sábado, 25 de febrero de 2012

Viviendo la Cuaresma.



Durante este tiempo especial de purificación, contamos con una serie de medios concretos que la Iglesia nos propone y que nos ayudan a vivir la dinámica cuaresmal.

Ante todo, la vida de oración, condición indispensable para el encuentro con Dios. En la oración, si el creyente ingresa en el diálogo íntimo con el Señor, deja que la gracia divina penetre su corazón. También debemos intensificar la escucha y la meditación atenta a la Palabra de Dios, la asistencia frecuente al Sacramento de la Reconciliación y la Eucaristía, lo mismo la práctica del ayuno.

La mortificación y la renuncia en las circunstancias ordinarias de nuestra vida, constituyen un medio concreto para vivir el espíritu de Cuaresma. Se trata de saber ofrecer aquellas circunstancias cotidianas que nos son molestas, de aceptar con humildad, gozo y alegría, los distintos contratiempos que se nos presentan a diario. Además, el saber renunciar a ciertas cosas legítimas nos ayuda a vivir el desapego y desprendimiento.

La vivencia de Ia caridad ocupa un lugar especial. Así nos lo recuerda San León Magno: "Estos días cuaresmales nos invitan de manera apremiante al ejercicio de Ia caridad; si deseamos Ilegar a la Pascua santificados en nuestro ser, debemos poner un interés especialísimo en la adquisición de esta virtud, que contiene en si a las demás y cubre multitud de pecados". Esta vivencia de la caridad debemos vivirla de manera especial con aquél a quien tenemos más cerca, en el ambiente concreto en el que nos movemos.

Cómo vivir la Cuaresma:

1. Arrepintiéndome de mis pecados y confesándome: Pensar en qué he ofendido a Dios, Nuestro Señor, si realmente estoy arrepentido. Éste es un muy buen momento del año para llevar a cabo una confesión preparada y de corazón. Revisa los mandamientos de Dios y de la Iglesia para una buena confesión. Ayúdate de un libro para estructurar tu confesión. Busca el tiempo para llevarla a cabo.

2. Luchando por cambiar: Analiza tu conducta para conocer en qué estás fallando. Hazte propósitos para cumplir día a día y revisa en la noche si lo lograste. Recuerda no ponerte demasiados porque te va a ser muy difícil cumplirlos todos. Hay que subir las escaleras de escalón en escalón, no se puede subir toda de un brinco. Conoce cuál es tu defecto dominante y haz un plan para luchar contra éste. Tu plan debe ser realista, práctico y concreto para poderlo cumplir.

3. Haciendo sacrificios: La palabra sacrificio viene del latín sacrum-facere, que significa "hacer sagrado". Entonces, hacer un sacrificio es hacer una cosa sagrada, es decir, ofrecerla a Dios por amor. Hacer sacrificio es ofrecer a Dios, porque lo amas, cosas que te cuestan trabajo. Por ej.: ser amable con el vecino que no te simpatiza. A cada uno de nosotros hay algo que nos cuesta trabajo hacer en la vida de todos los días. Si esto se lo ofrecemos a Dios por amor, estamos haciendo sacrificio.

4. Haciendo oración: Aprovecha estos días para orar, para platicar con Dios, para decirle que lo quieres y quieres estar con Él. Te puede ayudar un buen libro de meditación para Cuaresma. Puedes leer en la Biblia pasajes relacionados con la Cuaresma.

Fuente: Extractado Aciprensa

Primer Domingo de Cuaresma.



12 En seguida el Espíritu lo empujó al desierto.

13 Allí permaneció cuarenta días y fue tentado por Satanás.

Vivía entre los animales salvajes, pero los ángeles le servían.

14 Después que tomaron preso a Juan, Jesús fue a la provincia de Galilea y empezó a proclamar la Buena Nueva de Dios.

15 Hablaba en esta forma: “El plazo está vencido, el Reino de Dios se ha acercado. Tomen otro camino y crean en la Buena Nueva”.


Evangelio: (Marcos 1, vs 12-15)

Domingo, 26 de Febrero 2012


Oración:


Padre, no nos dejes caer en la tentación

de vender tu amistad por buen precio.

No nos dejes caer en la tentación de olvidarte

por tener mucho trabajo,

por tener mucha importancia,

por tener muchos agobios,

ni por los grandes propósitos

de hacer muchas obras buenas.

