sábado, 26 de octubre de 2013

Domingo 30° Tiempo Ordinario.



Queridos amigos y amigas:
En esta tercera parábola de Lucas sobre la oración (Lc 18, 9-14), Jesús nos habla de la importancia de la humildad en la oración y en la religiosidad. Es, junto con la caridad, su condición sine qua non… Para hacerlo se vale de dos personajes -un fariseo y un publicano- , que en su tiempo constituían los dos sectores mayoritarios de la población. Cargando las tintas, el evangelista los convierte en el anti retrato y el retrato, respectivamente, de la religión verdadera y de la oración genuina. De paso nos hace ver la estrecha conexión que existe entre religión y oración, tanta que podemos afirmar: dime cómo oras y te diré cómo es tu religión, es decir, la idea que tienes de Dios y la manera como te relacionas con Él.
Según los criterios entonces imperantes, los correctamente religiosos eran los fariseos, que se preciaban de ser escrupulosos cumplidores de la Ley y de hacer largas oraciones. En tanto que, para ellos y en general, los publicanos eran esencialmente pecadores. Curiosamente, por decir lo menos, en la parábola las cosas se voltean y los publicanos quedan como los religiosamente correctos, empezando por su manera de orar, mientras que los fariseos quedan como pecadores, cabalmente por su manera de orar. Dice Jesús: “el publicano volvió a su casa justificado; y el fariseo no. Porque todo el que se ensalza será humillado, mientras que el que se humilla será enaltecido” (Lc 18,14).
La frase de Jesús es más que una paradoja. Y más que una mera condenación del orgulloso o una exaltación del humilde. Entraña una inversión de valores, al poner la humildad (y no la grandeza) como criterio para juzgar a las personas y como condición indispensable de la oración genuina y de la verdadera religión. Es ya la hora de decir que por humildad entendemos aquí el reconocimiento sincero y explícito de la grandeza de Dios y de nuestra dependencia total de Él. Así como de nuestra debilidad radical y de la misericordia infinita de Dios, siempre dispuesta al perdón. Cuanto somos y tenemos es puro don Suyo, y lo que espera de nosotros es, por encima de todo, humildad y gratitud. Espera también compasión para con el prójimo.
Humildad en lo personal, gratitud para con Dios y compasión para con el prójimo, es lo que no tiene el fariseo de la parábola; ni se le ocurre que hagan falta. Dios debe estar orgulloso de él, y sentirse deudor suyo y premiarlo, pues es perfecto. No sólo cumple escrupulosamente la ley sino que se pasa. Por ejemplo, ayuna los lunes y jueves, y paga el diezmo de todo, no sólo de lo especificado en la ley. No tiene necesidad de pedir nada. A Dios gracias, tampoco es como el publicano que, atrás, se golpea el pecho y pide a gritos perdón… Al fariseo y a muchos de nosotros se nos olvida que lo que Dios espera de nosotros no es la lista triunfal de nuestras buenas obras y sacrificios, sino nuestro corazón, contrito y humillado, y la compasión.

Pobres de ustedes, dice el Señor, que descuidan la justicia y el amor de Dios. Esto es lo que tienen que practicar, sin dejar de hacer lo otro (Lc 11,42).
Fuente: P. Antonio Elduayen, CM

El que se humilla será enaltecido.



En aquel tiempo, a algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás, dijo Jesús esta parábola: "Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano.
El fariseo, erguido, oraba así en su interior:"¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo."
El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo:"¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador."
Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido."
Evangelio: (Lucas 18, 9-14)

Oración:
Señor Jesús,
Tú que tantas veces nos has invitado a rezar,
a encontrarnos contigo,
a buscarte en la oración,
ahora nos haces ver la disposición
y la actitud que debemos tener
cuando te buscamos en ese encuentro;
por eso, Señor,
ya que eres Tú el que nos atraes a ti,
ayúdanos ahora,
a que tengamos la sencillez y la humildad
de llegar a ti con el corazón abierto y confiado
sabiendo de nuestra fragilidad,
esperando todo de ti,
siendo conscientes de que Tú puedes
cambiar nuestro corazón
y darnos las gracias que necesitamos
para adherirnos siempre más a ti,
viviendo como nos pides.
Que así sea.

