martes, 31 de diciembre de 2013

La Palabra se hizo carne.



En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.
Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo: "Éste es de quien dije: "El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo."" Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la Ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.
Evangelio: (Juan 1, vs 1-18)

Acción de Gracias:
¡Oh Señor, nuestro Dios,
qué glorioso tu nombre por la tierra!
Tu gloria por encima de los cielos
es cantada por labios infantiles.
Tú opones tu castillo al agresor
para vencer a contrarios y rebeldes.
Al ver tus cielos, obra de tus dedos,
la luna y las estrellas que fijaste,
¿quién es el hombre, que te acuerdas de él,
el hijo de Adán, para que de él cuides?
Apenas inferior a un dios lo hiciste,
coronándolo de gloria y grandeza;
le entregaste la obra de tus manos,
bajo sus pies has puesto cuanto existe.
Ovejas y bueyes todos juntos
como también las fieras salvajes,
aves del cielo y peces del mar
que andan por las sendas de los mares.
¡Oh Señor, nuestro Dios,
qué glorioso tu nombre por la tierra!
Salmo 8

sábado, 28 de diciembre de 2013

Domingo Sagrada Familia.



Queridos amigos y amigas:

Todavía con la mirada (de los ojos y del corazón) en el Niño Dios, que está en la cuna del belén, el evangelio de hoy (Mt 2,13-15.19-23) nos pide fijar la atención en la familia. Desde luego, la sagrada Familia de Nazareth, pero también la familia en general, la tuya y la mía. Evidentemente en el llamado Misterio de Navidad, sus tres personajes son parte del Misterio, pero el principal es Jesús, que acapara nuestro interés por ser el Hijo de Dios hecho hombre. En la misa de Noche Buena lo vimos como un bebé inerme y vulnerable, ¡Él que es el Hijo de Dios!; en la misa de Navidad (mediodía), lo contemplamos como el Hijo de Dios, ¡Él que es un bebé! Hoy, la iglesia quiere que lo veamos en el seno de una familia y como parte de la misma. Con todo lo que esto entrañó de fácil y difícil, y de lo que entraña para todas nuestras familias.

Reflejo de la Familia de Dios, que es una comunidad de tres Personas divinas, la Familia de Nazaret es, debe ser, modelo para toda familia humana. Lamentablemente muy pocas veces nos la proponemos como modelo o la tenemos en cuenta. Quizá porque sólo pensamos en ella cuando llega la Navidad o la Fiesta de la Sagrada Familia o el día del Niño por Nacer. O porque, siendo ellos santos, pensamos que todo les era fácil y como caído del cielo. Pero no fue así, y por donde se la mire, en lo divino y en lo humano o social, tuvo tantos y más problemas que la mayoría de nuestras familias. Si no, díganme cuál de nuestras familias ha sido por un buen tiempo “familia sin techo”, perseguida, emigrante en país extraño (Egipto), refugiada en Nazareth, pobre… Es por ello que la Sagrada Familia puede enseñarnos a ser y vivir felices en medio de las adversidades y puede mostrarnos cómo surgir de la nada o teniendo muy poco.

En otro orden de cosas, la Sagrada Familia de Nazareth vive y nos enseña a vivir los principios fundamentales y las virtudes propias de la familia que se construye sobre el matrimonio de un hombre con una mujer, como el de María con José. Hoy son muchas las circunstancias, de todo género y origen, que atentan contra su comunión feliz, pero no voy a referirme a ellas. Considero más importante referirme a los principios sólidos que fundamentan la vida en familia y a las virtudes humano-cristianas que la facilitan y santifican. Entre los principios enumero los siguientes: el de la unidad en la diversidad y viceversa, por el que la familia se convierte en icono o retrato vivo de Dios (Uno y Trino); el de la reciprocidad corresponsable, y los de ser santuario de la vida, casa de Dios, formadora de personas, transmisora de valores (empezando por el de la fe) y promotora del bien común (célula del tejido social).

