sábado, 4 de febrero de 2012

Jesús sana.



29

Cuando salió de la sinagoga se fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés.

30

La suegra de Simón estaba en cama con fiebre; y le hablan de ella.

31

Se acercó y, tomándola de la mano, la levantó. La fiebre la dejó y ella se puso a servirles.

32

Al atardecer, a la puesta del sol, le trajeron todos los enfermos y endemoniados;

33

la ciudad entera estaba agolpada a la puerta.

34

Jesús curó a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios. Y no dejaba hablar a los demonios, pues le conocían.

35

De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración.

36

Simón y sus compañeros fueron en su busca;

37

al encontrarle, le dicen: «Todos te buscan.»

38

El les dice: «Vayamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que también allí predique; pues para eso he salido.»

39

Y recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios.

Evangelio: (Marcos 1, vs 29-39)


San Vicente de Paul les recuerda a los misioneros que Jesús evangelizó de palabra y de obra:

“…de modo que, si hay algunos entre nosotros que crean que están en la Misión para evangelizar a los pobres y no para cuidarlos, para remediar sus necesidades espirituales y no las temporales, les diré que tenemos que asistirles y hacer que les asistan de todas las maneras, nosotros y los demás. Hacer esto es evangelizar de palabra y de obra; es lo más perfecto; y es lo que nuestro Señor practicó y tienen que practicar los que lo representan en la tierra” (XI, 393)

Oracion:

Señor, tu Palabra, que todo lo sostiene y crea,

y es siempre nueva cada día,

es la que cura las heridas y males del alma.

Acércate a nosotros y extiende tu mano fuerte,

para que podamos dejarnos levantar,

podamos resucitar y comenzar a ser

tus discípulos, tus siervos.

Llévanos contigo, en el silencio,

en el desierto florido de tu compañía

y allí enséñanos a rezar,

con tu voz,

con tu palabra, para que también nosotros

lleguemos a ser anunciadores del Reino.

Manda ahora sobre nosotros

tu Espíritu con abundancia

para que te escuchemos

con todo el corazón y con toda el alma.

Amén.

Fuente: Lectio Divina

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