No nos dejes caer en la tentación

de olvidarte en los demás

por tener que hacer oración a Ti;

o de olvidar la oración a Ti

por atender a los demás.

Retira, Señor, la tentación de hacer algo,

lo que sea, olvidándome de Ti.

Amén.


Fuente: Lectio Divina

En Cuaresma Dios nos da la victoria.



En el inicio de la Cuaresma hoy, Miércoles de Ceniza, el Papa Benedicto XVI reflexionó sobre este tiempo de preparación para la Pascua y exhortó a ver que el Señor da a los fieles la victoria a pesar de las zozobras de la vida.

Alentó a que en Cuaresma los fieles encuentren "nuevo valor para aceptar con paciencia y fe cualquier situación de dificultad, aflicción y de prueba, sabiendo que el Señor hará surgir de las tinieblas el nuevo día. Y si somos fieles a Jesús siguiéndolo por el camino de la Cruz, el claro mundo de Dios, el mundo de la luz, la verdad y la alegría, nos será dado de nuevo".

El Papa explicó que en la Iglesia antigua, la Cuaresma era el tiempo en el que los catecúmenos iniciaban su camino de fe y conversión para recibir el bautismo. Poco a poco, todos los fieles fueron invitados a vivir este periodo de renovación espiritual. De este modo, "la participación de toda la comunidad en los diversos pasajes del itinerario cuaresmal subraya una dimensión importante de la espiritualidad cristiana: gracias a la muerte y resurrección de Cristo, la redención alcanza no a unos pocos, sino a todos".

"El tiempo que precede la Pascua es un tiempo de 'metanoia', el tiempo del cambio, del arrepentimiento; el tiempo que identifica nuestra vida y toda nuestra historia con un proceso de conversión que se pone en marcha ahora para encontrar al Señor al final de los tiempos".

La Iglesia denomina este tiempo "Cuadragésima", tiempo de cuarenta días, con una referencia precisa a la Sagrada Escritura, ya que "cuarenta es el número simbólico con el que el Antiguo y el Nuevo Testamento representan los momentos principales de la experiencia de fe del Pueblo de Dios". "Es una cifra que expresa el tiempo de la espera, de la purificación, del retorno al Señor, de la conciencia de que Dios es fiel a sus promesas, (…) un tiempo dentro del que es preciso decidirse a asumir las propias responsabilidades sin aplazarlas ulteriormente. Es el tiempo de las decisiones maduras".

Noé estuvo 40 días en el arca a causa del diluvio, y luego ha de esperar otros 40 antes de poder bajar a tierra firme. Moisés permanece 40 días en el monte Sinaí para recoger los Mandamientos. El pueblo hebreo peregrina 40 años por el desierto, y goza luego de otros 40 de paz bajo el gobierno de los Jueces. En el Nuevo Testamento, Jesús se retira a orar al desierto durante 40 días antes de iniciar la vida pública, y, después de la resurrección, instruye a los discípulos durante 40 días antes de ascender al Cielo.

La liturgia de la Cuaresma, "tiene como fin favorecer un camino de renovación espiritual –a la luz de esta larga experiencia bíblica– y, sobre todo, de imitación de Jesús, que en los 40 días que pasó en el desierto nos enseñó a vencer la tentación con la Palabra de Dios".

"Jesús se dirige al desierto para estar en profunda unión con el Padre. Esta dinámica es una constante en la vida terrena de Jesús, que busca siempre momentos de soledad a fin de rezar al Padre y permanecer en íntima y exclusiva comunión con Él, para volver luego en medio de la gente".

En este tiempo de desierto, "Jesús es asaltado por la tentación y las seducciones del maligno, quien le propone una vía mesiánica alejada del proyecto de Dios porque pasa a través del poder, el éxito, el dominio, en lugar de pasar por el amor y el don total en la Cruz".

El Papa señaló que la Iglesia peregrina por el "desierto" del mundo y de la historia, formado por el aspecto negativo de la realidad: "la pobreza de palabras de vida y de valores, el secularismo y la cultura materialista, que encierran a la persona en el horizonte mundano de la existencia sin ninguna referencia a lo trascendente". "En este ambiente, el cielo sobre nosotros es oscuro, porque está cubierto por las nubes del egoísmo, la incomprensión y el engaño. No obstante, también para la Iglesia de hoy el tiempo del desierto puede transformarse en tiempo de gracia, ya que tenemos la certeza de que, incluso de la roca más dura, Dios puede hacer brotar agua viva que refresca y restaura".