Entre las virtudes familiares: ante todo el amor recíproco, con todas las características que, según la Escritura debe tener el amor (1 Cor 13, 4-6). La autoridad, que es compartida por los esposos-papás y que ha de ser ejercitada siempre en diálogo, corresponsabilidad y bondad, sobre todo con los hijos. Hay que ser firmes, pero siempre con bondad. Así la obediencia no les caerá pesada y será como la expresión de su amor y respeto a los papás y de su aporte a la felicidad del hogar.

Fuente: P. Antonio Elduayen, CM

Coge al niño y a su madre y huye a Egipto.



Cuando se marcharon los magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: "Levántate, coge al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo."
José se levantó, cogió al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que dijo el Señor por el profeta: "Llamé a mi hijo, para que saliera de Egipto".
Cuando murió Herodes, el ángel del Señor se apareció de nuevo en sueños a José en Egipto y le dijo: "Levántate, coge al niño y a su madre y vuélvete a Israel; ya han muerto los que atentaban contra la vida del niño." Se levantó, cogió al niño y a su madre y volvió a Israel. Pero, al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea como sucesor de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allá. Y, avisado en sueños, se retiró a Galilea y se estableció en un pueblo llamado Nazaret. Así se cumplió lo que dijeron los profetas, que se llamaría Nazareno.
Evangelio: (Mateo 2, vs 13-15.19-23)

Oración:
Al celebrar hoy la Fiesta de la Sagrada Familia,
danos, Padre, la gracia de valorar
el don inestimable y precioso que es tener una familia,
para que así podamos ver y sentir tu amor,
en cada uno de nosotros,
y darnos cuenta que eres Tú,
el que te haces presente en el amor
que une a los esposos,
en el don que son los hijos,
en la gracia de tener un hogar,
en la dicha de sentirse amados,
en todo lo que Tú nos regalas
continuamente, y que son presencia viva
de tu amor hacia nosotros.
Danos un corazón agradecido,
para valorar lo que es el don de la familia,
que Tú quisiste que tu Hijo, también tuviera una,
la de Nazaret, con María y José.
Que así sea.

Fuente: Lectio Divina Vicenciana

martes, 24 de diciembre de 2013

Nos visitará el Sol que nace de lo alto.



En aquel tiempo, Zacarías, padre de Juan, lleno del Espíritu Santo, profetizó diciendo:
"Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abrahám.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados. Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz."
Evangelio: (Lucas 1, vs 67-79)

Oración para la Familia:
Señor haz de nuestro hogar un sitio de tu amor.
Que no haya injuria porque Tú nos das comprensión.
Que no haya amargura porque Tú nos bendices.
Que no haya egoísmo porque Tú nos alientas.
Que no haya rencor porque Tú nos das el perdón.
Que no haya abandono porque Tú estás con nosotros.
Que sepamos marchar hacia ti en tu diario vivir.
Que cada mañana amanezca un día más de entrega y sacrificio. 
Que cada noche nos encuentre con más amor.
Haz Señor con nuestras vidas, que quisiste unir,
una página llena de ti.
Haz Señor de nuestros hijos lo que anhelas, ayúdanos a educarlos, orientarlos por tu camino.
Que nos esforcemos en el apoyo mutuo.
Que hagamos del amor un motivo para amarte más.
Que cuando amanezca el gran día de ir a tu encuentro nos conceda el hallarnos unidos para siempre en ti.
Amén.

Fuente: Novena de Navidad

lunes, 23 de diciembre de 2013

Dios ahí está.



Oración:
Mirad las estrellas fulgentes brillar,
sus luces anuncian que Dios ahí está,
la noche en silencio, la noche en su paz,
murmura esperanzas cumpliéndose ya.

Los ángeles santos, que vienen y van,
preparan caminos por donde vendrá
el Hijo del Padre, el Verbo eternal,
al mundo del hombre en carne mortal.