Fuente: Lectio Divina Vicentina

La Iglesia lleva a Jesús.



En su Audiencia General de esta mañana en la Plaza de San Pedro ante unas 90 mil personas, el Papa Francisco reflexionó sobre la Virgen María como modelo de la Iglesia "en el orden de la Fe, de la caridad y de la unión perfecta con Cristo", según la definición del Concilio Vaticano II, ha sido el tema de la Catequesis de hoy. El Papa dijo que:
"María quiere darnos, también a nosotros, ese gran regalo que es Jesús: y con Él su amor, su paz, su alegría. Así hace la Iglesia: es como María, no es un negocio, no es una organización humanitaria, no es una ONG, pero tiene el mandato de llevar a todos a Cristo y su Evangelio; no se lleva a sí misma, pequeña, grande, fuerte o débil, lleva a Jesús. Y tiene que ser como María cuando fue a visitar a Isabel. ¿Qué le llevaba María? A Jesús. La Iglesia lleva a Jesús: este es el centro de la Iglesia: llevar a Jesús. Si, por hipótesis, alguna vez sucediera que la Iglesia no llevase a Jesús, sería una Iglesia muerta. La Iglesia tiene que llevar la caridad de Jesús, el amor de Jesús.
María es modelo de Fe, no sólo porque como judía esperaba de todo corazón la redención de su pueblo, sino también porque con el "sí" que pronuncia en la Anunciación se adhiere al proyecto de Dios y desde ese momento su Fe recibe una nueva luz : se centra en Jesús... La Fe de María es el cumplimiento de la Fe de Israel y en este sentido es el modelo de la Fe de la Iglesia, que está centrada en Cristo, la encarnación del amor infinito de Dios.
La madre de Cristo vive esta Fe "en la sencillez de las mil ocupaciones y preocupaciones cotidianas; esa existencia normal fue el terreno donde se desarrolló una relación única y un diálogo profundo entre ella y Dios, entre ella y su hijo. El ‘sí’ de María, ya perfecto desde el principio, creció hasta la hora de la Cruz. Allí, su maternidad se dilató, abrazando a cada uno de nosotros... para llevarnos a su Hijo. María vivió siempre inmersa en el misterio de Dios hecho hombre, como su primera y perfecta discípula, meditando cada cosa en su corazón a la luz del Espíritu Santo, para entender y poner en práctica toda la voluntad de Dios".
Para explicar el segundo aspecto, María, modelo de caridad, el Papa utilizó el relato evangélico de la visita a Isabel, su prima. "Visitándola María no le dio sólo ayuda material -que es importante - también le llevó a Jesús, que ya vivía en su seno. Llevar a Jesús a aquella casa significaba llevar la alegría, la alegría plena.... la que procede de Jesús y el Espíritu Santo, y se expresa en la caridad gratuita, en el compartir, ayudarse, comprenderse".
María es también modelo de unión con Cristo. "La vida de la Virgen santa era la vida de una mujer de su pueblo, rezaba, trabajaba, iba a la sinagoga... Pero llevaba a cabo cada acción en perfecta unión con Jesús".
Esa unión, concluyó el Papa, "alcanza su culmen en el Calvario: aquí María se une a su Hijo en el martirio del corazón y en la ofrenda de la vida al Padre para la salvación de la humanidad. Nuestra Señora hizo suyo el dolor del Hijo y aceptó con él la voluntad del Padre, en la obediencia que da fruto, que da la verdadera victoria sobre el mal y la muerte".

Vaticano, 23 Oct. 2013
Fuente: Extractado ACI/EWTN Noticias

San Buenaventura.



"Así como nadie llega a la sabiduría
sino por la gracia,
la justicia y el conocimiento,
así tampoco se llega a la contemplación
sino por medio de una meditación profunda,
una vida santa y la oración devota."

San Buenaventura de Bagnoregio.
Doctor de la Iglesia.

martes, 22 de octubre de 2013

Pensamientos Beato Juan Pablo II.



