sábado, 25 de enero de 2014

Algo nuevo y bueno.



El primer escritor que recogió la actuación y el mensaje de Jesús lo resumió todo diciendo que Jesús proclamaba la “Buena Noticia de Dios”. Más tarde, los demás evangelistas emplean el mismo término griego (euanggelion) y expresan la misma convicción: en el Dios anunciado por Jesús las gentes encontraban algo “nuevo” y “bueno”.

¿Hay todavía en ese Evangelio algo que pueda ser leído, en medio de nuestra sociedad indiferente y descreída, como algo nuevo y bueno para el hombre y la mujer de nuestros días? ¿Algo que se pueda encontrar en el Dios anunciado por Jesús y que no proporciona fácilmente la ciencia, la técnica o el progreso? ¿Cómo es posible vivir la fe en Dios en nuestros días?

En el Evangelio de Jesús los creyentes nos encontramos con un Dios desde el que podemos sentir y vivir la vida como un regalo que tiene su origen en el misterio último de la realidad que es Amor. Para mí es bueno no sentirme solo y perdido en la existencia, ni en manos del destino o el azar. Tengo a Alguien a quien puedo agradecer la vida.

En el Evangelio de Jesús nos encontramos con un Dios que, a pesar de nuestras torpezas, nos da fuerza para defender nuestra libertad sin terminar esclavos de cualquier ídolo; para no vivir siempre a medias ni ser unos “vividores”; para ir aprendiendo formas nuevas y más humanas de trabajar y de disfrutar, de sufrir y de amar. Para mí es bueno poder contar con la fuerza de mi pequeña fe en ese Dios.

En el Evangelio de Jesús nos encontramos con un Dios que despierta nuestra responsabilidad para no desentendernos de los demás. No podremos hacer grandes cosas, pero sabemos que hemos de contribuir a una vida más digna y más dichosa para todos pensando sobre todo en los más necesitados e indefensos. Para mí es bueno creer en un Dios que me pregunta con frecuencia qué hago por mis hermanos.

En el Evangelio de Jesús nos encontramos con un Dios que nos ayuda a entrever que el mal, la injusticia y la muerte no tienen la última palabra. Un día todo lo que aquí no ha podido ser, lo que ha quedado a medias, nuestros anhelos más grandes y nuestros deseos más íntimos alcanzarán en Dios su plenitud. A mí me hace bien vivir y esperar mi muerte con esta confianza.

Ciertamente, cada uno de nosotros tiene que decidir cómo quiere vivir y cómo quiere morir. Cada uno ha de escuchar su propia verdad. Para mí no es lo mismo creer en Dios que no creer. A mí me hace bien poder hacer mi recorrido por este mundo sintiéndome acogido, fortalecido, perdonado y salvado por el Dios revelado en Jesús.

Fuente: José Antonio Pagola

Cambien su vida.



Al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan, se retiró a Galilea. Dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, junto al lago, en el territorio de Zabulón y Neftalí.
Así se cumplió lo que habla dicho el profeta Isaías: "País de Zabulón y país de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló."
Entonces comenzó Jesús a predicar diciendo: "Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos."
Pasando junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando el copo en el lago, pues eran pescadores. Les dijo: "Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres." Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Y, pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron. Recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo.
Evangelio: (Mateo 4, vs 12-23)

Oración:
Te damos gracias, Padre,
porque nos has llamado de las tinieblas
al resplandor de tu luz…
En su paso por el mundo,
Jesús, tu Hijo amado, ha vencido la muerte
y nos ha dado la vida.
Ahora, oh Padre,
disuelve las sobras de la tristeza y la angustia
y danos la fuerza para continuar
el camino en la construcción del Reino.
Guarda a tu pueblo en la paz,
y haz que no volvamos equivocadamente
a ninguna forma de división ni de egoísmo,
sino que seamos en el mundo
el resplandor del amor que brilla
en las tinieblas del pecado y de la muerte.
Amén.

Fuente: Lectio Divina Vicenciana

Es el Amor.



“Es el Amor lo que da precio a todas nuestras obras;
no es por la grandeza y multiplicidad de nuestras obras por
lo que agradamos a Dios, sino por el Amor con que las hacemos.”

San Francisco de Sales
Doctor de la Iglesia.

sábado, 4 de enero de 2014

Domingo Epifanía.