Al término de la catequesis, el Papa saludó en varios idiomas a los peregrinos; hablando en polaco, subrayó que: "el ayuno y la oración, la penitencia y las obras de misericordia" son los principales medios para preparar la celebración de la Pascua.

Vaticano, 22 Feb. 2012

Fuente: Extractado ACI/EWTN Noticias

jueves, 9 de febrero de 2012

Amigo de los excluídos.



Jesús era muy sensible al sufrimiento de quienes encontraba en su camino, marginados por la sociedad, despreciados por la religión o rechazados por los sectores que se consideraban superiores moral o religiosamente.

Es algo que le sale de dentro. Sabe que Dios no discrimina a nadie. No rechaza ni excomulga. No es solo de los buenos. A todos acoge y bendice. Jesús tenía la costumbre de levantarse de madrugada para orar. En cierta ocasión desvela cómo contempla el amanecer: "Dios hace salir su sol sobre buenos y malos". Así es él.

Por eso, a veces, reclama con fuerza que cesen todas las condenas: "No juzguéis y no seréis juzgados". Otras, narra pequeñas parábolas para pedir que nadie se dedique a "separar el trigo y la cizaña" como si fuera el juez supremo de todos.

Pero lo más admirable es su actuación. El rasgo más original y provocativo de Jesús fue su costumbre de comer con pecadores, prostitutas y gentes indeseables. El hecho es insólito. Nunca se había visto en Israel a alguien con fama de "hombre de Dios" comiendo y bebiendo animadamente con pecadores.

Los dirigentes religiosos más respetables no lo pudieron soportar. Su reacción fue agresiva: "Ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo de pecadores". Jesús no se defendió. Era cierto. En lo más íntimo de su ser sentía un respeto grande y una amistad conmovedora hacia los rechazados por la sociedad o la religión.

Marcos recoge en su relato la curación de un leproso para destacar esa predilección de Jesús por los excluidos. Jesús está atravesando una región solitaria. De pronto se le acerca un leproso. No viene acompañado por nadie. Vive en la soledad. Lleva en su piel la marca de su exclusión. Las leyes lo condenan a vivir apartado de todos. Es un ser impuro.

De rodillas, el leproso hace a Jesús una súplica humilde. Se siente sucio. No le habla de enfermedad. Solo quiere verse limpio de todo estigma: «Si quieres, puedes limpiarme». Jesús se conmueve al ver a sus pies aquel ser humano desfigurado por la enfermedad y el abandono de todos. Aquel hombre representa la soledad y la desesperación de tantos estigmatizados. Jesús «extiende su mano» buscando el contacto con su piel, «lo toca» y le dice: «Quiero. Queda limpio».

Siempre que discriminamos desde nuestra supuesta superioridad moral a diferentes grupos humanos (vagabundos, prostitutas, toxicómanos, sidóticos, inmigrantes, homosexuales...), o los excluimos de la convivencia negándoles nuestra acogida, nos estamos alejando gravemente de Jesús.

Fuente: José Antonio Pagola

Curación de un leproso.



40 Se le acercó un leproso que se arrodilló y suplicó a Jesús: “Si quieres, puedes limpiarme.”

41 Jesús tuvo compasión, extendió la mano, lo tocó y le dijo: “Yo lo quiero, queda limpio.

42 Al instante se le quitó la lepra y quedó sano.

43 Entonces, Jesús lo despidió, pero le mandó enérgicamente:

44 “No se lo digas a nadie; preséntate al sacerdote y le darás por tu purificación lo que ordena la Ley de Moisés. Con esto serán ellos testigos.”

Pero el hombre, en cuanto salió, empezó a hablar y a contar detalladamente todo el asunto.

45 Resultó que Jesús ya no podía entrar públicamente en el pueblo; tenía que andar por las afueras, en lugares apartados. Pero de todas partes llegaban a donde él estaba.


Evangelio: (Marcos 1, vs 40-45)

Domingo, 12 de Febrero de 2012

Recen "gritando" sus sufrimientos a Dios.



En su habitual catequesis de la audiencia general en el Aula Pablo VI en el Vaticano, el Papa Benedicto XVI reflexionó hoy sobre la oración de Jesús antes de morir y alentó a los fieles no tener miedo a "gritarle" a Dios los sufrimientos y las penas del corazón, ya que siempre los escucha y nunca abandona, aunque a veces "pareciera" que no lo hace o que estuviera ausente.

