sábado, 19 de julio de 2014

Domingo 16° Tiempo Ordinario.



Queridos amigos y amigas:
El evangelio de hoy (Mt 13, 24-43) nos trae otras tres parábolas, dos de las cuales, con la del Buen Sembrador (Mt 13, 1-23), tienen que ver con las cosas del campo. Son las parábolas del buen trigo y la cizaña, y la del grano de mostaza. Como corolario Jesús nos cuenta la parábola de la levadura. Todas ellas se refieren al Reino de Dios, que es la Buena Nueva, que Jesús vino a proclamar y hacer realidad en este mundo (Mc 1, 14-15). Sobre el Reino de Dios hay unas 20 parábolas, cada una de las cuales se refiere a un aspecto central del mismo.

La parábola del buen trigo y la cizaña toca el misterioso problema de la existencia del mal en el Reino de Dios (y en el mundo). Aparentemente se estaría refiriendo al origen del mal, su permanencia y su final. ¡¿Cómo es posible que siendo Dios bueno, exista el mal en su creación y en su Reino?! Lamentablemente para nosotros, Jesús no ha querido darnos una respuesta profunda y convincente del por qué existe el mal en el mundo. Sólo se limita a decirnos que en el Reino de Dios hay y habrá ciudadanos buenos y malos. La explicación que nos da (Mt 13, 37-43), pese a las apariencias, es sólo una respuesta simple y al alcance de sus oyentes, la que sin duda los dejó satisfechos.

Las parábolas del grano de mostaza y del puñado de levadura (Mt 13, 31-33), nos dicen que el Reino de Dios empieza pequeño. Pero aunque las dos se refieran a lo mismo, tienen sus particularidades. Veamos la del grano de mostaza (planta gramínea). El Reino de Dios es pequeño como un grano de mostaza, pero, como él, tiene vida, una fuerza interna que la hace crecer y crecer. El grano de mostaza, hasta convertirse en un arbusto, en cuyas ramas anidan confiados los pajarillos. El Reino de Dios (y la iglesia), hasta alcanzar y sobrepasar los límites del universo, haciéndose católico o universal, que es lo que “católico” significa. Nuestra vocación y misión como cristianos es la de ser como un granito de mostaza que crece y crece, hasta abarcar el universo, es decir, ser “católicos”. Tanto, que no se puede ser cristiano sin ser católico.

La parábola de la levadura enseña que el Reino de Dios es como un poco de levadura. La mujer que amasa un pancito mete dentro de la masa un poco de levadura y el pancito se esponja y crece hasta convertirse en un pan grande y rico. Es lo que hace el Reino de Dios en el mundo y en cada uno de nosotros: actuando como fermento hace crecer nuestra fe, esperanza y caridad, así como los llamados valores del Reino: amor, paz, justicia, libertad, solidaridad. Además, como la levadura se hace parte del pan, así el Reino de Dios tiene que encarnarse en el mundo, con todas sus consecuencias. Nuestra tarea de cristianos es actuar como viva y buena levadura en el mundo hasta integrarlo en el Reino de Dios.

Fuente: P. Antonio Elduayen, CM

Dejadlos crecer juntos.



En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola a la gente:
"El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras la gente dormía, su enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo: "Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?" Él les dijo: "Un enemigo lo ha hecho." Los criados le preguntaron: "¿Quieres que vayamos a arrancarla?" Pero él les respondió: "No, que, al arrancar la cizaña, podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega y, cuando llegue la siega, diré a los segadores: 'Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero.'"
" [Les propuso esta otra parábola:
"El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que las hortalizas, y vienen los pájaros a anidar en sus ramas."
Les dijo otra parábola: "El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, y basta para que todo fermente." Jesús expuso todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les exponía nada. Así se cumplió el oráculo del profeta: "Abriré mi boca diciendo parábolas, anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo."
Luego dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decirle: "Acláranos la parábola de la cizaña en el campo."
Él les contestó: "El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles. Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema, así será al fin del tiempo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y arrancarán de su reino a todos los corruptores y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga."]
Evangelio: (Mateo 13, vs 24-43)

Oración:
Dios Padre nuestro, que eres grande
y haces maravillas con todos;
Tú nos dices que siempre nos tenemos que esforzar,
como el labrador que siembra la semilla,
para hacer presente el Reino de la verdad y de la justicia;
que tu Amor y tu Espíritu vengan en nuestra ayuda,
acojan nuestro trabajo y le den plenitud,
de manera que entre todos podamos hacer un mundo mejor,
un mundo de hermanos, según es tu voluntad.
Que llegue a Ti, Dios Padre, nuestra gratitud
por  todo lo que nos das en Jesús y en el Espíritu.
Ayúdanos en la dificultad
y haznos de verdad testigos de tu Amor,
trabajadores de tu Reino de vida,
de  justicia y de misericordia.
Amén.

Fuente: Lectio Divina Vicenciana

Nada sería yo.



Nada sería yo, Dios mío, nada sería yo en absoluto si tú no estuvieses en mí; pero, ¿no sería mejor decir que yo no sería en modo alguno si no estuviese en ti, de quien, por quien y en quien son todas las cosas?

San Agustín de Hipona

sábado, 12 de julio de 2014

Domingo 15° Tiempo Ordinario.



