado en la vida ordinaria, al servicio de la Iglesia y de la humanidad entera. Muchas gracias y que Dios les bendiga", ha pedido el Pontífice.

Vaticano, 01 Oct. 2014
Fuente: Extractado Zenit.org

Oración de San Francisco ante el Cristo de San Damián.



Sumo, glorioso Dios,
ilumina las tinieblas de mi corazón
y dame fe recta,
esperanza cierta
y caridad perfecta,
sentido y conocimiento, Señor,
para que cumpla
tu santo y verdadero mandamiento.
Amén.

San Francisco de Asís
Fuente: franciscanos.org