sábado, 29 de octubre de 2016

San Vicente de Paul: Solo se desea lo que se ama.


De hecho, todos los que aquí estamos, ¿cómo éramos antes de entrar aquí? ¿Cómo habíamos vivido? ¡Ay! ¡Tengo que hablar de mí, miserable, que soy el escándalo de todo el mundo, y no solamente de ustedes! La verdad es que cada uno sabe la vida que ha llevado; y ahora, por la misericordia de Dios, ya no está en aquella situación, se ha recuperado. No es que ahora no surjan por una parte y por otra pequeñas faltas, pero esto no es nada en comparación con lo que éramos antes.
   Pero, padre, me dirán, yo siempre vuelvo a caer en lo 
mismo; esto hace que tenga miedo de no amar a Dios, porque, 
si lo amase, no recaería con tanta frecuencia. Cae usted; bien, 
hay que levantarse enseguida y humillarse mucho. Dice usted 
que no ama a Dios; dígame, ¿verdad que quiere usted amarle? 
Sí, padre. Entonces le ama ya, dice San Agustín, porque sólo 
se desea lo que se ama.” (XI, 278)

Fuente: Lectio Divina Vicenciana

Jesús y Zaqueo.


Llegando a Jericó, pasaba Jesús por la ciudad. Allí había un hombre llamado Zaqueo. Era jefe de los cobradores de impuestos y muy rico. Quería ver cómo era Jesús, pero no lo alcanzaba en medio de tanta gente, por ser de baja estatura.
Entonces corrió adelante y se subió a un árbol para verlo, cuando pasara por allí. Cuando llegó a ese lugar, Jesús levantó los ojos y le dijo: «Zaqueo, baja pronto; porque hoy tengo que quedarme en tu casa.»
Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría.
Todos entonces se pusieron a criticar y a decir: «Se fue a alojar en casa de un pecador.» Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: «Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres; y a quien he exigido algo injustamente le devolveré cuatro veces más.»
Jesús, pues, dijo a su respecto: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa; en verdad, éste también es hijo de Abraham. El Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido.»
Evangelio: (Lc. 19, vs 1-10)

Oración:
Señor Jesús, como Zaqueo,
te buscamos y queremos que Tú llegues
a nuestra casa, a nuestro corazón,
para que allí nos transformes y nos vivifiques;
te buscamos Señor,
queremos encontrarte,
queremos que Tú seas
el sentido y la razón de nuestra vida,
por eso te pedimos tu ayuda,
para que nos des la gracia
de ser capaces de dejar y abandonar
lo que no nos ayuda a vivir
tu estilo de vida, tu manera de ser,
para que vivamos como Tú,
amemos como Tú, demos la vida como Tú,
amando y sirviendo, como lo hiciste Tú.
Que así sea.

Fuente: Lectio Divina Vicenciana