sábado, 14 de septiembre de 2013

La Iglesia somos todos.



El Papa Francisco retomó esta mañana sus Catequesis sobre la Iglesia en este Año de la Fe y, ante unas cincuenta mil personas presentes en la Plaza de San Pedro, explicó que la Iglesia es madre y que todos somos parte de ella, no solo los obispos "y los curas".

"A veces oigo decir. ‘Yo creo en Dios pero no en la Iglesia...porque he oído que la Iglesia dice... que los curas dicen’. Pero una cosa son los curas y otra es que la Iglesia no está formada solo por los curas, la Iglesia somos todos. Y si vos decís que creés en Dios pero no en la Iglesia, estás diciendo que no creés en ti mismo. Y eso es una contradicción.

La Iglesia somos todos: desde el niño recién bautizado hasta los obispos y el Papa: todos somos Iglesia y todos somos iguales a los ojos de Dios. Todos estamos llamados a colaborar en el nacimiento a la Fe de nuevos cristianos, todos estamos llamados a ser educadores en la Fe, a anunciar el Evangelio. Todos participamos de la maternidad de la Iglesia, todos somos Iglesia, para que la luz de Cristo llegue a los extremos confines de la tierra. ¡Viva la Santa Madre Iglesia!".

El Santo Padre reflexionó en torno a la maternidad de la Iglesia, recordando que "entre las imágenes que el Concilio Vaticano II ha elegido para hacernos comprender mejor la naturaleza de la Iglesia está la de la ‘madre’: La Iglesia es nuestra madre en la Fe y en la vida sobrenatural".
"Para mí es la imagen más bella de la Iglesia: la Iglesia es madre. ¿De qué forma y de qué manera la Iglesia es madre? Vamos a partir de la realidad humana de la maternidad".

"En primer lugar una madre genera a la vida, lleva en su seno durante nueve meses a su hijo y luego lo abre a la vida, generándolo. Así es la Iglesia, nos engendra en la Fe, a través de la obra del Espíritu Santo que la hace fecunda, como la Virgen María".
Ciertamente, prosiguió el Santo Padre, "la Fe es un acto personal, pero la Fe la recibimos de los demás, en una familia, en una comunidad que me enseña a decir ‘yo creo’, ‘creemos’. ¡Un cristiano no es una isla! No nos hacemos cristianos en un laboratorio, no nos convertimos en cristianos solos, y gracias a nuestras propias fuerzas, sino que la Fe es un regalo, un don de Dios que se nos da en la Iglesia y por la Iglesia".

"Y la Iglesia nos da la vida de la Fe en el bautismo: es el momento en el que nos hace nacer como hijos de Dios, cuando Dios nos da la vida, nos genera como una madre. Esto nos hace entender algo muy importante: nuestro formar parte de la Iglesia no es un hecho exterior y formal, no es llenar un formulario; es un acto interior y vital; no se pertenece a la Iglesia como a una sociedad, a un partido o a cualquier otra organización. El vínculo es vital, como el que se tiene con la propia madre porque la Iglesia es realmente la madre de los cristianos".
El Papa resaltó que "una madre no se limita a dar la vida, sino que con gran atención ayuda a sus hijos a crecer, los amamanta, los alimenta, les enseña el camino de la vida, los acompaña. Y también sabe corregir, perdonar, entender, sabe estar cerca en la enfermedad y en el dolor. En pocas palabras, una buena madre ayuda a sus hijos a salir de sí mismos, a no quedarse cómodamente bajo sus alas".

"La Iglesia, como una buena madre, hace lo mismo: acompaña nuestro crecimiento transmitiendo la Palabra de Dios, que es una luz que nos muestra el camino de la vida cristiana; administrando los Sacramentos. Nos alimenta con la Eucaristía, nos trae el perdón de Dios a través del Sacramento de la Penitencia, nos sostiene en tiempos de enfermedad con la Unción de los Enfermos. La Iglesia nos acompaña a lo largo de nuestra vida de Fe, a través de nuestra vida cristiana".

El Papa Francisco señaló que en los primeros siglos de la Iglesia había una realidad muy clara: "la Iglesia, mientras es la madre de los cristianos, mientras ‘hace’ cristianos está ‘hecha’ por ellos. La Iglesia no es algo diferente de nosotros mismos, sino que debe ser vista como la totalidad de los creyentes, como el "nosotros" de los cristianos: yo, tú, nosotros somos parte de la Iglesia".

Vaticano, 11 Sept. 2013
Fuente: ACI/EWTN Noticias

viernes, 13 de septiembre de 2013

Nada te turbe.



Confía en Dios en todas las circunstancias, incluso en la adversidad. Una oración de Santa Teresa de Jesús lo expresa admirablemente:

Oración:
Nada te turbe, Nada te espante,
Todo se pasa, Dios no se muda,
La paciencia, Todo lo alcanza;
Quien a Dios tiene / Nada le falta:

Sólo Dios basta.

Fuente: Catecismo de la Iglesia Católica (227).

Oración para cada día del Año de la Fe.



El Papa Emérito Benedicto XVI espera que el Año de la Fe pueda llevar a todos los creyentes a aprender de memoria el Credo y nos invita a recitarlo todos los días como oración.