Abrid vuestras puertas, ciudades de paz,
que el rey de la gloria ya pronto vendrá;
abrid corazones, hermanos, cantad
que vuestra esperanza cumplida será.

Los justos sabían que el hambre de Dios
vendría a colmarla el Dios del Amor,
su Vida en su vida, su Amor en su amor
serían un día su gracia y su don.

Ven pronto, Mesías, ven pronto, Señor,
los hombres hermanos esperan tu voz,
tu luz, tu mirada, tu vida, tu amor.
Ven pronto, Mesías, sé Dios Salvador.
Amén.

Fuente: Aciprensa

sábado, 21 de diciembre de 2013

Domingo 4° Adviento.



Queridos amigos y amigas:

A un par de días de la llegada de Jesús en Navidad, el evangelio (Mt 1, 18-24) nos presenta a José como el prototipo de lo que hemos de hacer para acogerlo y hacerlo crecer en nosotros y en el entorno. En las tres semanas anteriores, los responsables de mostrarnos el camino y de conducirnos al encuentro de Jesús, fueron los profetas Isaías y Juan Bautista. En esta ocasión es José, el casto esposo de María y padre adoptivo de Jesús. La clase de persona que fue José y el hecho de que su trato con Jesús tuvo que ver con su nacimiento y con su desarrollo, lo convierten en un guía privilegiado.

Porque el mismo Padre Dios lo escogió para ser el padre adoptivo de Jesús, es decir, su custodio y guía ante la ley y la vida. Ahora bien, si el Padre Dios confió su Hijo a José, cómo no habríamos de confiar nosotros en José para ir a Jesús. En concreto y por circunstancias especiales, que, según Mateo, habían sido previstas por los profetas, José es el responsable de que Jesús nazca en Belem, de que se llame Jesús (=salvador), de que lo lleve a Egipto para salvarlo de Herodes y de que, muerto éste, regrese a su patria y se afinque en Nazareth. A imitación de José, nosotros debiéramos preocuparnos de hacerlo nacer y crecer sanamente en nosotros y en tantos otros que aún no lo conocen. Sería la buena obra misionera, que el Padre Dios espera de nosotros en esta Navidad.

Porque siendo José un hombre justo (Mt 1, 19), respetuoso de la ley y cumplidor de la voluntad de Dios, va a saber actuar siempre correctamente. Dudo que los cristianos lleguemos a tener tantas situaciones difíciles y dudas sobre la Fe en Jesús como las tuvo José. Por ejemplo, su perplejidad al ver en estado a su prometida María, a quien él tanto quiere y admira. ¿Cómo entender y solucionar la situación que se le presentó? Mateo nos habla de las pesadillas que tuvo José, de sus dudas entre denunciarla (para cumplir con la ley) y abandonarla (para no perjudicarla), etc. Sabemos cómo, a las finales, Dios Padre acude en su ayuda -(es lo que bíblicamente quiere decir que un ángel del Señor se le apareció en sueños (Mt 1,20)- , y le hace saber que el niño de su prometida María es obra del Espíritu Santo, y que puede llevársela a casa con toda confianza y hacerla su esposa.


Porque al casarse José con María va a empezar a realizarse el Plan Salvador de Dios. Al respecto, la participación de José es parte integral de ese Plan, sobre todo para Mateo, que, a diferencia de Lucas, va a hacer partir su relato de la infancia de Jesús con la anunciación de un Ángel a José (Mt 1, 20-21). Encomiamos siempre y nos desafía el Sí maravilloso y generoso que, en la Anunciación, María dio a Dios. Debiéramos encomiar también, aunque en otro orden y plano, el Sí maravilloso y esforzado que José dio a Dios. Encomiarlo y sentirnos desafiados por el mismo, ya que encierra la larga lista de responsabilidades que José tuvo que asumir para que María y Jesús realizasen su misión. Es por ello que la Iglesia nos lo propone hoy como ejemplo a seguir, empezando por imitar su espíritu de oración y su gran Fe, todo un abandono activo en Dios.

