sábado, 21 de marzo de 2015

Domingo 5° de Cuaresma.



Queridos amigos:
El de hoy es uno de los evangelios dominicales más patéticos e importantes sobre Jesús. Y lo escribe Juan (Jn 12, 20-33), como pórtico de entrada a la Pasión, Muerte y Resurrección (Exaltación) del Señor y a continuación de lo que nosotros conocemos como el Domingo de Ramos (12, 12-17). El día ha sido apoteósico y hasta unos griegos de la diáspora han pedido hablar con Él. Y Jesús, que sabe que tiene los días contados, les habla, a ellos y a todos, con el corazón en la mano. Yendo de su muerte, que ve inminente, a la gloria (exaltación) que el Padre va a darle con la resurrección.
Es entre sentimientos de alegría y de pesar, que Jesús habla de la necesidad de darse al otro sin pensar en uno mismo y de servir generosamente al Señor en los demás. Lo que dice es ante todo un retrato de Sí mismo y una invitación a los demás a hacer otro tanto. La propuesta puede parecer difícil, pero es necesario llevarla a cabo. Entonces, la recompensa será grande y el mismo Padre Dios, en persona, nos premiará. Otro aspecto interesante del discurso de Jesús es que, cosas tan profundas y transcendentales, las presenta en la forma de una sencilla parábola: la parábola del grano de trigo. Lamentablemente, por conocerla poco, casi no la utilizamos.
Y sin embargo la parábola del grano de trigo es tanto o más importante que las de la levadura en la masa (Mt 13, 33) o sal de la tierra (Mt 5,13). La Iglesia la usa con mucha propiedad en la liturgia de difuntos. Aparentemente, viene a decirnos el Señor, no pasa nada en nuestras vidas, como no le pasa nada al grano de trigo que puede estar por años en un plato. Pero dejen que el grano caiga en tierra, entonces rompe, brota un tallo y sale una espiga cargada de nuevo y abundante trigo. Así es nuestra vida dice Jesús. El grano de trigo que somos va germinando aún sin darnos cuenta, con lo bueno y lo malo que hacemos. Hasta que un día caemos en tierra (la muerte) y nos abrimos para Dios, presentándole la espiga de nuestra vida. ¿Con bueno y abundante trigo? ¿Con abundantes obras buenas? ¿Con las manos llenas o…vacías?
Jesús es ese grano de trigo. Tú y yo somos ese grano de trigo…, que si no muere no da fruto. Y que si no muere como grano bueno, no da fruto bueno para el Señor. No es fácil pues para ello hay que ir a contracorriente del “mundo” (1 Jn 2,16). Y aceptar y vivir la llamada paradoja de Jesús: que “el que ama su vida (piensa sólo en sí mismo), la destruye (la perderá para la vida eterna); y que “el que descuida su vida en este mundo (se olvida de sí por los demás), la conserva para la vida eterna” (Jn 12,25; Mt 16, 25). Difícil, sin duda, pero piensa en lo que te recuerda el Señor: ¿de qué le sirve a uno ganar el mundo entero si pierde su alma? (Mt 16,26)

Fuente: P. Antonio Elduayen, CM

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