Así como Jesús en la cruz gritó "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?", los fieles pueden acercarse intensamente al Padre. "Esto sucede también en nuestra relación con el Señor: ante las situaciones más difíciles y dolorosas, cuando parece que Dios no escucha, no debemos tener miedo de confiarle todo el peso que llevamos en el corazón, ni de gritarle nuestro sufrimiento", dijo el Papa.

"Jesús reza en el momento del último rechazo por parte de los hombres, en el momento del abandono; reza convencido de la presencia de Dios Padre, también en esta hora en la que siente el drama humano de la muerte. Pero en nosotros surge una pregunta: ¿cómo es posible que un Dios tan potente no intervenga para impedir que su Hijo pase esta prueba terrible?". Es importante comprender que la oración de Jesús no es el grito de quien va desesperado al encuentro con la muerte, y tampoco el grito de quien sabe que lo han abandonado. Jesús, en ese momento, hace suyo el Salmo 22, el salmo del pueblo de Israel que sufre y, de este modo, carga sobre sí no solo la pena de su pueblo, sino también la de todos los hombres oprimidos por el mal, y los lleva al corazón de Dios con la certeza de que su grito será escuchado en la resurrección".

"Es el suyo un sufrimiento en comunión con nosotros y por nosotros, que deriva del amor y lleva ya en sí la redención, la victoria del amor", añadió. Las personas presentes bajo la cruz de Jesús no lo entienden y piensan que su grito es una súplica dirigida a Elías. "En la tradición bíblica, la oscuridad tiene un significado ambivalente: es señal de la presencia y de la acción del mal, pero también de una misteriosa presencia y acción de Dios que es capaz de vencer toda tiniebla (…) En la escena de la crucifixión de Jesús, las tinieblas que cubren la tierra son tinieblas de muerte en las que el Hijo de Dios se sumerge para traer la vida con su acto de amor".

El Papa dijo luego: llevemos "a Dios, en la oración, nuestras cruces diarias, convencidos de que El está presente y nos escucha. El grito de Jesús nos recuerda que, en la oración, debemos superar las barreras de nuestro ‘yo’ y de nuestros problemas y abrirnos a las necesidades y los sufrimientos de los demás". "La oración de Jesús, moribundo en la cruz, nos enseña a rezar con amor por tantos hermanos y hermanas que sienten el peso de la vida diaria, que viven momentos difíciles, que sufren, que no tienen palabra alguna de consuelo".

En su saludo en español el Santo Padre dijo: que "la oración de Jesús sobre la cruz nos enseñe a dirigirnos a Dios con la certeza de que él está siempre presente y nos escucha, y a rezar de modo especial por aquellos hermanos nuestros que sufren o pasan necesidad, para que también ellos sientan el amor de Dios que nunca los abandona. Muchas gracias".

Vaticano, 08 Feb. 2012

Fuente: Extractado ACI/EWTN noticias

sábado, 4 de febrero de 2012

Jesús sana.



29

Cuando salió de la sinagoga se fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés.

30

La suegra de Simón estaba en cama con fiebre; y le hablan de ella.

31

Se acercó y, tomándola de la mano, la levantó. La fiebre la dejó y ella se puso a servirles.

32

Al atardecer, a la puesta del sol, le trajeron todos los enfermos y endemoniados;

33

la ciudad entera estaba agolpada a la puerta.

34

Jesús curó a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios. Y no dejaba hablar a los demonios, pues le conocían.

35

De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración.

36

Simón y sus compañeros fueron en su busca;

37

al encontrarle, le dicen: «Todos te buscan.»

38

El les dice: «Vayamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que también allí predique; pues para eso he salido.»

39

Y recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios.

Evangelio: (Marcos 1, vs 29-39)


San Vicente de Paul les recuerda a los misioneros que Jesús evangelizó de palabra y de obra:

“…de modo que, si hay algunos entre nosotros que crean que están en la Misión para evangelizar a los pobres y no para cuidarlos, para remediar sus necesidades espirituales y no las temporales, les diré que tenemos que asistirles y hacer que les asistan de todas las maneras, nosotros y los demás. Hacer esto es evangelizar de palabra y de obra; es lo más perfecto; y es lo que nuestro Señor practicó y tienen que practicar los que lo representan en la tierra” (XI, 393)

Oracion:

Señor, tu Palabra, que todo lo sostiene y crea,

y es siempre nueva cada día,

es la que cura las heridas y males del alma.

