Afirma San Vicente:
“Sin la humildad, no hemos de esperar ningún progreso
nuestro ni beneficio alguno para el prójimo. Oh Salvador, danos esta santa
virtud, que es tan tuya, que tú mismo enseñaste al mundo y que quieres con
tanto afecto.
Y ustedes, hermanos míos, sepan que el que quiera
ser un buen misionero, ha de esforzarse continuamente en adquirir esta virtud y
perfeccionarse en ella evitando sobre todo cualquier pensamiento de orgullo, de
ambición y de vanidad, que son los peores enemigos con los que puede tropezar;
hay que cortarlos en seguida de raíz apenas aparezcan, para exterminarlos, y
vigilar con mucha atención para que no se cuelen en nuestra alma.” (XI, 745)
Fuente: Lectio Divina Vicenciana
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