Queridos
amigos y amigas:
A
dos meses escasos del término del Año de la Fe, es un buen regalo el Evangelio
de hoy con los apóstoles pidiéndole al Señor que les dé más Fe (Lc 17, 1-4).
Ante las propuestas de Jesús y las exigencias de su apostolado, sienten de
repente que va a faltarles Fe (ya les falta Fe), que van a necesitar de más Fe
(ya la necesitan). Y se la piden a Jesús: “auméntanos la Fe”, le dicen. Siento
que me falta Fe, que necesito más Fe…, es lo que dicen muchos cuando se dan
cuenta de que ya no rezan como antes, que sin razón ninguna faltan a la misa
los Domingos, que critican más que antes, que se despreocupan de sus deberes…
Es lo que también les pasó a los apóstoles, según nos cuenta el evangelio. Al
respecto siempre me he preguntado qué idea tenían de la Fe los apóstoles cuando
le pidieron a Jesús que se la aumentase.
Uno
tiene la impresión de que para los apóstoles la Fe era algo así como un poder
divino automanejable, como la varita mágica con la que podrían hacer y
conseguir las cosas buenas más increíbles y librarse de las malas. Pero la Fe,
viene a decirles Jesús, no es eso ni es una cosa que aumente en gramos y/o
centímetros, no es nada que tenga peso y/o tamaño. La Fe es un puro don de
Dios, una gracia muy especial, que cabe en… un granito de mostaza, es decir,
que para desempeñar cualquier cargo, incluido el de apóstoles, para enfrentar
cualquier situación, basta con un poquito de Fe, siempre que esta sea viva,
capaz de crecer y de multiplicarse (Mt 13, 31-32). Nosotros decimos que quien
tiene Fe viva “ve lo invisible”, “espera contra toda esperanza”,
“hace y logra lo imposible”, “tiene motivos que ni el corazón ni la
razón entienden”.
Para
Jesús, aunque sólo tuviéramos como “un granito de mostaza de Fe viva”,
podríamos hacer milagros (Mc 11,22; Lc 17,6). También el milagro de superar
cerros de dificultades o dificultades tan grandes como cerros y el milagro de
desenraizarse de los vicios como un sicomoro de su hábitat. Pero la Fe tiene
que ser viva y lo será si produce obras, pues la Fe sin obras es muerta. Sólo
por las obras la Fe llega a la madurez (Sant, 2, 14-26). Por lo tanto, ¿quieres
que tu Fe aumente? Haz obras buenas. No importa que no sientas nada o que estés
pasando la noche oscura del alma, haz lo bueno que tienes que hacer: tus
oraciones, la misa dominical, la reunión de tu comunidad, el ir a trabajar, el
compartir con los tuyos, etc. La Fe es una virtud teologal y, como todas las
virtudes, madura a fuerza de repetir actos, de hacer buenas obras.
Entra
aquí la breve parábola de la última parte del evangelio de hoy (Lc 17, 7-10),
que en esencia viene a decirnos que somos de Dios y que le pertenecemos, con
mucha mayor razón y fuerza que lo que un ser humano puede pertenecer a otro. Es
bueno recordarlo en estos tiempos de negación de Dios. Yo lo traigo aquí, más
bien, en el contexto de lo que vengo diciendo: que la Fe aumenta y madura
haciendo obras buenas. Pero, atención sobre todo, a estas dos cosas que nos
enseña la parábola: una, que la justificación viene por la misericordia de Dios
y no por nuestras buenas obras. Y dos, que después de haber hecho cuanto
teníamos que hacer, no pidamos nada a cambio sino que nos consideremos simples
servidores de Dios. Seguros de que Él sabrá recompensarnos con creces.
Fuente: P. Antonio Elduayen, CM
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