Queridos amigos y amigas:

Lo mejor que tiene la Parábola del Sembrador (Mt 13, 1-23) es que la explica el mismo Jesús. Dando por sobrentendido que el Sembrador es Dios (y Jesús y tú y yo), que la semilla es la Palabra de Dios (el Reino de Dios, un buen ejemplo, una sonrisa, etc.), y que los terrenos somos las personas (las familias, instituciones, etc.), Jesús se pone a hablar de cuatro clases de terrenos en los que cae la semilla. Da también por supuesto que la semilla es buena y que el sembrador es también bueno, además de conocedor de su oficio. (Entre paréntesis y en relación con nosotros, uno se pregunta si Jesús no se pasa de bueno al dar por supuesto tantas cosas, pues de hecho muchas veces sembramos cizaña en vez de buen trigo y a veces no somos tan buenos ni tan conocedores del oficio ni tan trabajadores).

En relación con la siembra de la Palabra de Dios (el Reino de Dios, la fe, etc.), Jesús habla de cuatro clases de terrenos: los que son caminitos transitados por los que todos pasan; los terrenos pedregosos, los llenos de espinos y los de tierra buena. Que corresponden respectivamente a las personas “superficiales”, en las que las semillas se las comen los pájaros (el Maligno) antes de que enraícen; las “áridas” (por su inconsistencia e inconstancia en el obrar); las “preocupadas” (por los afanes y las seducciones de la vida) y “las buenas” (que dan fruto del 30, 60 ó 100 %). No habla de los terrenos pura roca o graníticos (ateos y agnósticos militantes), que no sólo no acogen la Palabra de Dios sino que la rechazan y maldicen.

Clasificar los terrenos y señalar las personas que los representan puede parecer interesante, pero lo que realmente interesa es saber el fruto que pueden dar, en cantidad y calidad. Porque la Palabra de Dios sembrada no puede no dar fruto (Is 55,11). ¿Cuál es el fruto que el Señor espera que demos nosotros? Por sus frutos los conocerán, dice el Señor en Mt 7,16. No bastan las buenas palabras e intenciones. Tenemos que dar frutos buenos, abundantes y duraderos. Como los llamados frutos del Espíritu Santo (Gal 5, 22-23). Pero sobre todo, tenemos que buscar el Reino de Dios y su justicia, construir el Reino de Dios, pese a todo. Y hacer que la fe venza a la incredulidad y que arraigue y profundice, no obstante las dificultades y las vicisitudes por las que tenga que pasar.

Ciertamente la Palabra de Dios, que es la semilla que el sembrador siembra, es ante todo Jesucristo. Conocerlo, amarlo y hacerlo crecer en nosotros; así como darlo a conocer a los demás para que crezca en ellos y cambie sus vidas, es el fruto que se espera de nosotros.

Fuente: P. Antonio Elduayen, CM

Salió el sembrador a sembrar.



Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente se quedó de pie en la orilla. Les habló mucho rato en parábolas:

"Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta. El que tenga oídos que oiga."

[Se le acercaron los discípulos y le preguntaron: "¿Por qué les hablas en parábolas?" Él les contestó:

"A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no. Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. Así se cumplirá en ellos la profecía de Isaías: "Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver; porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure." ¡Dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! Os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron. Vosotros oíd lo que significa la parábola del sembrador: Si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino. Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que la escucha y la acepta en seguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y, en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, sucumbe. Lo sembrado entre zarzas significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas la ahogan y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ése dará fruto y producirá ciento o sesenta o treinta por uno."]
Evangelio: (Mateo 13, vs1-23)

Oración:
Señor, tú te has tomado el trabajo
de salir al mundo a sembrar
la semilla de tu palabra.
Tú Señor, has tomado la iniciativa
de sembrar en los corazones
de cada ser humano tus enseñanzas.
Quiero, Señor, que mi corazón
sea un jardín con tierra buena,
donde me encuentre a solas con tu palabra,
y ésta pueda dar frutos en mí.
Amén.

Fuente: Lectio Divina Vicenciana

Consagración a la Virgen del Carmen.



El devoto de la Virgen del Carmen procurará cada día -cuando mejor pueda- hacer esta consagración a su Madre:

"! Oh, María, Reina y Madre del Carmelo! Vengo hoy a consagrarme a Ti, pues toda mi vida es como un pequeño tributo por tantas gracias y beneficios como he recibido de Dios a través de tus manos.

Y porque Tú miras con ojos de particular benevolencia a los que visten tu escapulario, te ruego que sostengas con tu fortaleza mi fragilidad, ilumines con tu sabiduría las tinieblas de mi mente y aumentes en mí la fe, la esperanza y la caridad, para que cada día pueda rendirle el tributo de mi humilde homenaje.

El santo escapulario atraiga sobre mí tus miradas misericordiosas, sea para mí prenda de tu particular protección en luchas de cada día y constantemente me recuerdes el deber de pensar en Ti y revestirme de tus virtudes.

De hoy en adelante me esforzaré por vivir en suave unión con tu espíritu, ofrecerlo todo a Jesús por tu medio y convertir mi vida en imagen de tu humildad, caridad, paciencia, mansedumbre y espíritu de oración.

¡Oh, Madre amabilísima! Sosténme con tu amor indefectible, a fin de que a mí, pecador indigno, me sea concedido un día cambiar tu escapulario por el eterno vestido nupcial y habitar contigo y con los santos del Carmelo en el reino de tu Hijo".
Amén.

Fuente: Aciprensa