Fuente: P. Antonio Elduayen, CM


Jesús nacerá de María.



18  El nacimiento de Jesucristo fue así. Su madre María estaba
      comprometida con José. Pero, antes de que vivieran juntos,
      quedó esperando por obra del Espíritu Santo.
19  José, su esposo, era un hombre excelente, y no queriendo
      desacreditarla. Pensó firmarle en secreto un acta de divorcio.
20  Estaba pensando en esto, cuando el ángel del Señor se le
      apareció en sueños y le dijo: “José descendiente de David, no
      temas llevar a tu casa a María, tu esposa, porque la criatura
      que espera es obra del Espíritu Santo.
21  Y dará a luz un hijo, porque él salvará a su pueblo de sus
22  pecados. Todo esto ha pasado para que se cumpliera lo que
23  había dicho el Señor por boca del profeta Isaías: Sepan que  
      una virgen concebirá y dará a luz un hijo y los hombres lo
      llamarán Emanuel, que significa: Dios-con-nosotros.
24  Con esto, al despertarse José, hizo lo que el ángel del Señor
      le había ordenado y recibió en su casa a su esposa.
Evangelio: (Mateo 1, vs 18-24)

Oración:
José, el justo,
Tú el hombre de Dios,
el que te dejabas conducir por el Espíritu,
el que aceptaste y asumiste
el proyecto de Dios para ti,
te pedimos que intercedas por nosotros,
para que como Tú tengamos la docilidad
y apertura que tuviste,
para saber decirle al Señor: Sí,
así como lo hiciste Tú.
Por eso, ayúdanos,
a que en esta Navidad,
le abramos el corazón al Señor,
y dejemos que Él ocupe el centro
de nuestra vida,
siendo Él todo para nosotros,
como lo fue para ti.
Ayúdanos a estar disponibles
y ser dóciles, como lo fuiste tú.
Amén.
Fuente: Lectio Divina Vicenciana

Sobre la Navidad.



Fragmento de la entrevista del Papa Francisco sobre la Navidad.
Día Martes 10 Dic. 2013.

¿Qué significa para el Papa la Navidad?

Es el encuentro con Jesús. Dios siempre ha buscado a su pueblo, lo ha guiado, lo ha custodiado, ha prometido que le estará siempre cerca. En el libro del Deuteronomio leemos que Dios camina con nosotros, nos guía de la mano como un papá con su hijo.
Esto es hermoso. La Navidad es el encuentro de Dios con su pueblo. Y también es una consolación, un misterio de consolación. Muchas veces, después de la misa de Nochebuena, pasé algunas horas solo, en la capilla, antes de celebrar la misa de la aurora, con un sentimiento de profunda consolación y paz.
Recuerdo una vez aquí en Roma, creo que era la Navidad de 1974, en una noche de oración después de la misa en la residencia del Centro Astalli. Para mí la Navidad siempre ha sido esto: contemplar la visita de Dios a su pueblo.

¿Cuál es el mensaje de la Navidad para las personas de hoy?

Nos habla de la ternura y de la esperanza. Dios, al encontrarse con nosotros, nos dice dos cosas:
La primera: tengan esperanza. Dios siempre abre las puertas, no
las cierra nunca. Es el papá que nos abre las puertas, y
La segunda: no tengan miedo de la ternura. Cuando los cristianos se olvidan de la esperanza y de la ternura se vuelven una Iglesia fría, que no sabe dónde ir y se enreda en las ideologías, en las actitudes mundanas. Mientras la sencillez de Dios te dice: ‘sigue adelante, yo soy un Padre que te acaricia’.