Confianza en Dios:


"En las inevitables pruebas y dificultades de la existencia, como en los momentos de alegría y entusiasmo, confiarse al Señor infunde paz en el ánimo, induce a reconocer el primado de la iniciativa divina y abre el espíritu a la humildad y a la verdad".

Fuente: Aciprensa

sábado, 19 de octubre de 2013

La Iglesia es apostólica.



En su Catequesis de la Audiencia General de esta mañana, ante miles de personas reunidas en la Plaza de San Pedro, el Papa explicó que:
“La Iglesia es Apostólica porque está fundada sobre los Apóstoles y como tal, debe rezar y anunciar el Evangelio. La Iglesia hunde sus raíces en las enseñanzas de los Apóstoles, verdaderos testigos de Cristo, pero mira al futuro, tiene la firme conciencia de ser enviada por Cristo, de ser misionera, llevando el nombre de Jesús con la oración, el anuncio, el testimonio. Una Iglesia que se encierra en sí misma, en el pasado, una Iglesia que mira sólo las pequeñas reglas rutinarias traiciona su identidad.
Profesar que la Iglesia es apostólica significa subrayar el vínculo constitutivo que tiene con los apóstoles, con aquel pequeño grupo de doce hombres que Jesús llamó un día por su nombre, para que permaneciesen con él y para enviarlos a predicar. ‘Apóstol’ es una palabra griega que significa ‘mandado’, ‘enviado’. Los apóstoles fueron escogidos, llamados y enviados por Jesús para continuar su obra, es decir rezar, que es la primera tarea de un apóstol y segunda anunciar el Evangelio.
La Iglesia es apostólica "porque está edificada sobre la predicación y la oración de los Apóstoles, en la autoridad que les dio Cristo mismo", dijo el Papa citando a San Pablo que, en la carta a los cristianos de Éfeso, los compara con "piedras vivas que forman un edificio que es la Iglesia, y este edificio está fundado sobre los Apóstoles, como columnas y la piedra que sostiene todo es Jesús mismo".
"Sin Jesús no puede haber Iglesia, es la base, el fundamento. Los apóstoles vivieron con Jesús, escucharon sus palabras, compartieron su Vida y sobre todo, fueron testigos de su muerte y resurrección. Nuestra Fe, la Iglesia que Cristo quiso, no está fundada en una idea, en una filosofía, sino en Cristo mismo. Y la Iglesia es como una planta que ha crecido a lo largo de los siglos... y ha dado frutos, pero sus raíces están firmemente plantadas en Él y la experiencia fundamental de Cristo que han tenido los Apóstoles, elegidos y enviados por Jesús, llega hasta nosotros".
Pero, se ha preguntado Francisco: "¿Cómo puede llegar a nosotros lo que vivieron los Apóstoles con Jesús y lo que escucharon de Él?". Y ha dado la respuesta del Catecismo que afirma que la Iglesia es apostólica porque "guarda y transmite con la ayuda del Espíritu Santo que habita en ella, la enseñanza, el buen depósito, las sanas palabras oídas a los apóstoles", es decir: "conserva a través de los siglos, el precioso tesoro de la Sagrada Escritura, de la doctrina, de los sacramentos, del ministerio de los pastores, que nos permiten ser fieles a Cristo y participar de su misma vida".
"Es como un río que fluye en la historia...pero el agua que corre es siempre la que brota del manantial, de Cristo. El es el Resucitado, el Viviente y sus palabras no pasan, porque Él no pasa. Está aquí, entre nosotros".
Dirigiéndose a los miles de personas reunidas en la Plaza de San Pedro, el Santo Padre cuestionó: "¿hemos pensado alguna vez en cómo la Iglesia a lo largo de estos siglos -a pesar de las dificultades, los problemas, las debilidades, nuestros pecados- nos transmite el mensaje auténtico de Cristo? ¿Nos da la confianza de que lo que creemos es realmente lo que Cristo nos dijo?".