Credo de Nicea-Constantinopla

Creo en un solo Dios; Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible.

Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación, bajó del cielo,

y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre;

y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado,

y resucitó al tercer día, según las Escrituras,

y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre;

y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.

Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo, recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas.

Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.
Confieso que hay un solo Bautismo para el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro.
Amén.

Fuente: 1.-Aciprensa
              2.-Catecismo de la Iglesia Católica

sábado, 7 de septiembre de 2013

Domingo 23° Tiempo Ordinario.



Queridos amigos y amigas:
Ustedes y yo somos cristianos, discípulos misioneros de Jesucristo. Pero ¿nos hemos detenido alguna vez a pensar en serio lo que eso significa? Jesús se lo dijo al gran gentío que le seguía, tal como lo leemos en el evangelio de hoy (Lc 14, 25-33). Bajo el epígrafe de “lo que cuesta seguir a Jesús”, el evangelio nos dice tres cosas muy importantes y que hemos de tener en cuenta: 1. La grandeza de la propuesta que Jesús nos hace; 2. La opción que hemos de hacer por Él hasta las últimas consecuencias; y 3. la necesidad de sopesar los términos de su propuesta así como el compromiso de cumplirlos exitosamente.
Ante todo la grandeza de la propuesta de Jesús, que es su invitación a ser sus discípulos. Todo un honor y un privilegio. Para Jesús ser su discípulo es seguirle con un amor incondicional y sobre todas las cosas, lo que, aparte de las renuncias que implica, ennoblece y sublima el amor. Lo hace divino. El amor del cristiano a Jesús no excluye otros amores legítimos (padres, familia, etc.), como algunos le hacen decir a Lucas (14,26) y aún más, a Mateo (10,37). Se trata simplemente de aplicar a Jesucristo, puesto que es Dios, lo que nos dice el Primer Mandamiento de la Ley de Dios: que hay que amarlo sobre todas las cosas, sin interferencias de ninguna clase. Digamos también que el amor de entrega a Jesús, al hacernos sus discípulos, nos realiza como personas y como cristianos. Sencillamente, porque siendo Jesús el ser humano más perfecto, imitarlo y seguirlo es realizarnos como hombres y mujeres perfectos.
Añadamos lo que añade Jesús: que la condición sine qua non, indispensable, para ser sus discípulos es llevar la cruz detrás de Él. No queda otra. Como Él tenemos que asumir el destino de nuestras vidas y llevarlas adelante, cueste lo cueste, hasta las últimas consecuencias, que, en Su caso, fue la misma muerte en el patíbulo de la cruz. Esperando que nuestra muerte no tenga un final así, siempre queda en pie lo de cargar nuestra cruz, es decir, asumir esa suma de circunstancias y decisiones, que, a lo largo de la vida, nos irán realizando como personas y discípulos de Jesús. Como vemos, la cruz del discípulo va más allá de las enfermedades, los accidentes, el cese laboral, etc. Y desde luego, más allá de todas esas cruces que nos hacemos para cargarlas en las procesiones.
La tercera cosa que el evangelio nos pide tener en cuenta es objeto de dos parábolas (Lc 14,28-33), que apuntan a lo mismo: a tener un final feliz. No basta tener un buen comienzo (empezar a seguir a Jesús), sino que es necesario terminar bien (seguirle hasta el final). Contra lo que pueda parecer, el objetivo de las dos parábolas no es -ni puede ser- el aceptar o no ser discípulos del Señor o el aceptar o no entrar en el Reino de Dios. El objetivo es advertirnos sobre la necesidad de conocer las exigencias de la propuesta del Señor y, consecuentemente, de nuestra entrega a Él. La necesidad de conocerlas, pero, también y sobre todo, de estar preparados para afrontarlas y superarlas. ¿Nos sentimos sanamente orgullosos de ser cristianos discípulos del Señor?

¿Lo amamos por sobre todas las cosas? ¿Hasta saber cargar la cruz de cada día?
Fuente: P. Antonio Elduayen, CM

El que no renuncia a todos sus bienes.



En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo:
"Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío. Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: "Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar." ¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz. Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío."
Evangelio: (Lc. 14, vs 25-33)

Oración:
Vuélvete hacia nosotros, Señor,
y fíjate ahora y siempre
en que somos débiles
y en que estamos hechos de barro…
Ven aprisa y socorre nuestra pequeñez:
la pequeñez de quienes no saben elegir,
de quienes pueden equivocarse
y perderlo todo, al perderte a Ti.
Concédenos levantar todos los días
nuestros ojos hacia lo alto y verdadero
y seguir dejando por tu reino
todas las cosas que nos engañan.
Te lo pedimos por Aquél que hoy
en el camino hacia la entrega total
renuncia a todo por tu amor y nuestro amor:
Jesús, quien nos invita a buscarte
y a pedirte hoy la sabiduría
que viene de lo alto.
Amén.

Fuente: Lectio Divina Vicenciana

JMJ 2013: Acogida, fiesta y misión.




