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40 Se le acercó un leproso que se arrodilló y suplicó a Jesús: “Si quieres, puedes limpiarme.”
41 Jesús tuvo compasión, extendió la mano, lo tocó y le dijo: “Yo lo quiero, queda limpio.”
42 Al instante se le quitó la lepra y quedó sano.
43 Entonces, Jesús lo despidió, pero le mandó enérgicamente:
44 “No se lo digas a nadie; preséntate al sacerdote y le darás por tu purificación lo que ordena la Ley de Moisés. Con esto serán ellos testigos.”
Pero el hombre, en cuanto salió, empezó a hablar y a contar detalladamente todo el asunto.
45 Resultó que Jesús ya no podía entrar públicamente en el pueblo; tenía que andar por las afueras, en lugares apartados. Pero de todas partes llegaban a donde él estaba.
Evangelio: (Marcos 1, vs 40-45)
Domingo, 12 de Febrero de 2012
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