Tengo miedo cuando los cristianos pierden la esperanza y la capacidad de abrazar y acariciar. Tal vez por esto, viendo hacia el futuro, hablo a menudo sobre los niños y los ancianos, es decir los más indefensos. En mi vida como sacerdote, yendo a la parroquia, siempre traté de transmitir esta ternura, sobre todo a los niños y a los ancianos. Me hace bien, y pienso en la ternura que Dios tiene por nosotros.

Autor: Papa Francisco
Fuente: catholic.net 

¡Feliz Navidad!



Queridos Animadores de Salud:
Tiempo de Adviento es tiempo de esperanza, estamos esperando que el niño Dios llegue a nuestros corazones y a nuestras familias. Es un gozo muy grande poder prepararnos para recibir al Salvador de nuestras vidas.
No podía dejar de enviarles nuestros saludos y el de la Directiva Nacional en esta Navidad. Ustedes ya saben cuan importantes son en mi vida de Hija de la Caridad y para el Movimiento de los Animadores de Salud. Estoy segura que cada grupo está trabajando para celebrar junto a los pobres una hermosa Navidad, que le dé un sentido más profundo a estas fiestas navideñas, y Jesús nos sonreirá.
Doy gracias a Dios por sus vidas y por todo lo bueno que ustedes hayan podido realizar este año y también por los proyectos que realizarán en el 2014 que viene con muchos desafíos pastorales, escuchemos la voz del Papa Francisco, escuchemos a San Vicente y Santa Luisa.
Como Iglesia estamos llamados a “anunciar y compartir con todos que Jesucristo es fuente de vida en abundancia” y como tal nuestra tarea es ponernos al servicio de los pobres, y como nos dice el Papa Francisco tenemos que salir al encuentro de Jesús Vivo.
Les deseo unas Santas Fiestas. Contemplemos la divinidad de Jesús hecho hombre en ese humilde pesebre de Belén. Con muchísimo cariño los saludo y ofrezco mis oraciones, un abrazo fraternal.

Hna. Francisca Martínez G.
Hija de la Caridad

domingo, 15 de diciembre de 2013

Domingo 3° Adviento.


Queridos  amigos y amigas:

El Evangelio de hoy nos habla de Juan, como Precursor, y de Jesús, como Mesías (Mt 11, 2-11). Lo que, en el contexto del Adviento, equivale a preguntarnos: qué hemos de hacer para ser precursores como Juan, y otros-Cristo o Mesías como Jesús. En cuanto precursores, nuestro menester es convertirnos e invitar a la conversión, preparar la venida del Señor y hacer discípulos misioneros, seducidos por Él y anunciándolo y llevándolo a los demás. En cuanto cristianos (otros-Cristo), nuestro menester es sentirnos orgullosos de Jesús (y no defraudados), y hacer ver con los hechos que Él es el Mesías, y que donde Él está todo cambia para bien (los ciegos ven, etc.). El Evangelio, pues, de este 3º Domingo de Adviento es un llamado a la acción y a la esperanza activa y fecunda, en favor de cuanto encierra y significa la Navidad: acoger toda vida naciente y realizar el Plan de Dios para el mundo.

Lamentablemente el Adviento que nosotros vivimos no nos hace ser muy precursores del Señor para el mundo, ni siquiera para los vecinos y sólo un poco entre nuestros familiares y amigos. Cuando más, adornamos la casa con motivos navideños y guirnaldas de luces, ponemos el pino navideño, armamos el Belén y colocamos la Corona de Adviento. A veces, hasta oramos y tocamos y cantamos villancicos entorno al Belén y la corona de Adviento, cuyas velas encendemos… Todo esto está muy bien, pero es insuficiente. Sobre todo cuando la propaganda comercial y el consumismo nos hacen perder el sentido religioso y cristiano de la Navidad y reducen cuanto hacemos a casi sólo un maquillaje.

