viernes, 22 de abril de 2011

¿Por qué la cruz?




Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del Hombre" (Mt 24,30). La cruz es el símbolo del cristiano, que nos enseña cuál es nuestra auténtica vocación como seres humanos.

Hoy parecemos asistir a la desaparición progresiva del símbolo de la cruz. Desaparece de las casas de los vivos y de las tumbas de los muertos, y desaparece sobre todo del corazón de muchos hombres y mujeres a quienes molesta contemplar a un hombre clavado en la cruz. Esto no nos debe extrañar, pues ya desde el inicio del cristianismo San Pablo hablaba de falsos hermanos que querían abolir la cruz: "Porque son muchos y ahora os lo digo con lágrimas, que son enemigos de la cruz de Cristo" (Flp. 3, 18).

La cruz es símbolo de humillación, derrota y muerte para todos aquellos que ignoran el poder de Cristo para cambiar: la humillación en exaltación, la derrota en victoria, la muerte en vida y la cruz en camino hacia la luz.

No fue la cruz la que mató a Jesús sino nuestros pecados. "Él ha sido herido por nuestras rebeldías y molido por nuestros pecados, el castigo que nos devuelve la paz cayó sobre Él y por sus llagas hemos sido curados". (Is 53, 5).

La historia de Jesús no termina en la muerte. Cuando recordamos la cruz de Cristo, nuestra fe y esperanza se centran en el resucitado. Por eso para San Pablo la cruz era motivo de gloria (Gál 6, 14).

Nos enseña quiénes somos

La cruz, con sus dos maderos, nos enseña quiénes somos y cuál es nuestra dignidad: el madero horizontal nos muestra el sentido de nuestro caminar, al que Jesucristo se ha unido haciéndose igual a nosotros en todo, excepto en el pecado. ¡Somos hermanos del Señor Jesús, hijos de un mismo Padre en el Espíritu! El madero que soportó los brazos abiertos del Señor nos enseña a amar a nuestros hermanos como a nosotros mismos. Y el madero vertical nos enseña cuál es nuestro destino eterno. No tenemos morada acá en la tierra, caminamos hacia la vida eterna. Todos tenemos un mismo origen: la Trinidad que nos ha creado por amor. Y un destino común: el cielo, la vida eterna. La cruz nos enseña cuál es nuestra real identidad.

Nos recuerda el Amor Divino

"Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que todo el que crea en Él no perezca sino que tenga vida eterna". (Jn 3, 16). Pero ¿cómo lo entregó? ¿No fue acaso en la cruz? La cruz es el recuerdo de tanto amor del Padre hacia nosotros y del amor mayor de Cristo, quien dio la vida por sus amigos (Jn 15, 13).

Signo de nuestra reconciliación

La cruz es signo de reconciliación con Dios, con nosotros mismos, con los humanos y con todo el orden de la creación en medio de un mundo marcado por la ruptura y la falta de comunión.

http://www.youtube.com/watch?v=krFn_jNl8d8

Fuente: Aciprensa

jueves, 21 de abril de 2011

La Ultima Cena



26:26 Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y después de pronunciar la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: “Tomad, y comed; esto es mi cuerpo.”
26:27 Después, tomando una copa de vino, y dando gracias, se la dio, diciendo: “Bebed de ella todos;
26:28 porque ésta es mi sangre, la sangre de la Alianza, que es derramada por una muchedumbre, para el perdón de sus pecados.
26:29 Y os digo que no volveré a beber de este producto de la uva hasta el día en que beba con ustedes vino nuevo en el Reino de mi Padre.
26:30 Después de cantar los Salmos, partieron al monte de los Olivos.
26:31 Entonces Jesús les dijo: “Todos vosotros os escandalizaréis de mí esta noche; porque escrito está: Heriré al pastor, y las ovejas del rebaño serán dispersadas.
26:32 Pero después que haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea.”
26:33 Respondiendo Pedro, le dijo: Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré.
26:34 Jesús le dijo: “De cierto te digo que esta noche, antes del canto de los gallos, me negarás tres veces.”
26:35 Pedro le dijo: Aunque me sea necesario morir contigo, no te negaré. Y todos los discípulos dijeron lo mismo.

(Mateo 26, vs 26-35)

miércoles, 20 de abril de 2011

El cumplimiento de una voluntad





26:14 Entonces uno de los Doce, que se llamaba Judas Iscariote, fue a los principales sacerdotes,
26:15 y les dijo: ¿Qué me queréis dar, y yo os lo entregaré? Y ellos le aseguraron treinta piezas de plata.
26:16 Y desde ese instante buscaba una oportunidad para entregarle.
26:17 El primer día de la Fiesta de los panes sin levadura, vinieron los discípulos a Jesús, diciéndole: ¿Dónde quieres que preparemos la cena pascual?

26:18 Y Él dijo: “Id a la ciudad a cierto hombre, y decidle: El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa celebraré la Pascua con mis discípulos”
26:19 Los discípulos hicieron tal como Jesús les mandó, y prepararon la Pascua.
26:20 Cuando llegó la noche, se sentó a la mesa con los Doce.
26:21 Y mientras comían, Jesús les dijo: “De cierto os digo, que uno de vosotros me va a entregar”
26:22 Entristecidos en gran manera, comenzó cada uno de ellos a decirle: ¿Seré yo, Señor?
26:23 Entonces Él respondiendo, dijo: “El que mete la mano conmigo en el plato, ése es el que me entregará.
26:24 El Hijo del Hombre se va, como dicen las Escrituras, pero ¡pobre de aquel que entrega al Hijo del Hombre! ¡Sería mejor para él no haber nacido!”
26:25 Judas, el que iba a entregarlo, le preguntó también: “¿Seré acaso yo, Maestro?” Jesús le respondió: “Tú lo has dicho.”

Mateo 26, vs 14-25

viernes, 15 de abril de 2011

Educación de los sentimientos




Por Alfonso Aguiló Pastrana (Parte 4 final)


Educar los sentimientos es algo importante, seguramente más que enseñar matemáticas o inglés. ¿Quién se ocupa de hacerlo? Es triste ver tantas vidas arruinadas por la carcoma silenciosa e implacable de la mezquindad afectiva. La pregunta es: ¿a qué modelo sentimental debemos aspirar? ¿cómo encontrarlo, comprenderlo, y después educar y educarse en él? Es un asunto importante, cercano, estimulante y complejo.

Proponer un programa exigente y completo de valores, apoyados y vividos desde una educación para la virtud, permitirá que los niños, adolescentes, jóvenes y adultos maduren cada día en su humanidad, vivan abiertos a los demás, y se preparen en serio a la meta en la que se decide, para siempre, el bien verdadero de cada uno de nosotros: el encuentro eterno con Dios.

¿No debería ser esa la señal inequívoca de que hemos sabido ofrecer un buen programa de formación en los valores?

Fuente: Aciprensa

domingo, 3 de abril de 2011

Rincón poetico: Cultivo una rosa blanca





Cultivo una Rosa Blanca

Cultivo una rosa blanca
en Junio como en Enero,
para el amigo sincero,
que me da su mano franca.

Y para el cruel que me arranca
el corazón con que vivo,
cardo ni ortiga cultivo
cultivo una rosa blanca.

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Autor: José Martí
La Habana – Cuba
1853 – 1895