domingo, 30 de enero de 2011

Educación de los sentimientos. (Parte 2)



Por Alfonso Aguiló Pastrana (Parte 2)


Sin embargo, este asunto de vital importancia en educación, es en muchos casos abandonado a su suerte. La confusa impresión de que los sentimientos son una realidad innata, inexorable, oscura, misteriosa, irracional y ajena a nuestro control, ha provocado un considerable desinterés por su educación. Pero la realidad es que los sentimientos son influenciables, moldeables, y si la familia y la escuela no se empeñan en ello, será el entorno social quien se encargue de hacerlo.

Todos contamos con la posibilidad de conducir en bastante grado los sentimientos propios o los ajenos. Con ello cuenta quien trata de enamorar a una persona, o de convencerle de algo, o de venderle cualquier cosa. Desde muy pequeños, aprendemos a controlar nuestras emociones y también, un poco, las de los demás. El marketing, la publicidad, la retórica, siempre han buscado cambiar los sentimientos del oyente. Todo esto lo sabemos, y aún así seguimos pensando muchas veces que los sentimientos difícilmente pueden educarse. Y decimos que las personas son tímidas o desvergonzadas, generosas o envidiosas, depresivas o exaltadas, cariñosas o frías, optimistas o pesimistas, como si fuera algo que responde casi sólo a una inexorable naturaleza.

Fuente: Aciprensa

Continuará: Educación de los sentimientos (Parte 3)

Las Bienaventuranzas



1Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. 2Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo:

3Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.

4Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra.

5Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. 6Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados.

7Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

8Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

9Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.

10Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos.

11Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa.

12Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros”

(Mateo 5, vs 1-12)

Releyendo las Bienaventuranzas podríamos decir:

Somos felices porque Dios Padre nos ofrece su Reino, ése ocuparse de nosotros benévola y eficazmente como Padre y Pastor.

Somos felices porque Dios Padre nos da la herencia de la tierra, la meta de la comunidad fraterna y amorosa hacia la cual peregrinamos: nos sentará a su mesa.

Somos felices porque en Dios Padre hallamos consolación: sanación de nuestros dolores más profundos.

Somos felices porque Dios Padre sacia nuestra hambre y sed: en Él lo tenemos todo.

Somos felices porque Dios Padre nos abraza con su misericordia a pesar de nuestras debilidades y pecados.

Somos felices porque Dios Padre nos deja verlo cara a cara gracias a la “purificación” que hemos recibido en la Sangre de su Hijo.

Somos felices porque Dios Padre nos reconoce como hijos suyos en su Hijo Jesús, porque somos parecidos a Él, esto es, reconciliadores.

Somos felices porque Dios Padre nos reconoce como realizadores del Reino junto con Jesús cuando vamos –como él- hasta las últimas consecuencias de la opción y de la misión.

El verdadero pobre entonces sabe dar y recibir, elemento fundamental de la construcción de una comunidad, mediante la complementariedad de dones y carismas y el compartir de bienes.

Un ejemplo concreto de “pobre” en el evangelio es el niño, quien necesita de sus padres: de su amor, de su atención, de su tiempo y de sus orientaciones para poder integrar su personalidad y construir un proyecto de vida sólido. Así somos también nosotros ante Dios quien es el único que puede darle el soporte, la orientación, el sentido fundamental a nuestra existencia, por eso Jesús dice:

“Si no cambiáis y os hacéis como los niños no entraréis en el reino de los cielos” (Mt 18, 3).

Fuente: www.iglesia.cl

miércoles, 12 de enero de 2011

Educación de los sentimientos. ( Parte 1)






Por Alfonso Aguiló Pastrana

Acabo de leer que cada año, sólo en Francia, se fugan de sus casas cien mil adolescentes, y cincuenta mil intentan suicidarse. Los estragos de las drogas (blandas, duras, naturales o de diseño) son conocidos y lamentados por todos. Parece como si las conductas adictivas fueran casi el único refugio a la desolación de muchos jóvenes. La gente mueve la cabeza horrorizada y piensa que casi nada se puede hacer, que son los signos de los tiempos, un destino inexorable y ciego.

Sin embargo, se pueden hacer muchas cosas. Y una de ellas, muy importante, es educar mejor los sentimientos. El sentimiento no tiene por qué ser un sentimentalismo vaporoso, blandengue y azucarado. El sentimiento es una poderosa realidad humana, que es preciso educar, pues no en vano los sentimientos son los que con más fuerza habitualmente nos impulsan a actuar.

Los sentimientos nos acompañan siempre, atemperándonos o destemplándonos. Aparecen siempre en el origen de nuestro actuar, en forma de deseos, ilusiones, esperanzas o temores. Nos acompañan luego durante nuestros actos, produciendo placer, disgusto, diversión o aburrimiento. Y surgen también cuando los hemos concluido, haciendo que nos invadan sentimientos de tristeza, satisfacción, ánimo, remordimiento o angustia.

Fuente : Aciprensa
Continuará: Educación de los sentimientos ( Parte 2)