Dentro de una sana alegría urge volver a la sencillez y profundidad de la Navidad. Y a un Adviento que no se limite a dar un superficial barniz navideño o a acentuar la expectativa por la fiesta de la Navidad (más que por Jesús que llega). Como dije arriba, el ser precursores, debe llevarnos a la conversión, al testimonio personal y familiar, a ser misioneros anunciando, preparando y anticipando la Navidad entre la gente y los nuestros. Que podamos tener y propiciar un encuentro personal, estrecho y vivo, con Jesús. Que amemos y acojamos la vida (en cualquier mamá en gestación), que crezca nuestro sentido y ejemplo de pertenencia y participación en la comunidad cristiana a través de la parroquia. Que hagamos y animemos a hacer pública nuestra Fe participando en la Misa dominical y en otras celebraciones. Que alejemos de nosotros toda violencia, mentira y corrupción. Que amemos y sirvamos a los pobres…

A todo eso y mucho más, le llamamos esperanza activa y fecunda, que es el alma del Adviento. Activa, porque quien así espera no se limita a sentarse y a aguardar pasivamente a que la cosa venga sino que la apura y jala. Y fecunda, porque produce buenos y abundantes frutos (Gal 5, 22). No se limita a soñar con el que viene y lo que trae, sino que lo anticipa, empezando a vivir, aquí y ahora, la paz, el amor, la gracia, la benignidad, la salvación… del Divino Niño. Al respecto y recordando que somos administradores del Adviento, es bueno recordar la parábola del buen administrador y portarnos como él: para que, cuando el Señor venga, nos encuentre cumpliendo nuestro deber (en activa espera). Entonces el Señor nos felicitará y nos premiará encomendándonos el cuidado de todo lo que tiene (Lc 12, 43-44).

Fuente: P. Antonio Elduayen, CM

La misión de Juan y la de Jesús.



En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, le mandó a preguntar por medio de sus discípulos: "¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?" Jesús les respondió: "Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio. ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!"
Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: "¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué fuisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta? Sí, os digo, y más que profeta; él es de quien está escrito: "Yo envío mi mensajero delante de ti, para que prepare el camino ante ti."
Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él."
Evangelio: (Mateo 11, vs 2-11)

Oración:
Señor Jesús, los discípulos de Juan vienen
y te preguntan si eras Tú el esperado,
o si debían esperar a otro…,
y fue ahí, que Tú hiciste referencia
a tu vida, a tus actos, a tu manera de ser,
a tus actitudes y gestos,
para confirmar tu identidad,
por eso, Señor, te pido,
que me ayudes a ser consciente,
de que creer en ti, no es teoría,
sino vida y actitudes,
que seguirte a ti, no es cuestión
de prácticas rituales y externas,
sino una manera de ser y de actuar,
buscando identificarnos contigo,
queriendo hacer vida tus mandamientos,
buscando ser como Tú.
Ayúdanos a que en esta Navidad,
nuestra vida exprese nuestra Fe en ti
y así hagamos ver que somos cristianos.

Que así sea.

Fuente: Lectio Divina Vicenciana

En el juicio final.



En la Audiencia General de esta mañana, celebrada en la Plaza de San Pedro  ante miles de fieles, el Papa Francisco reflexionó sobre el regreso de Cristo y en el juicio final. El Santo Padre dijo que:

“Hoy quisiera iniciar la última serie de Catequesis sobre nuestra profesión de Fe, tratando la afirmación «Creo en la vida eterna». En especial me detengo en el juicio final. No debemos tener miedo: escuchemos lo que nos dice la Palabra de Dios. Leemos en el Evangelio de Mateo: Entonces «cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con Él... serán reunidas ante Él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda... Y estos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna» (Mt 25, 31-33.46). Cuando pensamos en el regreso de Cristo y en su juicio final, que manifestará, hasta sus últimas consecuencias, el bien que cada uno habrá realizado o habrá omitido realizar durante su vida terrena, percibimos encontrarnos ante un misterio que nos sobrepasa, que no logramos ni siquiera imaginar.

