domingo, 30 de enero de 2011

Las Bienaventuranzas



1Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. 2Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo:

3Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.

4Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra.

5Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. 6Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados.

7Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

8Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

9Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.

10Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos.

11Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa.

12Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros”

(Mateo 5, vs 1-12)

Releyendo las Bienaventuranzas podríamos decir:

Somos felices porque Dios Padre nos ofrece su Reino, ése ocuparse de nosotros benévola y eficazmente como Padre y Pastor.

Somos felices porque Dios Padre nos da la herencia de la tierra, la meta de la comunidad fraterna y amorosa hacia la cual peregrinamos: nos sentará a su mesa.

Somos felices porque en Dios Padre hallamos consolación: sanación de nuestros dolores más profundos.

Somos felices porque Dios Padre sacia nuestra hambre y sed: en Él lo tenemos todo.

Somos felices porque Dios Padre nos abraza con su misericordia a pesar de nuestras debilidades y pecados.

Somos felices porque Dios Padre nos deja verlo cara a cara gracias a la “purificación” que hemos recibido en la Sangre de su Hijo.

Somos felices porque Dios Padre nos reconoce como hijos suyos en su Hijo Jesús, porque somos parecidos a Él, esto es, reconciliadores.

Somos felices porque Dios Padre nos reconoce como realizadores del Reino junto con Jesús cuando vamos –como él- hasta las últimas consecuencias de la opción y de la misión.

El verdadero pobre entonces sabe dar y recibir, elemento fundamental de la construcción de una comunidad, mediante la complementariedad de dones y carismas y el compartir de bienes.

Un ejemplo concreto de “pobre” en el evangelio es el niño, quien necesita de sus padres: de su amor, de su atención, de su tiempo y de sus orientaciones para poder integrar su personalidad y construir un proyecto de vida sólido. Así somos también nosotros ante Dios quien es el único que puede darle el soporte, la orientación, el sentido fundamental a nuestra existencia, por eso Jesús dice:

“Si no cambiáis y os hacéis como los niños no entraréis en el reino de los cielos” (Mt 18, 3).

Fuente: www.iglesia.cl

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