jueves, 29 de septiembre de 2011

Cultivar la Fe en familia 3



1. La oración en familia

La oración es para cualquier bautizado lo que es el aire para los seres humanos: algo imprescindible. Aprender a rezar toca a todos: a los padres, en las distintas etapas de su maduración interior; a los hijos, desde pequeños y cuando poco a poco entran en el mundo de los adultos.

La oración en la vida familiar tiene diversas formas. El día inicia con breves oraciones por la mañana. Por ejemplo, los padres pueden levantar a sus hijos con una pequeña oración; o, después de asearse o antes del desayuno, todos rezan juntos una pequeña oración (el Padrenuestro, el Ave María, parte de un Salmo o del Magníficat, etc.).

Son muy hermosas aquellas oraciones que recogen la gratitud de todos y de cada uno. Esas oraciones pueden fijarse en los hechos más sencillos: tenemos pasteles para la merienda, se acercan las vacaciones, etc. O pueden dar gracias por hechos más importantes: el amor entre papá y mamá ha sido bendecido con un nuevo embarazo, acaba de nacer un nuevo sobrino, el abuelo ha superado la pulmonía, un amigo ha ido a encontrarse con Dios...

El clima de oración se prolonga a lo largo del día. Para ello, ayuda mucho crear un hábito de “jaculatorias”, pequeñas oraciones espontáneas que dan un toque religioso a la jornada: “Señor, confío en Ti”. “Señor, ayúdame a creer”. “Te alabamos, Señor, porque eres bueno”. “Jesús, manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo”...

Autor: Fernando Pascual

Fuente: Aciprensa

Continuará en: Cultivar la Fe en familia 4

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