Al respecto, el testimonio de las primeras comunidades cristianas resuena más sugestivo que nunca. Las mismas, en efecto, acompañaban las celebraciones y las oraciones con la aclamación Maranathà, una expresión formada por dos palabras arameas que, según como se silabeen, se pueden entender como una súplica: «¡Ven, Señor!», o bien como una certeza: «Sí, el Señor viene; el Señor está cerca». Es la exclamación en la que culmina toda la Revelación cristiana, al término de la maravillosa contemplación que nos ofrece el Apocalipsis de Juan (cf. Ap 22, 20). En ese caso, es la Iglesia-esposa que, en nombre de toda la humanidad y como primicia, se dirige a Cristo, su esposo, no viendo la hora de ser envuelta por su abrazo: el abrazo de Jesús, que es plenitud de vida y plenitud de amor. Así nos abraza Jesús. Si pensamos en el juicio en esta perspectiva, todo miedo y vacilación disminuye y deja espacio a la espera y a una profunda alegría.

Un segundo motivo de confianza nos lo da la constatación de que, en el momento del juicio, no estaremos solos. Jesús mismo, en el Evangelio de Mateo, anuncia cómo, al final de los tiempos, quienes le hayan seguido tendrán sitio en su gloria, para juzgar juntamente con Él (cf. Mt 19, 28). El apóstol Pablo, luego, al escribir a la comunidad de Corinto, afirma: «¿Habéis olvidado que los santos juzgarán el universo? (...) Cuánto más, asuntos de la vida cotidiana» (1 Cor 6, 2-3). Qué hermoso es saber que en esa circunstancia, además de Cristo, podremos contar con la intercesión y la benevolencia de muchos hermanos y hermanas nuestros más grandes que nos precedieron en el camino de la Fe. Los santos ya viven en presencia de Dios, en el esplendor de su gloria intercediendo por nosotros que aún vivimos en la tierra. ¡Cuánto consuelo suscita en nuestro corazón esta certeza!

Una ulterior sugestión nos llega del Evangelio de Juan, donde se afirma explícitamente que «Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él. El que cree en Él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios» (Jn 3, 17-18). Entonces, esto significa que el juicio final ya está en acción, comienza ahora en el curso de nuestra existencia. Tal juicio se pronuncia en cada instante de la vida, como confirmación de nuestra acogida con Fe de la salvación presente y operante en Cristo, o bien de nuestra incredulidad, con la consiguiente cerrazón en nosotros mismos. Pero si nos cerramos al amor de Jesús, somos nosotros mismos quienes nos condenamos. La salvación es abrirse a Jesús, y Él nos salva. El amor de Jesús es grande, el amor de Jesús es misericordioso, el amor de Jesús perdona. Pero tú debes abrirte, y abrirse significa arrepentirse, acusarse de las cosas que no son buenas y que hemos hecho. El Señor Jesús se entregó y sigue entregándose a nosotros para colmarnos de toda la misericordia y la gracia del Padre. Por lo tanto, podemos convertirnos, en cierto sentido, en jueces de nosotros mismos, autocondenándonos a la exclusión de la comunión con Dios y con los hermanos. No nos cansemos, por lo tanto, de vigilar sobre nuestros pensamientos y nuestras actitudes, para pregustar ya desde ahora el calor y el esplendor del rostro de Dios —y esto será bellísimo—, que en la vida eterna contemplaremos en toda su plenitud.”

Al finalizar, el Papa dijo: “Adelante, pensando en este juicio que comienza ahora, ya ha comenzado. Adelante, haciendo que nuestro corazón se abra a Jesús y a su salvación; adelante sin miedo, porque el amor de Jesús es más grande y si nosotros pedimos perdón por nuestros pecados Él nos perdona. Jesús es así. Adelante, entonces, con esta certeza, que nos conducirá a la gloria del cielo.”

Vaticano, 11 Dic. 2013
Fuente: Extractado vatican.va

El corazón del Hombre.



