martes, 27 de septiembre de 2011

La Corrección fraterna



51. Cuando ya se acercaba el tiempo en que sería llevado al cielo, Jesús emprendió resueltamente el camino a Jerusalén.

52. Había mandado mensajeros delante de él, los cuales, caminando, entraron en un pueblo samaritano para prepararle alojamiento.

53. Pero los samaritanos no lo quisieron recibir, porque iba a Jerusalén.

54. Al ver esto, los discípulos Santiago y Juan le dijeron: “Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que los consuma?”

55. Pero Jesús dándose vuelta, los reprendió, y pasaron a otra aldea.

(Lucas 9, vs 51-56)


San Vicente recomienda a los misioneros la corrección fraterna como un medio para crecer en la propia vocación y ser mejores discípulos de Jesús:

“Dios quiere que el hermano amoneste al hermano cuando falte, para que se corrija, y ha mandado que todos tengan cuidado de su prójimo. ¡Ay, padres y hermanos míos! Decidme, por favor, ¿puede una persona con razón enfadarse porque le avisan que tiene una mancha en el rostro o que está roto su traje? Sin duda que no; debe mostrarse agradecida. ¿Por qué vamos a ver mal que nos adviertan nuestros defectos? Ciertamente que no; por el contrario, hay que estar contentos de ello e incluso pedir a nuestros hermanos que nos hagan ese favor.

Pero alguno me dirá: Es que dicen que he cometido una falta y no es verdad; o dan de las cosas una versión distinta de cómo realmente sucedieron. A esto respondo que la cosa es así o no; esto es, que lo que dicen es verdad o no lo es. Si es verdad, no tenemos motivo para ver mal que nos amonesten; por el contrario, hemos de humillarnos y corregirnos. Si no es verdad, se trata de una ocasión que la Providencia nos depara para sufrir y practicar un acto heroico de virtud. (XI, 230)

El tema de hoy es difícil, pero es posible, porque cuando se es humilde se aceptan más rápido las observaciones que nos dan para ser corregidas; aunque muchas veces nos duela recibirlas.

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