jueves, 30 de mayo de 2013

La Iglesia no puede encerrarse en sí misma.



En el ámbito del Año de la Fe hoy y mañana se dan cita en Roma los movimientos de las nuevas comunidades, asociaciones y agregaciones laicas que reflexionan sobre el tema “Creo. Aumenta mi Fe”. Más de 120.000 personas llenaban esta tarde la Plaza de San Pedro a la que el Papa ha llegado a las 17,30 hrs. y donde, después de saludar a los peregrinos, ha dado inicio a la Vigilia de Pentecostés.

Después del saludo del arzobispo Rino Fisichella, Presidente del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización, ha tenido lugar la entronización de la imagen de María “Salus Populi Romani”, llevada en procesión al centro de la Plaza. Después de una serie de lecturas, cantos y testimonios, el Papa Francisco ha respondido a cuatro preguntas planteadas por representantes de los movimientos. Las publicamos a continuación, junto con un resumen de las respuestas del Santo Padre.

“¿Cómo ha alcanzado en su vida la certeza de la Fe y que camino nos indica para vencer la fragilidad de la Fe?”, ha sido la primera pregunta.

R.- “He tenido la gracia de crecer en una familia en que la Fe se vivía de forma simple y concreta... El primer anuncio en casa, con la familia. Y esto me hace pensar en el amor de tantas madres y abuelas en la transmisión de la Fe... No encontramos la Fe en lo abstracto; no. Es siempre una persona que predica, que nos dice quien es Jesús, que nos transmite la Fe y nos da el primer anuncio... Pero hay un día muy importante: el 21 de septiembre de 1953, Tenía casi 17 años. Era el Día del Estudiante...Antes de ir a la fiesta pasé por la parroquia y encontré un sacerdote que no conocía y sentí la necesidad de confesarme. Después de la confesión sentí que algo había cambiado. Yo no era el mismo... Había sentido como una voz, una llamada; estaba convencido de que tenía que ser sacerdote. Esta experiencia de la Fe es importante, Decimos que tenemos que buscar a Dios, ir a pedirle perdón; pero cuando vamos ya nos está esperando. Él llega antes...Y esto te deja estupefacto…y así va creciendo la Fe. Con el encuentro con una persona, con el Señor...Respecto a la fragilidad; el enemigo más fuerte es el miedo...No tengáis miedo... Somos frágiles y lo sabemos... Pero Él es más fuerte...Si vas con Él no hay problema. Un niño es fragilísimo pero si está con su padre y su madre está seguro... Con el Señor estamos seguros... La Fe crece con el Señor, yendo de su mano”.

La segunda pregunta ha sido sobre el reto de la evangelización y qué debían hacer los movimientos para poner en práctica la tarea a la que habían sido llamados.

R.- “Diré solo tres palabras... La primera es Jesús... Si vamos adelante con la organización, con otras cosas, incluso bellas, pero sin Jesús, no funcionamos...Jesús es lo más importante...La segunda palabra es la oración. Mirar el rostro de Dios pero sobre todo... sentirse mirados...Y tercera el testimonio...La comunicación de la Fe se puede efectuar solo con el testimonio y este es el amor. No con nuestras ideas, sino con el evangelio vivido en la existencia propia...No hablar tanto, sino hablar con toda la vida...la coherencia de vida...que es vivir el cristianismo como un encuentro con Jesús que me lleva a los demás y no como un hecho social...Socialmente somos así... somos cristianos, encerrados en nosotros…¡No, así, no! El testimonio es lo que cuenta.”

La tercera pregunta ha sido cómo vivir una Iglesia pobre y para los pobres.