Por último, la Iglesia es apostólica porque "está enviada a llevar el Evangelio a todo el mundo. Continúa en el camino de la historia la misma misión que Jesús confió a los apóstoles: ‘Id, pues, y haced discípulos a todas las naciones... Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo’. Insisto en este aspecto del carácter misionero, porque Cristo invita a todos a ‘salir’ al encuentro de los demás, ¡nos envía, nos piden que salgamos a llevar la alegría del Evangelio!"
Vaticano, 16 Oct. 2013
Fuente: Extractado ACI/EWTN Noticias

domingo, 6 de octubre de 2013

Semana de la Familia.



Oración:
Padre bondadoso y misericordioso, ponemos en tu corazón la
vida de nuestra familia, todo lo que somos, con la originalidad
que nos regalaste, con nuestras historias personales y familiares, lo que anhelamos y queremos, aquello que nos alegra y también lo que nos entristece.

Enséñanos a descubrirte y amarte en cada uno de nosotros, y
así juntos crecer en la Fe y en la comunión, para reconocer y
realizar el proyecto que soñaste para nuestra familia. Que la
fuerza de lo que vivimos en esta Iglesia doméstica sea fuente  de vida para nosotros, permitiéndonos anunciarte con amor y fidelidad.

Te pedimos que amparados en María, nuestra buena Madre, comuniquemos a nuestros hermanos la maravilla de caminar por
la vida, con la certeza del amor que tienes por cada uno de nosotros.
Amén.

Semana de la Familia: 6 al 13 de Octubre de 2013

    La Familia de Nazaret, acompañe a cada una de nuestras familias y nos regale un año de crecimiento en nuestra Fe, que se traduzca en mayor unidad, comprensión y alegría familiar.

Fuente: Comisión Nacional de Pastoral Familiar Chile

San Vicente de Paul: La verdadera religión.



San Vicente nos dice:

    “Lo que me queda de la experiencia que tengo, es el juicio que siempre me he hecho: que la verdadera religión, hermanos míos, la verdadera religión está entre los pobres. Dios los ha enriquecido con una Fe viva: ellos creen, palpan, saborean las palabras de vida. No los verán nunca, en medio de sus enfermedades, aflicciones y necesidades, murmurar, quejarse, dejarse llevar de la impaciencia; nunca, o muy raras veces.
    Lo ordinario es que sepan conservar la paz en medio de sus penas y calamidades. ¿Cuál es la causa de esto? La Fe. ¿Por qué? Porque son sencillos y Dios hace abundar en ellos las gracias que les niega a los ricos y sabios del mundo.”
(SVP XI, 462)

Fuente: Lectio Divina Vicenciana

sábado, 5 de octubre de 2013

Domingo 27° Tiempo Ordinario.



Queridos amigos y amigas:
A dos meses escasos del término del Año de la Fe, es un buen regalo el Evangelio de hoy con los apóstoles pidiéndole al Señor que les dé más Fe (Lc 17, 1-4). Ante las propuestas de Jesús y las exigencias de su apostolado, sienten de repente que va a faltarles Fe (ya les falta Fe), que van a necesitar de más Fe (ya la necesitan). Y se la piden a Jesús: “auméntanos la Fe”, le dicen. Siento que me falta Fe, que necesito más Fe…, es lo que dicen muchos cuando se dan cuenta de que ya no rezan como antes, que sin razón ninguna faltan a la misa los Domingos, que critican más que antes, que se despreocupan de sus deberes… Es lo que también les pasó a los apóstoles, según nos cuenta el evangelio. Al respecto siempre me he preguntado qué idea tenían de la Fe los apóstoles cuando le pidieron a Jesús que se la aumentase.
Uno tiene la impresión de que para los apóstoles la Fe era algo así como un poder divino automanejable, como la varita mágica con la que podrían hacer y conseguir las cosas buenas más increíbles y librarse de las malas. Pero la Fe, viene a decirles Jesús, no es eso ni es una cosa que aumente en gramos y/o centímetros, no es nada que tenga peso y/o tamaño. La Fe es un puro don de Dios, una gracia muy especial, que cabe en… un granito de mostaza, es decir, que para desempeñar cualquier cargo, incluido el de apóstoles, para enfrentar cualquier situación, basta con un poquito de Fe, siempre que esta sea viva, capaz de crecer y de multiplicarse (Mt 13, 31-32). Nosotros decimos que quien tiene Fe viva “ve lo invisible”, “espera contra toda esperanza”, “hace y logra lo imposible”, “tiene motivos que ni el corazón ni la razón entienden”.
Para Jesús, aunque sólo tuviéramos como “un granito de mostaza de Fe viva”, podríamos hacer milagros (Mc 11,22; Lc 17,6). También el milagro de superar cerros de dificultades o dificultades tan grandes como cerros y el milagro de desenraizarse de los vicios como un sicomoro de su hábitat. Pero la Fe tiene que ser viva y lo será si produce obras, pues la Fe sin obras es muerta. Sólo por las obras la Fe llega a la madurez (Sant, 2, 14-26). Por lo tanto, ¿quieres que tu Fe aumente? Haz obras buenas. No importa que no sientas nada o que estés pasando la noche oscura del alma, haz lo bueno que tienes que hacer: tus oraciones, la misa dominical, la reunión de tu comunidad, el ir a trabajar, el compartir con los tuyos, etc. La Fe es una virtud teologal y, como todas las virtudes, madura a fuerza de repetir actos, de hacer buenas obras.