Queridos amigos y amigas:

Digamos de partida que lo más importante del relato de Mateo sobre los Reyes Magos (Mt 2, 1-12), es que Jesús es dado a conocer al mundo entero. Lo llamamos la Epifanía de Jesús, que incluye dos momentos. En el primero, el Padre Dios manifiesta o revela a los pueblos no judíos que su Hijo, el Mesías, ya ha nacido. En el segundo, algunos de estos pueblos, representados por los Magos, aceptan con fe la manifestación y van en su busca, para adorarlo. Ciertamente, el relato contiene otras muchas cosas y muy llamativas: la estrella que aparece y desaparece, el encuentro desigual con el rey Herodes en Jerusalén, los regalos que le dan a Jesús… Los magos mismos, que encienden nuestra fantasía y los convertimos en reyes y les damos nombres y colores de raza… Pero nada de todo esto es tan importante como la epifanía que representan, ni siquiera su adoración al Niño, al aceptarlo como Dios…

Conociendo el propósito y el estilo de Mateo como evangelista, su relato de “los reyes magos” tiene un doble objetivo: 1. Hacer ver que Jesús es el Mesías prometido, pues en Él se cumple cuanto los profetas anunciaron sobre los gentiles peregrinando a Jerusalén (Is. 60.6; Sal 72, 10+); y 2. Hacer ver que Dios ha traspasado a la Iglesia, mayoritariamente gentil -(no judía)- , su bendición y los privilegios del Israel histórico. ¡Qué contraste entre el rey y los sabios de Jerusalén que desconocen (y se opondrán) al Niño Dios, y los “reyes magos”, supuestamente paganos, que vienen desde tan lejos para adorarlo! ¡La venida de Jesús lo ha subvertido todo! Es con este propósito que Mateo elabora su relato, en gran parte simbólico, pero basado en la realidad de las tradiciones recibidas.

Veamos algunas de las conclusiones y consecuencias de todo esto:

1. Que el llamado de Dios a la fe en Cristo es gratuito y universal. La iniciativa a buscarlo y a estar con Él viene de Dios. Es gracia suya en todo momento. Ciertamente, Dios hizo un pacto especial con el pueblo de Israel con vistas a que de él naciera el Mesías, pero sin excluir de sus promesas (Ge. 3,15) a los demás pueblos, incluidos los indoamericanos, que a su manera vivieron y cultivaron la esperanza de un salvador (semina Verbi). El acontecimiento de los Reyes Magos avala del modo más elocuente el Plan Salvador de Dios para todos los pueblos.

2. Que “los Magos” fueron los primeros no judíos que recibieron el regalo de la fe en Jesucristo hasta adorarlo. Fueran ellos quienes fueran, representaban a sus pueblos de origen y, de algún modo, a todos los no judíos, incluidos nosotros. Por eso la Fiesta de “los Reyes Magos” es la fiesta de la fe y del nuevo Pueblo de Dios. El Día en que nace la nueva Iglesia de Jesucristo católica (universal) y misionera.

3. Que la fe en Jesucristo, que es un regalo de Dios, exige de nuestra parte acogerla activamente, hacerla crecer con la oración y la práctica de las buenas obras, convertirla en encuentro personal de adoración y donación al Señor, transmitirla y hacerla misionera. Con otras palabras, son las mismas cosas que hicieron los Reyes Magos en su itinerario de fe hasta la cuna de Belén: acogieron la fe (por la estrella), se pusieron en camino, buscaron incansablemente, encontraron a Jesús, lo adoraron y ofrecieron regalos. Luego, regresaron a los suyos convertidos y hechos misioneros, como nuevas estrellas de Belén para los demás…

Fuente: P. Antonio Elduayen, CM

Venimos de Oriente.



Jesús nació en Belén de Judá en tiempos del rey Herodes. Entonces, unos Magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: "¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo". Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó, y todo Jerusalén con él; convocó a los sumos pontífices y a los letrados del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: "En Belén de Judá, porque así lo ha escrito el profeta: "Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judá; pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel"".
Entonces Herodes llamó en secreto a los Magos, para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles: "Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño, y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo". Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.
Y habiendo recibido en sueños un oráculo para que no volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino.
Evangelio: (Mateo 2, vs 1-12)

Oración:
Niño Dios
Tú que siendo Dios te hiciste hombre,
y que has venido a mostrarnos
el amor del Padre,
para que vivamos con alegría
nuestra Fe en ti,
sabiendo que Tú has venido
para darnos vida y vida en abundancia,
te pedimos que nos ayudes,
a buscarte sin cansarnos,
a desinstalarnos para encontrarte,
a seguirte sin desanimarnos,
superando dificultades,
hasta que nos postremos ante ti
para adorarte y reconocerte
como nuestro Dios y Señor,
como el Hijo de Dios vivo y verdadero,
en quien y de quien recibimos
vida y salvación.
Que así sea.

Fuente: Lectio Divina Vicenciana