R.- “Antes que nada, vivir el Evangelio es la primera aportación que podemos dar. La Iglesia no es un movimiento político, ni una estructura bien organizada; no es esto...La Iglesia es la sal de la tierra, es luz del mundo; está llamada a hacer presente en la sociedad la levadura del Reino de Dios y lo hace en primer lugar con su testimonio, el testimonio del amor fraterno, de la solidaridad...Cuando se oye decir que la solidaridad no es un valor, sino una “actitud primaria” que debe desaparecer, algo no funciona...Los momentos de crisis, como el actual, no consisten sólo en una crisis económica o cultural, Se trata de una crisis del ser humano...Lo que puede ser destruido es el ser humano... Pero el hombre es imagen de Dios...En estos momentos de crisis no podemos preocuparnos solo por nosotros mismos, encerrarnos en la soledad, en el desaliento...Por favor, no os encerréis…Es un peligro; nos encerramos en la parroquia, con los amigos, en el movimiento, con los que piensan como nosotros… Pero ¿sabéis que pasa? Cuando la Iglesia se encierra, enferma... La Iglesia debe salir de sí misma, ¿Hacia dónde? Hacia las periferias existenciales, cualesquiera que sean, pero salir...La Fe es un encuentro con Jesús y nosotros tenemos que hacer lo mismo que Jesús: encontrar a los demás...tenemos que salir a su encuentro y crear con nuestra Fe una “cultura del encuentro”... en la que podamos hablar también con los que no piensan como nosotros... incluso con los que tienen otra Fe...Todos tienen algo en común con nosotros: son imágenes e hijos de Dios...Salir al encuentro sin negociar nuestra pertenencia. Y hay otro punto importante: con los pobres...Si salimos de nosotros mismos encontramos la pobreza…Hoy pensar que tantos niños no tienen qué comer no es noticia y esto es grave...No podemos quedarnos tranquilos...No podemos ser cristianos almidonados, esos cristianos tan educados, que discuten de teología mientras toman el té, tranquilamente. ¡No! Tenemos que ser cristianos valientes e ir a buscar a aquellos que son la carne de Cristo...La pobreza, para nosotros, los cristianos, no es una categoría sociológica o filosófica o cultural; es una categoría teologal. Podría decir que es la primera categoría, porque ese Dios, el Hijo de Dios, se rebajó, se hizo pobre para recorrer con nosotros el camino. Esta es nuestra pobreza: la pobreza de la carne de Cristo, la pobreza que nos trajo el Hijo de Dios con su encarnación”.

La última pregunta ha sido: “¿Cómo ayudar a nuestros hermanos si se puede hacer poco para cambiar su contexto político-social?”.

R.- “Para anunciar el Evangelio son necesarias dos virtudes: el valor y la paciencia. Los cristianos que sufren están en la Iglesia de la paciencia. Sufren y hoy hay más mártires que en los primeros siglos de la Iglesia...Hay que precisar que muchas veces los conflictos no tienen un origen religioso; a menudo hay otras causas, de tipo social o político y, desgraciadamente, la pertenencia religiosa se utiliza como gasolina encima del fuego. Un cristiano debe saber responder al mal con el bien, aunque a menudo sea difícil. Intentemos conseguir que estos hermanos y hermanas nuestros sientan que estamos profundamente unidos a ellos...que sabemos que son cristianos “entrados en la paciencia”. Cuando Jesús va al encuentro de la Pasión entra en la paciencia...Ellos experimentan el límite...entre la vida y la muerte. Y también para nosotros; esta experiencia tiene que llevarnos a promover la libertad religiosa para todos. Todo hombre y toda mujer deben ser libres en su propia confesión religiosa, cualquiera que ésta sea, ¿Por qué? Porque ese hombre y esa mujer son hijos de Dios”.

La Vigilia ha concluido con la profesión de Fe, las invocaciones de oración y el canto del Regina Coeli.


Vaticano, 18 de Mayo 2013
Fuente: News.va

viernes, 24 de mayo de 2013

Rincón poético: Agranda la puerta, Padre.




Agranda la puerta, Padre
porque no puedo pasar;
la hiciste para los niños.
Yo he crecido a mi pesar.

Si no me agrandas la puerta,
achícame, por piedad,
vuélveme a la edad bendita
en que vivir es soñar.