“El corazón del hombre anda angustiado

hasta encontrar a Dios”

San Agustín de Hipona.

sábado, 14 de diciembre de 2013

Inmaculada Concepción de María.



Solemnidad de la Inmaculada Concepción
de la Virgen María
Papa Francisco
ÁNGELUS 
Plaza de San Pedro
II Domingo de Adviento, 8 de Diciembre de 2013
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Este segundo Domingo de Adviento cae en el día de la fiesta de la Inmaculada Concepción de María, y así nuestra mirada es atraída por la belleza de la Madre de Jesús, nuestra Madre. Con gran alegría la Iglesia la contempla «llena de gracia» (Lc 1, 28), y comenzando con estas palabras la saludamos todos juntos: «llena de gracia». Digamos tres veces: «Llena de gracia». Todos: ¡Llena de gracia! ¡Llena de gracia! ¡Llena de gracia! Así, Dios la miró desde el primer instante en su designio de amor. La miró bella, llena de gracia. ¡Es hermosa nuestra madre! María nos sostiene en nuestro camino hacia la Navidad, porque nos enseña cómo vivir este tiempo de Adviento en espera del Señor. Porque este tiempo de Adviento es una espera del Señor, que nos visitará a todos en la fiesta, pero también a cada uno en nuestro corazón. ¡El Señor viene! ¡Esperémosle!
El Evangelio de San Lucas nos presenta a María, una muchacha de Nazaret, pequeña localidad de Galilea, en la periferia del Imperio romano y también en la periferia de Israel. Un pueblito. Sin embargo en ella, la muchacha de aquel pueblito lejano, sobre ella, se posó la mirada del Señor, que la eligió para ser la madre de su Hijo. En vista de esta maternidad, María fue preservada del pecado original, o sea de la fractura en la comunión con Dios, con los demás y con la creación que hiere profundamente a todo ser humano. Pero esta fractura fue sanada anticipadamente en la Madre de Aquél que vino a liberarnos de la esclavitud del pecado. La Inmaculada está inscrita en el designio de Dios; es fruto del amor de Dios que salva al mundo.
La Virgen no se alejó jamás de ese amor: toda su vida, todo su ser es un «sí» a ese amor, es un «sí» a Dios. Ciertamente, no fue fácil para ella. Cuando el Ángel la llamó «llena de gracia» (Lc 1, 28), ella «se turbó grandemente», porque en su humildad se sintió nada ante Dios. El Ángel la consoló: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús» (vv. 30-31). Este anuncio la confunde aún más, también porque todavía no se había casado con José; pero el Ángel añade: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios» (v. 35). María escucha, obedece interiormente y responde: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (v. 38).
El misterio de esta muchacha de Nazaret, que está en el corazón de Dios, no nos es extraño. No está ella allá y nosotros aquí. No, estamos conectados. De hecho, Dios posa su mirada de amor sobre cada hombre y cada mujer, con nombre y apellido. Su mirada de amor está sobre cada uno de nosotros. El apóstol Pablo afirma que Dios «nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos e intachables» (Ef 1, 4). También nosotros, desde siempre, hemos sido elegidos por Dios para vivir una vida santa, libre del pecado. Es un proyecto de amor que Dios renueva cada vez que nosotros nos acercamos a Él, especialmente en los Sacramentos.
En esta fiesta, entonces, contemplando a nuestra Madre Inmaculada, bella, reconozcamos también nuestro destino verdadero, nuestra vocación más profunda: ser amados, ser transformados por el amor, ser transformados por la belleza de Dios. Mirémosla a ella, nuestra Madre, y dejémonos mirar por ella, porque es nuestra Madre y nos quiere mucho; dejémonos mirar por ella para aprender a ser más humildes, y también más valientes en el seguimiento de la Palabra de Dios; para acoger el tierno abrazo de su Hijo Jesús, un abrazo que nos da vida, esperanza y paz.

Fuente: Texto completo vatican.va