Acércate a nosotros y extiende tu mano fuerte,

para que podamos dejarnos levantar,

podamos resucitar y comenzar a ser

tus discípulos, tus siervos.

Llévanos contigo, en el silencio,

en el desierto florido de tu compañía

y allí enséñanos a rezar,

con tu voz,

con tu palabra, para que también nosotros

lleguemos a ser anunciadores del Reino.

Manda ahora sobre nosotros

tu Espíritu con abundancia

para que te escuchemos

con todo el corazón y con toda el alma.

Amén.

Fuente: Lectio Divina

Vivir sin acoger.



Todos vamos cometiendo a lo largo de la vida errores y desaciertos de todo tipo. Calculamos mal las cosas. No medimos bien las consecuencias de nuestros actos. Nos comportamos de manera poco reflexiva. Nos dejamos llevar por el apasionamiento o la insensatez. Somos así. Sin embargo, no son ésos los errores más graves. Lo peor es tener planteada la vida de manera errónea.

Todos sabemos que la vida es un regalo. No soy yo quien he decidido nacer. No me he escogido a mí mismo. No he elegido a mis padres ni a mi pueblo. Todo me ha sido dado. Vivir es ya desde su origen recibir. La única manera de vivir sensatamente es acoger de manera activa y responsable lo que se me da.

Sin embargo, no siempre pensamos así. Nos creemos que la vida es algo que se nos debe, que nos pertenece de manera exclusiva. Nos sentimos propietarios de nosotros mismos. Pensamos que la manera más acertada de vivir es organizarlo todo en función de mi mismo. Yo soy lo único importante. ¿Qué importan los demás?

Esto tiene consecuencias diversas. Algunos no saben vivir sino exigiendo. Exigen y exigen siempre más. Tienen la impresión de no recibir nunca lo que se les debe. Son como niños insaciables que nunca están contentos con lo que tienen. No hacen sino pedir, reivindicar, lamentarse.

Sin apenas darse cuenta, se convierten poco a poco en el centro de todo. Ellos son la fuente y la norma. Todo lo han de subordinar a su ego. Todo ha de quedar instrumentalizado para su provecho.

La vida de la persona se cierra entonces sobre sí misma. Ya no se acoge el regalo de cada día. Desaparece el reconocimiento y la gratitud. No es posible vivir con el corazón dilatado. Se sigue hablando de amor pero «amar» significa ahora poseer, desear al otro, ponerlo a mi servicio.

Esta manera de enfocar la vida conduce a vivir cerrados a Dios. La persona se incapacita para acoger. No cree en la gracia, no se abre a nada nuevo, no escucha ninguna voz, no sospecha en su vida presencia alguna. Es el individuo el que lo llena todo.

Por eso es tan grave la advertencia del evangelio en estos últimos días de la Navidad:

«La palabra era luz verdadera que alumbra a todo hombre. Vino al mundo... y el mundo no la conoció. Vino a su casa y los suyos no la recibieron».

Nuestro gran pecado es vivir sin acoger.


Fuente: José Antonio Pagola

Rezar confiando en la voluntad de Dios.



En la habitual audiencia general de hoy, el Papa Benedicto XVI alentó a los católicos a rezar confiando en la voluntad de Dios.

El Santo Padre reflexionó sobre la oración de Jesús en el Huerto de los Olivos. San Marcos narra que, después de la Última Cena, Jesús se dirige al monte de los Olivos y se prepara para la oración personal.

"Pero esta vez sucede algo nuevo: parece que no quiere estar solo. A menudo Jesús se alejaba de las multitudes, incluso de los discípulos, para orar. En Getsemaní, en cambio, invita a Pedro, Santiago y Juan a estar cerca de Él. Son los mismos discípulos que llamó para que estuvieran con Él en el monte de la Transfiguración". Esta cercanía de los tres durante la oración en Getsemaní es significativa. Se trata de una petición de solidaridad en el momento en que siente aproximarse la muerte; pero es, sobre todo, una cercanía en la oración para expresar, de algún modo, la sintonía con Él en el momento en el que se prepara para cumplir hasta el final la voluntad del Padre, así como una invitación a cada discípulo a seguirlo en el camino de la Cruz".