Autor:             Miguel de Unamuno
Nacionalidad: Española
Ciudad:           Bilbao, España
(1864-1936)

jueves, 9 de mayo de 2013

Catequesis del Papa Francisco: El Espíritu Santo




En su habitual Catequesis de la Audiencia General de hoy, el Papa Francisco explicó que el Espíritu Santo es el agua viva que sacia la sed del hombre.
“Queridos hermanos y hermanas:
El tiempo pascual que estamos viviendo con gozo, guiados por la liturgia de la Iglesia, es por excelencia el tiempo del Espíritu Santo donado «sin medida» (cfr Jn 3,34) por Jesús crucificado y resucitado. Este tiempo de gracia concluye con la fiesta de Pentecostés, en la que la Iglesia revive la efusión del Espíritu sobre María y los Apóstoles reunidos en oración en el Cenáculo.
Pero ¿quién es el Espíritu Santo? En el Credo profesamos con Fe: «Creo en el Espíritu Santo que es Señor y da la vida». La primera verdad a la que adherimos en el Credo es que el Espíritu Santo es Kýrios, Señor. Ello significa que Él es verdaderamente Dios como lo son el Padre y el Hijo, objeto, por parte nuestra, del mismo acto de adoración y de glorificación que dirigimos al Padre y al Hijo.
De hecho, el Espíritu Santo es la tercera Persona de la Santísima Trinidad; es el gran don de Cristo Resucitado que abre nuestra mente y nuestro corazón a la Fe en Jesús como el Hijo enviado por el Padre y que nos guía a la amistad, a la comunión con Dios.
Pero quisiera sobre todo detenerme en el hecho que el Espíritu Santo es la fuente inagotable de la vida de Dios en nosotros. El hombre de todos los tiempos y de todos los lugares desea una vida plena y bella, justa y buena, una vida que no esté amenazada por la muerte, sino que pueda madurar y crecer hasta su plenitud. El hombre es como un caminante que, atravesando los desiertos de la vida, tiene sed de un agua viva, fluyente y fresca, capaz de refrescar en profundidad su deseo profundo de luz, de amor, de belleza y de paz. ¡Todos sentimos este deseo! Y Jesús nos da esta agua viva: ella es el Espíritu Santo, que procede del Padre y que Jesús vierte en nuestros corazones. «yo he venido para que tengan Vida, y la tengan en abundancia», nos dice Jesús (Jn 10,10).
Cuando decimos que el cristiano es un hombre espiritual nos referimos justamente a esto: el cristiano es una persona que piensa y actúa según Dios, según el Espíritu Santo. Y nosotros, ¿pensamos según Dios? ¿Actuamos según Dios? O ¿nos dejamos guiar por tantas otras cosas que no son Dios?
A este punto podemos preguntarnos: ¿por qué esta agua puede saciarnos hasta el fondo? Sabemos que el agua es esencial para la vida; sin agua se muere; ella refresca, lava, hace fecunda la tierra.
El “agua viva”, el Espíritu Santo, Don del Resucitado que toma morada en nosotros, nos purifica, nos ilumina, nos renueva, nos transforma porque nos hace partícipes de la vida misma de Dios que es Amor. Por esto, el Apóstol Pablo afirma que la vida del cristiano está animada por el Espíritu y de sus frutos, que son «amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza, mansedumbre y temperancia» (Gal 5,22-23). El Espíritu Santo nos introduce en la vida divina como “hijos en el Hijo Unigénito”.
En otro pasaje de la Carta a los Romanos, que hemos recordado varias veces, San Pablo lo sintetiza con estas palabras: «Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no han recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor, sino el espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios ‘Padre’. El mismo espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Si somos hijos, también somos herederos, herederos de Dios y coherederos de Cristo, porque sufrimos con él para ser glorificados con él» (8,14-17).
Este es el don precioso que el Espíritu Santo trae a nuestros corazones: la vida misma de Dios, vida de verdaderos hijos, una relación de confidencia, de libertad y de confianza en el amor y en la misericordia de Dios, que tiene también como efecto una mirada nueva hacia los demás, cercanos y lejanos, vistos siempre como hermanos y hermanas en Jesús a los cuales hay que respetar y amar. El Espíritu Santo nos enseña a mirar con los ojos de Cristo, a vivir la vida como la ha vivido Cristo, a comprender la vida como la ha comprendido Cristo.
He aquí por qué el agua viva que es el Espíritu Santo sacia nuestra vida, porque nos dice que somos amados por Dios como hijos, que podemos amar a Dios como sus hijos y que con su gracia podemos vivir como hijos de Dios, como Jesús. Y nosotros, escuchamos al Espíritu Santo que nos dice: Dios te ama, te quiere. ¿Amamos verdaderamente a Dios y a los demás, como Jesús? Y nosotros, ¿escuchamos al Espíritu Santo? ¿Qué cosa nos dice el Espíritu Santo? Dios te ama: ¡nos dice esto! Dios Te ama, te quiere. Y nosotros ¿amamos verdaderamente a Dios y a los demás, como Jesús?
Dejémonos guiar, dejémonos guiar por el Espíritu Santo. Dejemos que Él nos hable al corazón y nos diga esto: que Dios es amor, que Él nos espera siempre, que Él es el Padre y nos ama como verdadero papá; nos ama verdaderamente. Y esto solo lo dice el Espíritu Santo al corazón. Sintamos al Espíritu Santo, escuchemos al Espíritu Santo y vayamos adelante por este camino del amor, de la misericordia, del perdón. ¡Gracias!”