El Papa Francisco retomó hoy sus acostumbradas Audiencias Generales de los Miércoles en el Vaticano recordando la Jornada Mundial de la Juventud que se celebró a finales de Julio en Río de Janeiro en Brasil y, desde la Plaza de San Pedro que congregó a unas 70 mil almas, explicó que un joven que acoge el amor de Cristo se convierte en una verdadera esperanza para el mundo, para transformarlo a partir de su Evangelio.
Antes de iniciar su meditación, el Santo Padre agradeció a Dios por los intensos días vividos en Brasil, a los pies de Nuestra Señora de Aparecida, la Patrona de esa nación, y se refirió a tres palabras que deben guiar la reflexión: acogida, fiesta y misión.
Sobre la acogida, el Papa dijo que ese gesto “de las familias brasileñas y de las parroquias fue una de las características más bonitas de esta JMJ (…) Nacen lazos que luego, se mantienen, sobre todo en la oración. También así crece la Iglesia en todo el mundo, como una red de verdaderos amigos en Jesucristo, una red que te prende y a la vez te libera. Así pues, acogida, esta es la primera palabra que surge de la experiencia del viaje a Brasil”.
El Papa Francisco dijo luego que la Jornada Mundial de la Juventud “es siempre una fiesta”, pero “después está la fiesta más grande que es la fiesta de la Fe, cuando alabamos al Señor juntos, cantando, escuchando la Palabra de Dios, permaneciendo en silencio de adoración: todo esto es la culminación de la JMJ, es el verdadero propósito de esta peregrinación, y se vive de una manera particular en la gran Vigilia del Sábado por la noche y en la Misa final”.
“Ésta es pues la gran fiesta, la fiesta de la Fe y de la fraternidad, que inicia en este mundo y que no tendrá fin. ¡Pero esto sólo es posible con el Señor! ¡Sin el amor de Dios no hay verdadera fiesta para el hombre!”
El Papa resaltó luego que “no puede faltar un tercer elemento: la misión. Esta JMJ se caracterizó por un tema misionero: ‘Vayan y hagan discípulos de todas las naciones’. Hemos oído la palabra de Jesús: es la misión que nos ha dado a todos. Es el mandato de Cristo resucitado a sus discípulos: ‘¡Vayan!’, salgan de sí mismos, de toda cerrazón para llevar la luz y el amor del Evangelio a todos, hasta las extremas periferias de la existencia!”
“Y fue precisamente ese mandato de Jesús que he confiado a los jóvenes que llenaban la inmensa playa de Copacabana. Un lugar simbólico, la orilla del océano, que parecía sugerir la orilla del lago de Galilea. Sí, porque aún hoy en día el Señor repite: ‘Vayan...’ y agrega: ‘Yo estoy con vosotros, todos los días...’. Esto es fundamental. Sólo a través de Cristo podemos llevar el evangelio. Sin Él no podemos hacer nada, nos lo ha dicho Él mismo”.
El Santo Padre resaltó que con Cristo “podemos hacer mucho. Incluso un chico, una chica, que a los ojos del mundo cuenta poco o nada, ante los ojos de Dios es un apóstol del Reino, ¡es una esperanza para Dios! A todos los jóvenes quisiera preguntar con fuerza: ¿Quieren ser una esperanza para Dios? ¿Quieren ser una esperanza para la Iglesia?”
“Un joven corazón que acoge el amor de Cristo, se convierte en esperanza para los otros, ¡es una fuerza inmensa! ¡Vosotros chicos y chicas, todos los jóvenes deben transformarse en esperanza! Abran las puertas hacia un mundo nuevo de esperanza. Ésta es su misión ¿Quieren ser esperanza para todos nosotros? Pensemos en lo que significa aquella multitud de jóvenes que han encontrado a Cristo resucitado, en Río de Janeiro, y llevan su amor en la vida de cada día, lo viven, lo comunican. No terminan en los periódicos, porque no cometen actos violentos, no hacen escándalos, y por lo tanto no son noticia”
El Papa dijo además que si los jóvenes “permanecen unidos a Jesús, construyen su Reino, construyen fraternidad, comparten obras de misericordia, ¡son una fuerza poderosa para que el mundo sea más justo y más hermoso, para transformarlo! Pido ahora a los chicos y chicas: ¿tienen ustedes la valentía de asumir este reto? ¿Se animan para ser esta fuerza de amor y de misericordia que tiene el coraje de querer cambiar el mundo?”
“Queridos amigos, la experiencia de la JMJ nos recuerda la verdadera y gran noticia de la historia, la Buena Nueva, a pesar de que no aparece en los periódicos y en la televisión: somos amados por Dios, que es nuestro Padre y que envió a su Hijo Jesús para que estuviera cerca de cada uno de nosotros y nos salve. A salvarnos y a perdonarnos todo, porque Él siempre perdona. Porque Él es bueno y misericordioso”.
Para concluir el Santo Padre afirmó que la acogida, la fiesta y la misión no deben ser “solo un recuerdo de lo que sucedió en Río, sino que sean el alma de nuestra vida y la vida de nuestras comunidades. Gracias”.

Vaticano, 04 Sept. 2013
Fuente: ACI/EWTN Noticias