Las palabras que Cristo dirige a los tres discípulos "Mi alma está triste hasta la muerte; quedaos aquí y velad" revelan que en aquel instante siente "miedo y angustia, experimenta la última profunda soledad precisamente mientras se está cumpliendo el plan de Dios". "En este miedo y angustia de Jesús se resume todo el horror del hombre ante su propia muerte, ante la certeza de su inexorabilidad y la percepción del peso del mal que toca nuestras vidas".

Después de invitar a los discípulos a velar, Jesús se aleja un poco. Citando a San Marcos, el Papa recordó que "Jesús cae postrado en tierra: es una posición de oración que expresa la obediencia a la voluntad del Padre, el abandonarse con plena confianza en Él". Luego Jesús pide al Padre que, si es posible, pase lejos de Él esa hora. "No se trata solo del miedo y la angustia del hombre ante la muerte, sino que está presente también la turbación del Hijo de Dios que ve la terrible masa del mal que deberá tomar sobre Sí para superarlo, para privarlo de poder".

El Papa exhortó por ello a los fieles: “a rezar llevando ante Dios nuestros esfuerzos, los sufrimientos de ciertas situaciones, el compromiso cotidiano de seguirlo, de ser cristianos, y también el peso del mal que vemos en nosotros y alrededor nuestro, para que Él nos dé esperanza, nos haga sentir su cercanía, nos dé un poco de luz en el camino de la vida".

Retornando a la oración de Jesús, el Papa señaló tres "pasajes reveladores" en las palabras que dirige al Padre: "¡Abbá, Padre! Todo te es posible, aparta de mí este cáliz; pero que no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres Tú".

En primer lugar, la palabra aramea "Abbá” es la utilizada por los niños para dirigirse a sus padres, por lo que expresa "la relación de Jesús con Dios Padre, una relación de afecto, confianza, abandono".

En segundo lugar aparece la conciencia de la omnipotencia del Padre, que "introduce una petición en la que vemos de nuevo el drama de la voluntad humana de Jesús ante la muerte y el mal".

La tercera expresión, explicó el Papa, "es la decisiva, aquélla en la que la voluntad humana adhiere plenamente a la voluntad divina. Jesús nos dice que sólo conformando la propia voluntad con la voluntad divina, el ser humano alcanza su verdadera altura, se hace ‘divino’."

"Y es eso lo que hace en Getsemaní: transfiriendo la voluntad humana en la voluntad divina nace el verdadero hombre y somos redimidos".

Cuando rezamos el Padre Nuestro, "pedimos al Señor: ‘hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo’. Reconocemos que existe una voluntad de Dios sobre nuestra vida, y que ha de ser cada día más la referencia de nuestro querer y de nuestro ser; reconocemos también que (…) la tierra sólo se hace cielo, lugar de la presencia del amor, la bondad, la verdad, la belleza divina, si en ella se hace la voluntad de Dios".

Así, en nuestra oración "debemos aprender a confiar más en la divina Providencia, pedir a Dios la fuerza para salir de nosotros mismos y renovar nuestro ‘sí’, para decirle: ‘hágase tu voluntad’, para conformar nuestra voluntad con la suya. Es una oración que debemos repetir a diario, porque no siempre es fácil confiarse a la voluntad de Dios".

La narración evangélica muestra que los discípulos no fueron capaces de velar con Cristo. Por ello, el Papa alentó finalmente al "Señor que seamos capaces de velar con Él en oración, de seguir la voluntad de Dios cada día, incluso si habla de Cruz, de vivir una intimidad cada vez mayor con el Señor, para traer a esta tierra un poco del cielo de Dios".

En su saludo en español el Santo Padre exhortó a "en la oración a poner ante Dios las fatigas y los sufrimientos, los esfuerzo de cada día para seguirlo. Supliquémosle que nos haga sentir su cercanía y nos done su luz. Confiemos en su Providencia divina para conformar así su voluntad a la nuestra, repitiendo cada día el ‘si’ de Jesús, el ‘si’ de María". "Queridos amigos pidamos al Señor para que seamos capaces de vigilar con Él en oración, de cumplir su voluntad cada día aunque comporte sacrificio. Que estemos dispuestos a vivir una intimidad cada vez más grande con Él. Muchas gracias", concluyó.

Vaticano, 01 Feb. 2012

Fuente: Extractado ACI/EWTN Noticias