Vaticano, 08 Mayo 2013
Fuente: Extractado ACI/EWTN Noticias

miércoles, 8 de mayo de 2013

Tarde te amé.




¡Tarde te amé, belleza infinita tarde te amé, Tarde te amé belleza siempre antigua y siempre nueva!

Y supe, Señor que estabas en mi alma y yo estaba fuera, así te buscaba mirando la belleza de lo creado.

¡Tarde te amé belleza infinita, tarde te amé, tarde
te amé, belleza siempre antigua y siempre nueva!.

Señor tu me llamaste, tu voz a mi llegó, curando mi sordera con tu luz brillaste cambiando mi ceguera en un resplandor,

¡Tarde te amé belleza infinita, tarde te amé, tarde
te amé, belleza siempre antigua y siempre nueva!.

Tu estabas conmigo, mas yo buscaba fuera y no te encontraba, era un prisionero de tus criaturas, lejos de Ti.

¡Tarde te amé belleza infinita, tarde te ame, tarde
te ame, belleza siempre antigua y siempre nueva!.

Hasta mí, ha llegado el aroma de tu gracia, por fin respiré, Señor yo te he buscado, siento hambre y sed, ansío tu paz.

¡Tarde te amé belleza infinita, tarde te amé, tarde
te amé, belleza siempre antigua y siempre nueva!.

Fuente: San Agustín

domingo, 5 de mayo de 2013

Últimos deseos de Jesús.