Entra aquí la breve parábola de la última parte del evangelio de hoy (Lc 17, 7-10), que en esencia viene a decirnos que somos de Dios y que le pertenecemos, con mucha mayor razón y fuerza que lo que un ser humano puede pertenecer a otro. Es bueno recordarlo en estos tiempos de negación de Dios. Yo lo traigo aquí, más bien, en el contexto de lo que vengo diciendo: que la Fe aumenta y madura haciendo obras buenas. Pero, atención sobre todo, a estas dos cosas que nos enseña la parábola: una, que la justificación viene por la misericordia de Dios y no por nuestras buenas obras. Y dos, que después de haber hecho cuanto teníamos que hacer, no pidamos nada a cambio sino que nos consideremos simples servidores de Dios. Seguros de que Él sabrá recompensarnos con creces.

Fuente: P. Antonio Elduayen, CM

¡Si tuviérais Fe!



5    Los apóstoles dijeron al Señor: “Auméntanos la Fe.”
6    El Señor respondió: “Si tienen Fe como un granito de
      mostaza, le dirán a ese árbol que está ahí: Arráncate y
      plántate en el mar, y el árbol obedecerá.
7    Supongan que uno de ustedes tiene un servidor arando o
      cuidando el ganado. Cuando éste vuelve del campo, le
      dicen ustedes acaso: ven enseguida a sentarte a la mesa?
8    ¿No le dicen más bien: prepárame comida, y ponte el
      delantal para servirme, y después que yo haya comido y
      bebido, tú lo harás a tu vez?
9    Y después, ¿se sienten agradecidos de ese siervo porque
      hizo lo que le mandaron?
10  Esto vale para ustedes. Cuando hayan hecho todo lo que les
      ha sido mandado, digan: Somos servidores que no
      hacíamos falta; sólo hicimos lo que debíamos hacer.”
Evangelio: (Lc 17, vs 5-10)

Oración:

Señor Jesús,
Tú que nos haces notar nuestra falta de Fe,
que nos haces ver que teniendo Fe,
nuestra vida cambiaría,
te  pedimos como esos discípulos…
“auméntanos la Fe…”,
ayúdanos a conocerte y a creer y confiar en ti,
ayúdanos a darte un lugar en nuestro corazón
y dejarnos guiar y conducir por ti;
ayúdanos, Señor, a creer en ti y a creerte a ti,
por  eso, te pedimos…
“auméntanos la Fe…”,
para identificarnos cada vez más contigo,
para vivir tus enseñanzas,
para ser y actuar como nos pides
y así mostrar nuestra Fe en ti,
con nuestras obras,
con nuestra manera de ser
y con el testimonio que demos.
Que así sea.

Fuente: Lectio Divina Vicenciana

La Iglesia es santa.