Jesús se está despidiendo de sus discípulos. Los ve tristes y acobardados. Todos saben que están viviendo las últimas horas con su Maestro. ¿Qué sucederá cuando les falte? ¿A quién acudirán? ¿Quién los defenderá? Jesús quiere infundirles ánimo descubriéndoles sus últimos deseos.
Que no se pierda mi Mensaje. Es el primer deseo de Jesús. Que no se olvide su Buena Noticia de Dios. Que sus seguidores mantengan siempre vivo el recuerdo del proyecto humanizador del Padre: ese “reino de Dios” del que les ha hablado tanto. Si le aman, esto es lo primero que han de cuidar: “el que me ama, guardará mi palabra...el que no me ama, no la guardará.
Después de veinte siglos, ¿qué hemos hecho del Evangelio de Jesús? ¿Lo guardamos fielmente o lo estamos manipulando desde nuestros propios intereses? ¿Lo acogemos en nuestro corazón o lo vamos olvidando? ¿Lo presentamos con autenticidad o lo ocultamos con nuestras doctrinas?
El Padre os enviará en mi nombre un Defensor. Jesús no quiere que se queden huérfanos. No sentirán su ausencia. El Padre les enviará el Espíritu Santo que los defenderá de riesgo de desviarse de él. Este Espíritu que han captado en él, enviándolo hacia los pobres, los impulsará también a ellos en la misma dirección.
El Espíritu les “enseñará” a comprender mejor todo lo que les ha enseñado. Les ayudará a profundizar cada vez más su Buena Noticia. Les “recordará” lo que le han escuchado. Los educará en su estilo de vida.
Después de veinte siglos, ¿qué espíritu reina entre los cristianos? ¿Nos dejamos guiar por el Espíritu de Jesús? ¿Sabemos actualizar su Buena Noticia? ¿Vivimos atentos a los que sufren? ¿Hacia dónde nos impulsa hoy su aliento renovador?
Os doy mi paz. Jesús quiere que vivan con la misma paz que han podido ver en él, fruto de su unión íntima con el Padre. Les regala su paz. No es como la que les puede ofrecer el mundo. Es diferente. Nacerá en su corazón si acogen el Espíritu de Jesús.
Esa es la paz que han de contagiar siempre que lleguen a un lugar. Lo primero que difundirán al anunciar el reino de Dios para abrir caminos a un mundo más sano y justo. Nunca han de perder esa paz. Jesús insiste: Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde.
Después de veinte siglos, ¿por qué nos paraliza el miedo al futuro? ¿Por qué tanto recelo ante la sociedad moderna? Hay mucha gente que tiene hambre de Jesús. El Papa Francisco es un regalo de Dios. Todo nos está invitando a caminar hacia una Iglesia más fiel a Jesús y a su Evangelio. No podemos quedarnos pasivos.

Fuente: José Antonio Pagola

El Espíritu Santo.




23  Jesús respondió: “Si alguien me ama, guardará mis palabras,
      y mi Padre lo amará y vendremos a él para hacer nuestra
      morada en él.
24  El que no me ama no guarda mis palabras, pero este mensaje
      que oyen no es mío sino del Padre que me envía.
25  Les he hablado mientras estaba con ustedes.
26  En adelante el Espíritu Santo Intérprete, que el Padre les
      enviará en mi nombre, les va a enseñar todas las cosas y les
      va a recordar todas mis palabras.
27  Les dejo la Paz, les doy mi paz. La paz que yo les doy no es
      como la que da el mundo. Que no haya en ustedes ni
      angustia ni miedo.
28  Ya han oído lo que les dije: Me voy, pero vengo a ustedes. Si
      ustedes me amaran, se alegrarían porque voy a juntarme con
      mi Padre. Pues el Padre es mayor que yo.
29  Les digo estas cosas antes que sucedan, para que cuando
      sucedan, crean en mí.

Evangelio: (Juan 14, vs 23-29)

Oración:

Señor Jesús,
Tú que nos invitas a vivir tu Palabra,
a hacer nuestras tus actitudes y sentimientos,
derrama tu gracia en nosotros,
para que el Espíritu Santo
venga en nosotros
y nos transforme interiormente,
ayudándonos a vivir más plenamente
nuestro seguimiento y adhesión a ti.
Ven Señor.
Ven a nosotros
y danos tu Espíritu Santo
para que nos aclare todo lo referente a ti,
para que nos ayude a comprender
tu vida y tus enseñanzas,
y nos lleve a unirnos vivencialmente a ti,
asumiendo tus mismas actitudes
y tu misma disposición,
viviendo como Tú,
siendo como Tú,
actuando como Tú,
siendo Tú todo para nosotros.
Amén.

Fuente: Lectio Divina Vicenciana

sábado, 4 de mayo de 2013

Oración para cada día del Año de la Fe.




El Papa Emérito Benedicto XVI espera que el Año de la Fe pueda llevar a todos los creyentes a aprender de memoria el Credo y nos invita a recitarlo todos los días como oración.

Credo de Nicea-Constantinopla

Creo en un solo Dios; Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible.

Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación, bajó del cielo,

y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre;

y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado,

y resucitó al tercer día, según las Escrituras,

y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre;

y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.

Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo, recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas.

Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.
Confieso que hay un solo Bautismo para el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro.
Amén.

Fuente: 1.-Aciprensa
              2.-Catecismo de la Iglesia Católica