La Iglesia es santa porque su origen es Dios que es santo y a ella pertenecen no solo los “puros” sino también todos los pecadores, incluso aquellos que están más alejados, dijo esta mañana (hora local) el Papa Francisco en la Audiencia General que presidió en la Plaza de San Pedro ante unas 50 mil personas.
Reflexionando sobre el Credo, concretamente en la parte en la que se dice que la Iglesia es santa, el Santo Padre dijo que:
“Pueden decirme: pero la Iglesia está formada por pecadores; lo vemos todos los días. Es verdad: somos una Iglesia de pecadores; y nosotros, los pecadores, estamos llamados a dejarnos transformar por Dios. En la historia de la Iglesia ha habido la tentación por parte de algunos de afirmar: la Iglesia es solo la Iglesia de los puros, de los que son totalmente coherentes, y a los otros hay que alejarlos. ¡No, es verdad! Esto es una herejía.
La Iglesia, que es santa, no rechaza a los pecadores: los acoge y está abierta también a los más lejanos, llama a todos a dejarse envolver por la misericordia, la ternura y el perdón del Padre que da a todos la posibilidad de encontrarlo, de caminar hacia la santidad....¿Alguno de los que está aquí ha venido sin sus pecados? No, todos llevamos nuestros pecados con nosotros.
¿Cómo podemos decir que la Iglesia es santa, si vemos que la Iglesia histórica, en su camino durante los siglos, ha atravesado tantos momentos de oscuridad? ¿Cómo puede ser santa una Iglesia hecha de seres humanos, de pecadores, hombres pecadores, mujeres pecadoras, sacerdotes pecadores, monjas pecadoras, obispos pecadores, cardenales pecadores, papas pecadores? Todos. ¿Cómo puede ser santa una Iglesia así?
La Iglesia es santa porque procede de Dios que es santo, es fiel y no la abandona nunca al poder de la muerte y del mal; es santa porque Jesucristo, se ha unido a ella indisolublemente; es santa porque la guía el Espíritu Santo que la purifica, y la renueva. No es santa por nuestros méritos, sino porque Dios la hace santa.
En la Iglesia, el Dios que encontramos no es un juez despiadado, es como el Padre de la parábola evangélica... El Señor quiere que seamos parte de una Iglesia que sabe abrir los brazos para acoger a todos, que no es la casa de unos pocos, sino de todos, donde todos pueden ser renovados, transformados y santificados por su amor; los más fuertes y los más débiles, los pecadores, los indiferentes, los que se sienten abandonados y perdidos. La Iglesia brinda a todos la posibilidad de recorrer el camino de la santidad que es el camino del cristiano”.
Vaticano, 02 Oct. 2013
Fuente: Extractado ACI/EWTN Noticias

Oración para cada día del Año de la Fe.



El Papa Emérito Benedicto XVI espera que el Año de la Fe pueda llevar a todos los creyentes a aprender de memoria el Credo y nos invita a recitarlo todos los días como oración.

Credo de Nicea-Constantinopla

Creo en un solo Dios; Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible.

Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación, bajó del cielo,

y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre;

y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado,

y resucitó al tercer día, según las Escrituras,

y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre;

y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.

Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo, recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas.

Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.
Confieso que hay un solo Bautismo para el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro.
Amén.

Fuente: 1.-Aciprensa
              2.-Catecismo de la Iglesia Católica

viernes, 4 de octubre de 2013

Oración por la paz.



Oh, Señor, hazme un instrumento de Tu Paz:
donde haya odio, ponga yo Amor,
donde haya ofensa, ponga yo Perdón,
donde haya discordia, ponga yo Armonía,
donde hay error, ponga yo Verdad,
donde haya duda, ponga yo la Fe,
donde haya desesperación, ponga yo Esperanza,
donde haya tinieblas, ponga yo la Luz,
donde haya tristeza, ponga yo Alegría.
Oh, Señor, que no me empeñe tanto
en ser consolado como en consolar,
en ser comprendido, como en comprender,
en ser amado, como en amar;
porque dando se recibe, olvidando se encuentra,
perdonando se es perdonado,
muriendo se resucita a la Vida Eterna.Amén.


San Francisco de Asís